#15 – El proceso de las divas (II)

En la anterior entrada hablábamos de un fenómeno que llamábamos «El proceso de las divas», por el cual muchas celebridades de la industria musical y cinematográfica pierden su identidad y terminan reducidas a simples caricaturas.

La representación de la mujer en la industria del espectáculo como objeto sexual es un hecho bastante visible y que causa verdadero estupor a las mentes más concienciadas. Pero hay otro hecho igual de preocupante en la industria musical sobre el cual no se reflexiona tanto.

 (Photo by Jason Merritt/Getty Images)

(Photo by Jason Merritt/Getty Images)

Aquí tenemos a Linda Perry. ¿La conocíais de algo? Yo, hasta hace no demasiado tiempo, tampoco. Esta persona montó un grupo a finales de los 80 conocido como 4 Non Blondes, y sacaron un single, What’s Up?, que se hizo bastante conocido (si buscáis la canción es muy probable que os suene). Es una canción que a mí, en lo personal, me parece muy bonita e inspiradora, tanto la música como la letra. El disco entero, en general, Bigger, Better, Faster, More! es buenísimo. Lástima que no sacarán ninguno más.

La banda se terminó desintegrando en 1994. Posteriormente, Linda Perry sacó algunos discos más en solitario que, desgraciadamente, tuvieron poco éxito. Sin embargo, prosiguió su carrera como compositora, componiendo temas para otras cantantes como Christina Aguilera, Gwen Stefani y últimamente Ariana Grande. Estos nombres os suenan más, ¿verdad? Resulta triste y paradójico que Linda, a pesar de su talento como compositora, intérprete musical o como cantante (probablemente mayor que el de las tres personas para las que compone) sea muchísimo menos conocida (y reconocida). Pero es fácil averiguar el  motivo por el cual ocurre esto. Y no tiene nada que ver con la música, por desgracia.

El hecho es que, en la industria musical en particular (y en la del espectáculo en general) las mujeres que se niegan a pasar por el aro quedan condenadas a la invisibilidad, a una especie de limbo en el cual sólo les hacen caso sus contados fans más acérrimos. Otro ejemplo paradigmático de ello es la cantante Sinéad O’Connor, de la cual hablamos en el anterior post. Una cantante de aspecto poco convencional, con personalidad y con una increíble voz de la que no se volvió a saber nada.

Pero el sexismo de la industrial musical no sólo se plasma en la objetificación de las mujeres y en la invisibilización de aquellas que se niegan a ser objetificadas. Hay otro aspecto, que no es tan conocido por no ser tan visual, que son las letras.

Y lo preocupante es que cada vez son más denigrantes.

Para ejemplificar, nuevamente, vamos a poner un fragmento de una canción llamada Blurred Lines de un rapero llamado Robin Thicke. Sí, es una canción con un ritmillo muy pegadizo, con una línea de bajo muy resultona y que habremos tarareado alegremente miles de veces. Aquí está dicho fragmento en versión original:

One thing I ask of you
Lemme be the one you back that ass up to
From Malibu to Paris boo
Had a bitch, but she ain’t bad as you
So, hit me up when you pass through
I’ll give you something big enough to tear your ass in two
Swag on ‘em even when you dress casual
I mean, it’s almost unbearable
In a hundred years not dare would I
Pull a Pharcyde, let you pass me by
Nothin’ like your last guy, he too square for you
He don’t smack that ass and pull your hair like that
So I’m just watching and waitin’
For you to salute the true big pimpin’

Quien domine un poco la lengua anglosajona ya habrá visto algo que huele a humillación pura y dura. Pero como somos hispanoparlantes, os propongo que nos deleitemos con la poética y romántica traducción al castellano:

Una cosa que te pido,
déjame ser al que le arrimes ese culo,
desde Malibú a París.
Tenía una zorra, pero no era tan mala como tú,
así que, sabléame cuando pases (sácame el dinero),
te daré algo lo suficientemente grande
para desgarrarte el culo en dos.
Te mueves sobre ellos incluso cuando vistes informal,
quiero decir, es casi insoportable,
en cien años no me atrevería, ¿verdad?
llama a una zorra de Pharcyde, estás pasando de largo.
Nada como tu último tío, demasiado cuadrado para ti,
no te azota en el culo y te tira del pelo,
así que simplemente observo y espero,
a que saludes al verdadero chulo.

Parafraseando al youtuber Aldo Narejos, ¿para esto los países gastan millones en Planes contra la Violencia de Género? Me diréis, «pero está en inglés, la gente no se escandaliza porque no lo entiende». Mentira, basta prestar atención a la gran mayoría de canciones de reggaeton para darse cuenta de que también son terriblemente vejatorias, y están en nuestro idioma.

Hay que estar jodidamente mal de la cabeza para ver esto como algo normal, y sin embargo, ya lo hemos asimilado como algo totalmente aceptable y corriente. Bailoteamos y canturreamos estas canciones alegremente, a veces incluso en las funciones de fin de curso de los colegios. Y luego nos llevamos las manos en la cabeza cuando sale el caso de una mujer asesinada a manos de su pareja en las noticias, o cuando nuestra hermana, nuestra amiga o nuestra hija sufre una violación o una agresión sexual.

A través de la música, se consigue transmitir un mensaje al cerebro de forma mucho más profunda (no en vano la música militar se utiliza para influir en la psique de los soldados). Y, a través de todas estas letras, nos están inyectando directamente en nuestra mente VIOLENCIA en estado puro. Mensajes como los del reggaeton atentan contra los derechos y la dignidad humanas. Si nos gritaran esos mensajes por la calle nos sentiríamos ofendidas, ¿por qué no lo hacemos cuando suenan con un ritmo chundachunda de fondo en una discoteca?

No podemos quedarnos de brazos cruzados. No podemos conformarnos con lamentarnos de los casos de mujeres asesinadas, ni con confiar en el que el Estado nos ayude a luchar por nuestra libertad y nuestros derechos, porque el Estado es una estructura de poder (y no es la más elevada, por cierto) a la que sólo le interesa perpetuarse en el poder y le importan una mierda las personas. El Estado va a intentar comprarnos con dinero, para que nos mantengamos calladas, pero nunca va a actuar contra la poderosa industria de la propaganda.

Y por ello tenemos que tomar la propaganda. Tenemos que tomar la música, tenemos que tomar el cine, tenemos que tomar las artes. Componer, pensar, crear, y apoyarnos mutuamente… Todas esas cosas que no quieren que hagamos. Y debemos rechazar de pleno, por más que nos llamen radicales, toda manifestación de la industria del espectáculo que pretenda reducirnos a la categoría de muñecas.

Este asunto tiene mucha más importancia de la que pensamos.

Normalmente, valoramos los avances en la situación de la mujer en la medida que accede a los estudios, al mercado de trabajo… Pero todos los «Informes de Género» oficiales (o casi todos) omiten sistemáticamente (qué casualidad) el devastador efecto del aparato propagandístico del Sistema sobre nuestra dignidad y nuestra autoestima. Y es que, en efecto, la propaganda es la punta del iceberg, pero refuerza el resto del iceberg «oculto», que lo conforman otras manifestaciones de sexismo que no son tan evidentes, y nos impide realizarnos plenamente en otros ámbitos de nuestra vida como seres humanos, como puede ser el ámbito profesional, afectivo o familiar.

Además, el nivel del océano está bajando, y la punta del iceberg es cada día más escandalosamente visible.

¿Esperamos a que nuestro barco se estrelle contra el hielo… o luchamos para cambiar el rumbo?

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#14 – El proceso de las divas

Las divas de la música y el cine son auténticos iconos que marcan generaciones enteras.

Personas influyentes, que acaparan los tabloides, conquistan las pantallas y arrebatan toda la atención allá donde van. Los mass media se vuelcan en ellas para averiguar hasta el más insignificante de los aspectos de su vida.

Son, habitualmente, gente que ha empezado en el show business desde muy joven; pero hay un hecho que resulta especialmente espeluznante y es que casi todas estas divas atraviesan por el mismo proceso de forma implacable.

El proceso es el siguiente:

  • Fase 1: La niña buena

Esta es la primera fase por la que atraviesan aquellas divas que entran el negocio desde niñas. Algunas comienzan a tener fama por concursos de talentos de televisión, como Britney Spears o Christina Aguilera (ambas, de hecho, proceden del mismo show llamado The Mickey Mouse Club), y en otras salen de series de televisión como Miley Cyrus y Selena Gomez (ambas proceden de Hannah Montana). Suelen ser niñas adorables, encantadoras, y cargadas del halo de inocencia que inevitablemente acompaña a la infancia. En algunos casos, como en el de Shakira cuando comenzó, incluso se les reconoce su propio talento y se les permite componer sus propias canciones (sí, por increíble que parezca ahora, Shakira comenzó tocando la guitarra y escribiendo ella sola sus propios temas, esto es algo que sólo saben sus verdaderos fans).

  • Fase 2: Sexualización incipiente

En esta fase ocurre lo inevitable: la niña poco a poco se va convirtiendo en una mujer. Le salen tetas (y todos sabemos que a una mujer, cuando le salen tetas, se convierte ipso facto en un trozo de carne) y entonces, de forma progresiva, va importando menos el talento de la artista y el foco de atención se va desviando hacia su físico. La diva cada vez enseña más carne, es obligada a aprender coreografías consideras sexys (que por cierto, cada vez son más simples, últimamente se basan en mover el culo arriba y abajo) y se la conmina a adoptar una actitud cada vez más provocadora, con algunos escándalos puntuales de índole sexual (yo personalmente pienso que las supuestas «filtraciones» de fotos de famosas desnudas a manos de hackers están más que preparadas). En esta fase se encuentran ahora mismo, por ejemplo, Ariana Grande y Taylor Swift.

Las famosas que entran en el show business «de mayores» (a partir de los 18 años) como Rihanna, Katy Perry o Lady Gaga suelen comenzar directamente por esta fase.

  • Fase 3:  Reducción total a un objeto

En esta fase ya no hay marcha atrás: la diva en cuestión es totalmente reducida a la categoría de objeto, normalmente sexual (los casos más notorios en la actualidad son Miley Cyrus y Nicki Minaj) aunque también se puede tratar de un objeto de mofa, sin tanto componente sexual (como ocurrió con la intérprete soul Amy Winehouse).

Las letras de las «canciones» ya sólo hablan de sexo, y en sus videoclips o películas aparecen semidesnudas o completamente desnudas. Son más conocidas por sus escándalos que por su música (si por ejemplo, buscas «Rihanna» en las noticias de Google, encontrarás más artículos sobre fotos suyas sin ropa que sobre sus últimos lanzamientos musicales); tienen relaciones viciosas y conflictivas y suelen consolidarse como consumidoras de drogas y alcohol.

  • Fase 4: Pérdida completa de la personalidad

La objetificación ha sido tal que la artista ya no sabe quién es, y ya no es consciente de su valor intrínseco como persona (verdaderamente se piensa y se siente como muñeca). Suelen aflorar trastornos psicológicos que no son sino la consecuencia de años y años de sometimiento mental, la adicción a las drogas y medicamentos se dispara y necesitan ser internadas en hospitales o centros de rehabilitación. A veces sienten leves mejorías y salen, pero pronto vuelven a caer en el gigantesco vacío en el que se han convertido sus vidas. Se convierten en almas desconsoladas.

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En algunos casos, el declive termina con la muerte de la diva en extrañas circunstancias (como ocurrió con Marilyn Monroe o Amy Winehouse); mientras que en otros casos las artistas parecen quedarse de manera indefinida en la Fase 4 o 3 (ya veremos qué les depara el futuro). En cualquier caso, el proceso culmina con la pérdida de identidad de la víctima.

Y sí, digo víctima.

Porque muchos pensarán que estas celebrities no son más que unas zorras que ganan mucho dinero y que son totalmente libres y conscientes de sus actos. Pero la realidad es que son víctimas de un fuerte proceso de programación mental desde su más tierna infancia (y con programación mental me refiero a abuso físico, psíquico y sexual puro y duro). Sinéad O’Connor, una cantante que tuvo su momento de fama en los años 90, le escribió una carta a Miley Cyrus, la cual me permito reproducir parcialmente porque verdaderamente retrata muy bien de qué va esto:

Querida Miley:

[…] Estoy muy preocupada por el hecho de que los que te rodean te han hecho creer, o han alentado tu propia creencia, de que es de alguna manera ‘cool’ salir desnuda y lamiendo martillos en tus videos. De hecho, lo que haces es opacar tu talento al dejarte que te prostituyan, siendo la industria de la música o tú misma tu propia proxeneta.

Nada más que daño vendrá en el largo plazo al permitir que te exploten así. Absolutamente y de ninguna manera lo que haces representa una forma de empoderamiento ni para ti ni para ninguna otra mujer. Lo que estás haciendo es dar el mensaje de que tu valor es tu atractivo sexual más que tu evidente talento. […] Al negocio de la música tú y el resto de nosotros le importamos una mierda. Te prostituirán por todo lo que vales, y de forma muy inteligente, te harán pensar que era lo que tú querías. Cuando termines en rehabilitación como resultado de haber sido prostituida, “ellos” estarán tomando el sol en Antigua con los yates que se compraron por la venta de tu cuerpo. Allí te encontrarás muy sola.

A ninguno de los hombres que te observan tampoco le importas una mierda. No te dejes engañar. Muchas mujeres confunden deseo con amor. Que ellos te deseen sexualmente, no quiere decir que les importas, mucho más si tú misma das a entender que no te quieres ni un poquito. A nadie que realmente le intereses puede aprobar que te dejes prostituir. Y eso te incluye a ti misma”. Sí, estoy sugiriendo que no te valoras a ti misma. Y eso tiene que cambiar. […] Tú vales más que tu cuerpo o tu atractivo sexual. Pero el mundo del espectáculo no ve las cosas de esa manera, les gusta que las cosas se vean de otra forma. Las revistas que te quieren en su portada, o lo que sea, no te hagas ilusiones, todos ellos te quieren porque están haciendo dinero con tu juventud y tu belleza. […]

Le dijiste a la “Rolling Stone” que la mirada de tu video se basa en la mía. La mirada que yo elegí fue una decisión que tomé en un momento en que mi compañía de discos me alentaba para que haga lo que tú estás haciendo. Yo sentí que preferiría ser juzgada por mi talento y no mi aspecto y estoy feliz de haberlo pensado así, sobre todo porque no me veo como antes ahora que tengo casi 47 años de edad y, desgraciadamente, muchas mujeres artistas que han basado su imagen en torno a su sexualidad, terminan en cuando llegan a la edad madura. […] En cuanto a eso de que quieres alejarte de la imagen de Hannah Montana y quien te dijo que desnudarte es la mejor manera de hacerlo está equivocado, no te respetó ni a ti como jovencita ni tu talento. […]

Nos guste o no, las mujeres de esta industria somos modelos a seguir y como tal tenemos que tener mucho cuidado con los mensajes que enviamos a otras mujeres. El mensaje que estás dando ahora es que es muy ‘cool’ prostituirse, y en realidad no es así. Miley, eso es peligroso. Las mujeres deben ser valoradas por algo más que su sexualidad. No somos solo objetos de deseo […]”.

Yo no me voy a centrar tanto en la élite que se oculta tras esto, ni en el obvio impacto que este proceso tiene sobre las mentes más jovenes e influenciables. Voy a hacer más bien hincapié en que esto no es algo único del negocio del espectáculo, sino que es tan sólo la punta del iceberg. Porque en muchas empresas, e incluso en centros educativos, este proceso se repite a pequeña escala: la mujer es paulatinamente reducida a objeto sexual hasta que se desposee completamente de su personalidad; y hay poca cosa que pueda hacer para escapar de esta espiral maldita (no es tan fácil dejar tu puesto de trabajo o tus estudios).

Nos quedamos sólo con la capa superficial, y nos llenamos la boca con palabras como «liberación», «empoderamiento»… Nos creemos una sociedad muy avanzada porque «¡mira! ¡permitimos a las mujeres trabajar y estudiar!», cuando en realidad son demasiadas las que sufren en silencio el machismo más atroz en sus trabajos y en sus escuelas.

¿Y qué papel tenemos nosotras en esto? ¿Cómo podemos cambiar esta grotesca y desagradable realidad?

En el próximo post hablaremos de ello.

¿DE VERDAD QUERÉIS ACABAR CON LA VIOLENCIA DE GÉNERO?

Hoy me voy a salir un poco del tono habitual del blog y voy a dirigirme hacia toda la sociedad en general sobre algo que me tiene bastante harta.

Y es que hoy, 25 de noviembre, es el Día Internacional contra la Violencia de Género. Sí, hoy es el día en el que nos rasgamos las vestiduras por la violencia de género, escuchamos con asombro en los telediarios las estadísticas de mujeres asesinadas a manos de sus parejas (presentadas como si no fueran más que eso, unos simples números) y guardamos un minuto de silencio por las víctimas.

Y ya está.

Eso es todo lo que hacemos por mostrar nuestro rechazo a la violencia de género. Sí, nos indignamos mucho pero después no hacemos absolutamente nada por eliminar de nuestra mente todas las ideas y actitudes que legitiman y perpetúan la violencia de género.

Viñeta de Máximo

Viñeta de Máximo

Por ejemplo, si de verdad queréis acabar con la violencia de género, debéis dejar de pensar cosas como «sin celos no hay amor» o «a la pareja hay que controlarla, es lo normal«. ¿Qué? ¿Os parece una tontería? Pues este es el germen de todos esos casos de maltrato y asesinato que salen por la tele y que tanto os escandalizan.

Se puede decir más alto, pero no más claro

Se puede decir más alto, pero no más claro

Si de verdad queréis acabar con la violencia de género, dejad de mirar hacia otro lado cuando las mafias traen a chicas del extranjero (en su mayoría niñas) y las obligan a ejercer la prostitución, con la complicidad de nuestras democráticas y ejemplares instituciones. Dejad de pensar que «no es para tanto, que estas chicas en el fondo no son tontas, saben a lo que vienen» (claro, el sueño de toda mujer es acabar en un país lejano como esclava sexual, ¡qué duda cabe!). Porque la trata de seres humanos se cobra muchas más vidas de las que imagináis y eso está pasando aquí, en nuestros también democráticos y ejemplares países occidentales. Y además, precisamente de nuestros países del primer mundo parten todos los años multitud de personajes pudientes, poderosos y respetables en vuelos en clase Business a hacer turismo sexual a otros países menos desarrollados, frecuentemente buscando menores. Mencionadles también a ellos y llamadles también maltratadores cuando condenéis la violencia de género.

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Si de verdad quieres luchar contra la violencia de género, siéntate a hablar con tu hija, explícale qué es una agresión sexual y pídele que si sufre o ha sufrido alguna tenga la confianza contigo para contártelo. Sí, sé qué es difícil e incómodo hacerlo. Pero, si tu hija ha sufrido una agresión sexual, no la preguntes que qué ha hecho ni insinúes que la culpa puede ser suya. No te preocupes por tu orgullo de padre/madre, ni por lo que puedan opinar los demás si se enteran: la salud mental y la autoestima de tu hija son más importantes, créeme. Ármate de valor y denuncia al cabrón que la ha agredido (me da igual que sea un familiar, el cura del colegio o su novio de toda la vida). Sé que todo esto puede parecer muy obvio y coherente, pero, aunque no lo sepas, buena parte de las mujeres que conoces sufrieron una agresión sexual en el pasado y no se lo contaron a su familia por miedo, vergüenza o sentimiento de culpabilidad.

La educación es el mejor antídoto contra la violencia de género

La educación es el mejor antídoto contra la violencia de género

Si queréis emprender una auténtica cruzada contra la violencia de género, dejad de consumir basura sexista del estilo de Cincuenta sombras de Grey, la saga Crepúsculo, reality shows o revistas como Cosmopolitan o FHM. Y recordad: que parte de esa basura sea producida por mujeres no quiere decir que no sea machista.

Y dejad de educar a las niñas para que sean mamás, princesas o amas de casa. Educadlas para ser exploradoras, aventureras, curiosas, libres. Para que se perciban a sí mismas como SERES HUMANOS con la máxima dignidad, no como objetos de consumo ni esclavas de nada ni de nadie.

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En definitiva, para luchar contra la violencia de género no basta con ponerse lacitos morados o publicar muchos tweets con fotos de mujeres maltratadas. Luchar contra la violencia de género es, también, luchar en cierto modo contra nosotrxs mismxs, nuestros prejuicios y nuestra hipocresía. Es luchar contra la realidad que muchas veces no queremos ver. Porque violencia de género es la que sale por la tele y la que no, la que está en acto y también la que está en potencia. Para que no haya ni una muerta más, hemos de empezar por cuestionarnos todo lo que nos han hecho creer y repensar cómo vivimos, cómo pensamos, cómo nos relacionamos.

Para acabar de verdad con la violencia de género, hacen falta menos minutos de silencio y más horas de combate para transformar esta sociedad enferma y su doble moral.

#10 – ETERNAMENTE ESCLAVAS

Hoy voy a hablar de un tema que ha estado de actualidad en España este último mes de agosto, el de la violación. Y lo hago porque me parece un tema de extrema importancia, y me molesta cómo la sociedad parece quitarle hierro al asunto.

Puede que las mujeres (occidentales) hayamos avanzado un montón en tema de derechos. Sí, ahora podemos votar (lo cual está muy bien), tenemos más de independencia que antaño, más acceso a medios de planificación familiar, y unas leyes que nos amparan e incluso nos discriminan positivamente en un cierto número de casos. Pero mientras sigamos viviendo constantemente con el fantasma de la violación acechándonos, con el riesgo de salir a la calle y que nos hagan algo horrible, nunca seremos libres. Seremos eternamente esclavas. Eternamente dependientes de un hombre que nos tenga que acompañar a todas partes, eternamente presas del miedo, eternamente limitadas a la hora de hacer cosas, de viajar, de movernos, de trabajar.

Puede que existan penas (más que insuficientes, por cierto) que castiguen a los violadores, puede que los políticos lo condenen, puede que todos, de cara a los demás, digamos que la violación es algo horrible y que los violadores son unos hijos de la gran puta, porque es lo «políticamente correcto». Pero las violaciones se siguen produciendo y las mujeres seguimos viviendo con miedo. Somos incapaces de avanzar. ¿Por qué?

Para encontrar la respuesta, hemos de sumirnos en lo más profundo de nuestra mente. Y ahí es donde encontramos una gran barrera que nos lo impide.

Esa barrera nos impide imaginar un mundo sin violadores, porque casi todxs pensamos, aunque sea de forma inconsciente, que el varón humano es una bestia incapaz de controlar sus impulsos sexuales. Todxs pensamos que esto es inevitable, inmutable, que esto «es así» y no se puede cambiar, y que por lo tanto es la hembra humana la que debe tener cuidado, cubrirse, evitar ir sola a ningún sitio y, en definitiva, avergonzarse de su propia sexualidad, tratando de anularla, para evitar que su perfume de mujer llegue a la nariz de algún salvaje depredador en busca de su presa. Y, por lo tanto, cuando la violación sucede, nuestra mente de forma automática tiende a culpar a la víctima que no ha tenido el suficiente «cuidado» de no ser agredida por su violador, o incluso pensamos que «lo ha ido buscando».

Nuestra barrera mental no sólo nos lleva a culpabilizar a la víctima, sino también a castigarla por «lo que ha hecho». En lo más profundo de nuestra mente no pensamos en la violación como una inaceptable agresión y un daño físico y psicológico, sino como una «pérdida de honor» de la mujer. La mujer pierde su dignidad, y el hombre se hace con ella como si fuera un trofeo. Por ello, no entendemos que una mujer pueda querer recuperarse tras sufrir una violación, que tenga derecho a reponerse, a superarlo y a volver a disfrutar de su salud física, psicológica o sexual. Pensamos que debe apartarse del mundo y vivir sumida en la vergüenza y la oscuridad hasta el último día de su vida. Y a la mujer que quiere volver a vivir y que se niega a confinarse de ese modo, la llamamos «buscona» e incluso pensamos que en realidad no fue violada, sino que está mintiendo.

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Y esta barrera, además, limita nuestro concepto de «violación» a «chica que va sola por la calle, es asaltada por un desconocido y resiste hasta morir brutalmente asesinada». No entendemos que una violación a manos de un amigo, una pareja o un marido también es una violación; no entendemos que una violación en la que la chica no resiste (porque está bloqueada por el miedo o porque no quiere que la hagan aún más daño) también es una violación. Y si una mujer consiente una cierta práctica sexual pero en el transcurso de la misma es forzada a realizar otras, sí, también es violación, pero nosotrxs por desgracia no lo entendemos. No entendemos que decir «sí» a una cosa no significa decir «sí» a todo. No entendemos que la mujer es propietaria de su cuerpo y de su mente, no entendemos que una prenda de ropa o una caricia NO son una invitación a sufrir una agresión.

Hasta que no consigamos derrumbar ese muro mental, no podremos ni tan siquiera vislumbrar a lo lejos la solución para este grave problema. Y al Sistema le interesa, y mucho, mantener esa barrera y hacerla crecer. Le interesa que toda esa energía, toda esa fuerza que guardamos el 50% de la población y que podríamos utilizar para cambiar el mundo quede recluida, oprimida y encerrada en casa debido al miedo constante a sufrir una violación. Pensaréis: el Sistema mete a los violadores en la cárcel. Cierto. Pero el Sistema también nos lava el cerebro a través de la televisión, la publicidad y la pornografía de masas para convencernos de que la mujer es un objeto sexual y de que su propio cuerpo no le pertenece.

¿Qué podemos hacer para emprender nuestro camino hacia la libertad colectiva? Todo empieza por cambiar el chip, por reprogramarnos, por educar y autoeducarnos. Dejar de enseñar a las mujeres a no ser violadas y enseñar a los hombres a no violar. Dejar de tener miedo a soñar con un mundo en el que las mujeres no estén en peligro, y alzar nuestra voz, hacernos oír y luchar por lo que nos pertenece: nuestro cuerpo, nuestra libertad de decisión, nuestro valor intrínseco como seres humanos y no como objetos de satisfacción para otros.

Porque de lo contrario seguiremos siendo eternamente esclavas.

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#9 – Lo que te honra y lo que te hace culpable

Te honra tu sonrisa, tu voz, tus palabras. Te honran tus manos. Te honra tu fe y tus ideas. Te honra tu energía y te honra tu fuerza. tu Te honra tu coraje, tu determinación, tu voluntad de cambiar el mundo. Te honra tu pensamiento, te honran tus dudas, te honran tu razón y tu intuición.

Te honra tu entrega a la hora de hacer las cosas. Te honra tu pasión, te honra tu conciencia, te honra tu sentido de la justicia, tu solidaridad, tu empatía. Te honra tu preocupación, tu dolor y tu rabia por la destrucción del Planeta, por la masacre de personas inocentes, por las estúpidas guerras en las que los seres humanos se matan unos a otros y sólo salen ganando las élites que controlan el Sistema.

Te honran tus convicciones más profundas, tu personalidad, tu autenticidad.

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No es un trozo de piel de tu coño lo que te honra, ni con quién te acuestes o te dejes de acostar. Tu dignidad como mujer no depende de lo que decidas hacer en tu vida sexual.

No es la opinión de los demás lo que te honra o te deshonra, ni las malditas etiquetas que te pongan, ni los prejuicios o acusaciones que tengan contra ti. No es la ropa que llevas lo que te honra, ni tampoco tu condición de casada o soltera.

No es tu fama lo que te honra o deshonra, ni los comentarios de los demás. El mundo real no es Sálvame. No son los demás los que deciden tu honra. No pueden impedir que trates de conseguir lo que quieres.

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Eres culpable de no sentirte capaz. Eres culpable de dejarte llevar por el miedo, de creerles cuando te dicen que no puedes, que «es imposible».

Eres culpable por creer que tu cuerpo es propiedad de alguien.

Eres culpable de cerrar los ojos y no querer ver la realidad, de ponerte excusas, de pensar que tú no eres apta ni responsable de conseguir lo que te propongas y de esperar a que alguien venga y lo haga por ti. Te han lavado el cerebro y te han hecho creer que por ser mujer eres inferior, eso no es culpa tuya.

Pero si después de darte cuenta de esto, sigues pensando que después de todo «hay que aceptar las cosas como son, pues no hay nada que se puede hacer»… sufrirás grandes limitaciones en tu vida y quizá sí que tengas algo de culpa en ello.

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No eres culpable por ser diferente. No eres culpable por estar gorda, o mejor dicho, por no estar delgada; no eres culpable por no vestir a la moda, por no entrar en una talla 36. No eres culpable por no tener novio, o por no tener la clase de relación que el Sistema considera que debes tener.

No eres culpable por no tener un buen sueldo, o por no poder llevar a tus hijos a un colegio de pago; no eres culpable por no llevar un bolso de tal o cual marca. No eres culpable por no tener una casa de revista, por no tener el trabajo super-mega-guay que todo el mundo querría o por no tener trabajo.

Si tienes ganas de comida, de sexo o de dormir no es porque seas culpable, es porque eres humana.

No eres culpable por PENSAR, por preguntar, por cuestionar (aunque te quieren hacer creer que SÍ) ni tampoco eres culpable por sentir, por amar, por desear, por equivocarte ni por llorar. No eres culpable por soñar, no eres culpable por IMAGINAR, ni por creer que se puede cambiar esta sociedad absurda y enferma. Sí, se reirán de ti y te llamarán ilusa, infantil, loca. Pero lo cierto es que tú ves la realidad con mucha más luz, color y profundidad que ellos.

mujer pajaro

Hay muchas páginas, blogs, artículos de revistas y programas de televisión que te enseñan cómo conseguir tus objetivos, cómo tener «éxito». Te dicen cómo tener un vientre plano, cómo aprender inglés en poco tiempo, cómo conseguir «un buen trabajo», cómo copiar el estilo de alguna famosa de mierda…

Te dicen que gastes el tiempo de tu vida en ponerte guapa, en consumir trastos que no necesitas, en obedecer. Quieren que tu vida pase de forma rápida e irrelevante. Que no hables, no molestes y no llames la atención.

Pero sabes que tu misión en la vida es algo mucho más grande que eso.

Te dicen a quién tienes que despreciar y a quién tienes que envidiar, a quién deberías parecerte. Pero a ti no tiene por qué ensombrecer nadie.

Tú tienes un potencial como ser humano increíble.

Así que escucha a tu mente, escucha a tu cuerpo. No les escuches nunca más a ellos.

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#8 – Estropeadas

Hoy voy a hablar de cómo la sociedad enfrenta a la mujer con su compañero inevitable, el paso del tiempo. Sí, de acuerdo, este blog se describe como una «guía de (des)programación mental para mujeres jóvenes», y el envejecimiento quizá no sea, de forma inmediata, una de las principales preocupaciones de las mujeres jóvenes. Pero todas, en nuestra mente, llevamos incorporado una especie de «chip», un programa, que nos recuerda que un trágico día nos convertiremos en viejas brujas, en flores marchitas, en mujeres estropeadas.

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Una de las razones que me ha movido a escribir sobre este tema es que las mujeres mayores de 50 años que tengo a mi alrededor (madre, abuelas, tías, y otras mujeres de confianza) me repiten, con bastante frecuencia y un tono de lástima, de nostalgia, la siguiente idea: «tú disfruta, vive, aprovecha tu juventud, que luego llega un momento que te pasa como a mí, te haces vieja y te estropeas…«. A mí me gustaría decirlas a todas ellas que son mujeres estupendas y que no están estropeadas, que son seres humanos con miles de historias de contar y con una amplia experiencia que compartir, que están llenas de luz y sabiduría… Pero hay una venda en nuestros ojos que no nos deja ver.

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He hablado anteriormente de cómo el Sistema nos programa a las mujeres para odiarnos a nosotras mismas, cómo nos expropian nuestro cuerpo, nuestra mente, hasta el punto de de convertirnos en esclavas sumisas y perfectamente manipulables. La idea de fondo, grabada a fuego en el inconsciente colectivo, es siempre la misma: tu valor como mujer depende exclusivamente de lo sexualmente deseable que seas. Esto es tristísimo, pero además, para complicar aún más las cosas, ser «sexualmente deseable» se reduce a unos parámetros muy limitados, como ser joven, estar delgada, tener los pechos grandes, unos rasgos faciales y físicos conformes al canon de belleza vigente… y estos requisitos son, además, cada vez más estrictos, de manera que cada vez hay que ser más joven, estar más delgada, tener los pechos más grandes (lo cual entra en contradicción con lo anterior) y que tus rasgos no se salgan una milésima del maldito canon. Para entrar por el aro y pasar por el control de calidad, tenemos muchas herramientas: si estamos canónicamente gordas, podemos adelgazar, si somos canónicamente feas, podemos maquillarnos, pero hay una cosa que nunca se puede evitar ni detener: el paso del tiempo, y los intentos de hacerlo a menudo derivan en resultados esperpénticos.

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¿Sigues pensando que las arrugas no son hermosas?

Ver en la televisión rostros inmovilizados por el bótox, que no pueden ni tan siquiera sonreír, horroriza a cualquiera; ver cuerpos imposibles moldeados a golpe de bisturí y silicona, también; ver almas tristes, que no quieren aceptar algo tan natural como su edad…es sin duda descorazonador. Sin embargo, hay un todo un negocio a escala mundial que se nutre de nuestros miedos, nuestro miedo a las arrugas, nuestro miedo a las canas, nuestro miedo a dejar de ser, en definitiva, objetos sexuales, que es para lo que estamos programadas… Y no nos damos cuenta de que lo que nos están vendiendo no es real, sino una ridícula fantasía: en los anuncios de cremas antiarrugas aparecen chicas de 18 años, en los anuncios de cremas anticelulíticas aparecen chicas a las que aún no les ha salido celulitis, en películas y series aparecen actrices de 25 años haciendo el papel de una experimentada madre de 40…pero la realidad es que vosotras nunca seréis como esas chicas, porque la ciencia aún no ha descubierto como viajar hacia atrás en el tiempo, y… ¿sabéis que? ¡tampoco tenéis por qué ser como esas chicas!

Sin embargo nuestros miedos ahí siguen, y en cierto modo es lógico. Un hombre maduro, con sus primeras arrugas y sus primeras canas, es ampliamente considerado un hombre atractivo, experimentado, inteligente e interesante… La mujer madura, en cambio, es invisible (¿cuántas presentadoras, periodistas, actrices, humoristas… mayores salen en televisión?, poquísimas, muchas menos que hombres) o bien es ridícula (una vieja bruja amargada e histérica que envidia y ataca a las más jóvenes). En los últimos años, el papel de la mujer madura en los medios ha evolucionado y ahora resulta todavía más penoso, y ello se debe al tono compasivo y almibarado que utilizan muchas revistas y programas a la hora de hablar de la menopausia, como diciendo: «¡eh, todos te vamos a tratar como una vieja y gorda de mierda, pero ánimo, que tú puedes! Ahora compra un pañal para que no te mees encima y aprende nuestras deliciosas recetas para hacer la merienda a tus nietos».

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De todas las humillaciones que el Sistema perpetra hacia las mujeres, quizá esta sea la mayor de todas: propagar el odio hacia la mujer por algo tan inevitable, natural y lógico como hacerse mayor, logrando que incluso llegue a odiarse a sí misma. Yo al Sistema ya no le pido nada, no espero nada de él: sé que no basta con pequeños cambios ni con «pequeñas victorias», hasta que este injusto modelo económico y social se venga abajo por completo el ser humano nunca podrá liberarse de sus estúpidas cadenas.

Pero sí que pido algo a las mujeres maduras, y desde aquí lanzo un mensaje desesperado hacia ellas. Porque sin duda estamos viviendo un momento histórico, un cambio de paradigma social y económico: el Sistema seguirá siendo igual de injusto, pero el poder está diseñando nuevos métodos (aún más sofisticados y retorcidos) para seguir robándonos nuestro pensamiento y nuestra libertad. Claramente, el mundo va a cambiar, y por ello lxs ciudadanxs debemos despertar y luchar para que ese cambio sea a nuestro favor, para cambiar las reglas de este juego de locos. Y para que el mundo cambie en ese sentido, el mundo necesita vuestra experiencia, sabiduría, madurez, sensibilidad, sensatez, valentía, fuerza, serenidad, firmeza, aprendizaje…

Porque vosotras NO estáis estropeadas, es la sociedad la que está estropeada, enferma, marchita, caduca, podrida.

Y vuestra voz, mente y manos son absolutamente imprescindibles para cambiarla.

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#5 – Tu cuerpo es tuyo… ¡pero tu mente también!

A lo largo de la historia, el sistema ha encontrado multitud de maneras de apropiarse del cuerpo de las mujeres. Durante siglos, y aún hoy en día, muchas mujeres no pueden decidir con quién casarse, con quién tener relaciones, cuántos hijos tener; en definitiva, han sido y siguen siendo consideradas un bien mueble más cuya propiedad pasa del padre al marido, y, más recientemente en la sociedad del consumo, unas muñecas que deben permanecer, ante todo, calladas, hermosas y exhibiendo una perfecta sonrisa.

La brutal deshumanización de las mujeres a través de la expropiación de su cuerpo ha sido descrita de forma magistral en el primer capítulo de El Segundo Sexo de Simone de Beauvoir, presentada en impactantes documentales como El cuerpo de las mujeres de Lorella Zanardo y denunciada a través de muchas campañas emprendidas por gente comprometida, últimamente sobre todo debido al retroceso en materia de derechos sexuales y reproductivos que está sucediendo en nuestro país.

Se trata, sin duda, de una lucha de vital importancia que no se puede abandonar. Hoy, sin embargo, voy a hablar de algo que siempre acompaña a la expropiación del cuerpo pero que se trata de una forma de manipulación más encubierta y sutil: cómo el sistema nos expropia nuestra mente y nos desposee de nuestro pensamiento propio. A través de la expropiación del cuerpo se consigue la dominación y la humillación de la mujer, pero a través de la expropiación de la mente se consigue que ella lo acepte y justifique.

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Por eso al sistema le interesa, muy especialmente, que permanezcamos alienadas de este modo: saben que a través de leyes, costumbres o utilizando la religión como pretexto es muy fácil robarnos nuestro cuerpo, pero robarnos nuestras ideas y convicciones más profundas sólo depende de que nosotras les dejemos entrar en nuestro cerebro, de que les permitamos manipular nuestro pensamiento a sus anchas. Una vez que seamos conscientes de que estamos engañadas, podrán encarcelarnos e incluso quemarnos en la hoguera como nuestras homólogas medievalespero saben que ya no seremos nunca más otro ladrillo en su muro de opresión y miedo. Cuando un ladrillo se cae de la pared, ésta sigue en pie, pero cuando caen todos, el muro desaparece.

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¿Las estrategias para conseguir esto? Son muchas. La primera, hacernos machistas a nosotras mismas. Quizá sea la más evidente, aunque lo cierto es que la tenemos tan incorporada en nuestro día a día y en nuestros esquemas mentales que muchas veces hablamos y pensamos sexista sin ni siquiera darnos cuenta. Cuando nos enteramos de que, por ejemplo, una chica ha sido violada y de que, por miedo o por cualquier otra razón no ha podido oponer resistencia… enseguida decimos: ah, pero ¿se ha dejado violar?, o el más asqueroso: ¿no lo iría buscando? Sí, todxs sabemos que una violación es un terrible acto forzado, que nadie lo «va buscando» y que el NO de una mujer basta, pero, siendo honestxs, a todxs se nos ha escapado alguna vez, y frecuentemente estigmatizamos a la mujer violada por haber sobrevivido, mientras en nuestro subconsciente retumba el ancestral prejuicio: si no ha muerto como mártir, entonces es una puta…

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Para hacernos sexistas, es muy importante conseguir que nos odiemos entre nosotras, que no estemos unidas, que veamos a las demás mujeres como competidoras en la lucha por complacer al varón. Nos ponen una especie de gafas para que veamos a las otras mujeres con los ojos de un hombre: nos programan para juzgar escrupulosamente a otras mujeres por razón de su físico (en realidad, más de lo que lo haría cualquier hombre). También nos programan para condenar y culpar el doble a una mujer que a un hombre por un mismo acto (por ejemplo, ante una mala educación de los hijos o un comportamiento sexual promiscuo) y para criticar ferozmente a cualquier mujer que se niegue a ser sumisa y decida pensar por sí misma: la llamamos fea, gorda, puta, indecente, marimacho, feminazi…

La segunda estrategia es la estigmatización: el clásico «como eres mujer…». Como eres mujer, te dejas llevar por los sentimientos y no sabes debatir; como eres mujer, no sabes tomar tus decisiones de forma racional…¿No quieres tener hijos? Ah, perdona por la pregunta…es que como eres mujer… ¿Quieres ser astronauta? Joder, qué raro, como eres mujer… Sí, por desgracia muchos hombres y Homo Cañetus ciertas personalidades públicas acuden frecuentemente a este absurdo argumento, pero lo grave es que muchas veces nosotras mismas nos lo creemos y nos lo decimos entre nosotras: cómo es posible que te dediques a tal o cual cosa…¡si eres chica!; tú eres guapa, pero siendo chica, deberías ser más femenina…

El sistema siempre estigmatiza a quien ve peligroso...

El sistema siempre estigmatiza a quien ve peligroso…

Otra estrategia es la infantilización: conseguir que nos sintamos incapaces, tontas, que dependamos siempre de la ayuda y orientación de otra persona y convencernos de que, por más que nos esforcemos, nunca vamos a conseguir nuestros logros. Uno de los casos más frecuentes de infantilización es el de las mujeres embarazadas: seres humanos que atraviesan el difícil proceso de gestar otro ser humano en su interior y se las trata como niñas pequeñas, se las humilla y ningunea, tal y como cuenta este testimonio.

Pero el arma más poderosa que pueden usar para expropiarnos nuestra mente es la invisibilización, ya que ésta es, quizá, la que menos esté de nuestra mano combatir. A lo largo de la historia, ha habido grandes pensadoras, científicas y luchadoras de toda clase invisibilizadas por el simple hecho de ser mujeres; y hoy en día, los medios siguen silenciando a todas aquellas mujeres que podrían lanzar a otras el peligroso mensaje de: ¡EH! Tú no eres invisible y puedes cambiar las cosas… Los medios, en cambio, te muestran a mujeres que, o se contentan con ser muñecas, o son perros del sistema, o bien muestran una falsa y manipulada imagen del feminismo… Por ello, ¡hagámonos visibles y no permitamos que nos anulen como seres humanos!

Nuestro cuerpo nos pertenece y nuestra mente también.

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#4 – La soltera del grupo

Hoy en día, parece más que superada aquella idea de que el destino inevitable de la mujer es convertirse en buena esposa, madre y ama de casa, y de que su única misión en la vida ha de ser atender abnegadamente a su familia. En una sociedad en la que en todas partes se habla de «igualdad» (aunque muchas veces se trate más de un mero formalismo que de una verdadera vocación feminista), cualquiera diría que la mujer está liberada y que ya no tiene aquella presión social por encontrar marido que tenían las mujeres de antaño. Pero, ¿realmente podemos estar tan segurxs de esto?

Cuando, en un grupo de amigos varones, uno está soltero y no manifiesta expresamente su deseo de encontrar novia, casi todos entienden que sencillamente no quiere tener una, o que tal vez esa no sea una de sus prioridades. Es más, hasta le envidian, porque quizá si está soltero es porque no se ha metido en una relación que él realmente no deseaba.  Pero, ¿qué pasa cuando la que no tiene novio es ella? ¿Qué pasa con «la solterona» que hay en todos los grupos de amigas y en todas las familias? A ellas todo el mundo las trata con compasión, piensan que si no tienen pareja es porque han tenido «mala suerte», y sus amigas, hermanas y sobrinas tratan de animarlas, como si tuvieran una enfermedad o fueran víctimas de una gran desgracia: venga, tía, no te preocupes, ya encontrarás a alguien… y el resto de personas, directamente, piensan que la soltera en cuestión lo es por ser fea y/o inaguantable. En efecto, la sociedad no entiende que una mujer pueda vivir de forma plena si no encuentra al amor de su vida.

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Todo esto se debe al terrible lavado de cerebro al que nos someten desde que somos pequeñas. Mientras los dibujos animados orientados al público infantil masculino tratan sobre historias cargadas de acción y aventura, la única acción y aventura que experimentan las princesas que ven las niñas es encontrar a su príncipe azul (para lo cual necesariamente tienen que ser bellas y delicadas). El enorme aparato propagandístico del amor romántico, que se encarna en forma de vomitivas comedias románticas, series de televisión y sagas literarias, golpea fuerte en nuestra conciencia desde nuestra más tierna juventud; por eso las chicas se sienten terriblemente desgraciadas cuando les toca ser «la soltera del grupo» (aunque tengan 13 años y debieran estar preocupándose por jugar, descubrir, imaginar, aprender…). Qué desgraciadas ellas, incapaces de encontrar a su príncipe azul y ser felices para siempre…

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Muchos dirán: el amor existe desde siempre, desde la época de Calisto y Melibea… Sí, pero en el final de La Celestina resulta que Calisto sólo quería tema. El problema es que el idea de «amor» que comparte la mayoría de la población es completamente irreal. Sí, enseguida calificamos a una persona que no busca una relación seria como «inmaduro», pero ¿no es más inmaduro buscar una relación basada en una clase de amor que es irreal?

Y vivir en semejante estado de alucinación colectiva trae consecuencias bastante dañinas. Si no encontramos pareja, sentimos frustración y pensamos que es nuestra culpa: no somos lo suficiente atractivas, delgadas, femeninas, agradables… Cuando por fin encontramos al «amor de nuestra vida» nos llevamos una gran decepción, porque resulta que él no es un príncipe, sino un ser humano con zurraspas en los calzoncillos y nosotras no somos princesas, sino también seres humanos, y por eso unos días parecemos Heidi y otros el Increíble Hulk. Y cuando la relación termina, o bien pensamos que es nuestra culpa y que no hemos sido lo suficiente buenas novias; o bien directamente pensamos que él es un sapo (curiosa forma de simplificar la complejidad del ser humano: el hombre o es un príncipe o es un sapo).

vomito corazones

¿Y qué pasa con las mujeres que consiguen escapar de esa estúpida fantasía? Las reacciones de la sociedad son muy variadas: sienten lástima por ellas, o bien piensan que son inmaduras, cuando no que son unas descarriadas, locas, perdidas… En definitiva, fracasadas. Porque cuando vas a contracorriente, el sistema capitalista tratará de convencerte de que eres una fracasada, para que vuelvas a «encajar» en su espiral consumista y así un día decidas engordar sus bolsillos organizando una aparatosa boda, realizando un ostentoso viaje para dos o celebrando San Valentín. Quieren mantenerte enamorada del amor porque si no su negocio se derrumbaría. Porque si, en lugar del amor te enamorases de la libertad, la verdad, la justicia; si en vez de proyectar tu energía en buscar algo que no existe, la proyectases en conocer tus infinitas posibilidades y cambiar el mundo que te rodea… serías un verdadero peligro para ellos.

The spirit of flight, de Josephine Wall

The spirit of flight, de Josephine Wall

El amor de verdad existe y es una de las fuerzas más poderosas del Universo, pero no tiene nada absolutamente nada que ver con el amor de usar y tirar que nos venden en la publicidad y las películas pastelosas. El amor de verdad es sencillo, sincero, no trata de poseer y controlar sino de comprender, escuchar, compartir… Está muy bien encontrar una pareja con la que poder vivir esta experiencia, pero no necesariamente tienes que tener pareja para saber lo que es amar de verdad.

También puedes vivirlo siendo la soltera del grupo.

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#2 – Rompamos espejos, rompamos cánones

¿Qué es el canon?

Canon es la regla, lo convencional, el protocolo, lo estándar: o estás dentro del canon o estás fuera. En concreto, los cánones de belleza han estado presentes en el arte y la arquitectura a lo largo de toda la historia, y su función original es orientar a artistas, escultores, pintores… e inscribirles dentro de una corriente u otra.

El problema viene cuando el canon de belleza se convierte en una especie de Ley Universal ante la que el ser humano (y especialmente las mujeres) tiene que someterse de forma incuestionable, a pesar de que el canon de belleza de hoy en día es, desde mi punto de vista, el más estúpido desde la época de los corsés y las pelucas empolvadas.

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Esta es Miranda Kerr, una buena representante de lo que es el canon de belleza de hoy en día. Su verdadera cara está oculta bajo toneladas de maquillaje, su peinado resulta de horas de maltrato térmico a base de plancha y tenacillas, sus tetas son producto del push-up y probablemente algún toque de silicona y, ¿quieres saber algo verdaderamente bizarro? Miranda Kerr no tiene cejas. Muchas modelos no tienen cejas, las tienen afeitadas completamente o a la mitad, y lo que hacen es pintárselas (últimamente se las están dejando crecer, pero esto seguramente no sea más que otra tendencia pasajera). Pero esto no es lo más grotesco. Miranda Kerr, si se hiciera la prueba del Índice de Masa Corporal (IMC), probablemente obtendría como resultado «desnutrición severa». En la foto se aprecia bastante bien, pero probablemente estés tan cegada que no seas capaz de verlo.

Y eso es lo preocupante: nos quieren enfermas, plastificadas y modificadas y nosotras lo vemos como algo completamente normal. Es más, cuando vemos una mujer que no tiene la suerte de haber nacido tan guapa como Miranda Kerr y se niega a enfermar, plastificarse o modificarse enseguida nos apresuramos a llamarla gorda, plana o fea.

Pero todo esto tiene una razón de ser: nos han programado para pensar así porque esto mueve un negocio verdaderamente millonario. La economía capitalista no se basa en satisfacer necesidades, sino en crear insatisfacción. Y por eso nunca nos vemos lo suficientemente delgadas, nunca sentimos que la ropa nos sienta lo suficientemente bien: así volveremos a la tienda a comprar más ropa. Cada vez que una mujer pierde un complejo, una corporación pierde potenciales y suculentos beneficios.

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Y esa es la dinámica diaria en la que viven millones de mujeres en el mundo industrializado: todas caminamos como zombies en busca de una perfección física que en absoluto nos hará más felices, más libres o nos hará sentir más realizadas. Desde nuestra más tierna infancia entramos en una cadena de producción para convertirnos en muñecas de plástico: nos sometemos a estrictas dietas para tener éxito en la operación bikini, nos arrancamos el vello natural de nuestro cuerpo, nos obsesionamos con la imagen que proyectamos hacia los demás. Nos bombardean a todas horas con imágenes de mujeres perfectas a las que debemos parecernos, el Gran Hermano de la Belleza nos vigila las 24 horas del día, es el espejo aquel ante quien debemos rendir cuentas. Nos da vergüenza entrar solas a los sitios, necesitamos que nuestras amigas abran la puerta primero o nos acompañen al baño. Al entrar en clase, en el trabajo, en las reuniones familiares…nos sometemos al escrutinio de todos aquellos a nuestro alrededor que van a juzgar nuestro físico, y nosotras mismas encontramos diversión en juzgar y criticar el físico de lxs demás. Y esta espiral insana deriva en terribles consecuencias: rostros y cuerpos deformados por la adicción a la cirugía estética, chicas de todas las edades con graves trastornos alimentarios, mujeres que sufren rechazo social e incluso no encuentran trabajo debido a sus características físicas.

Este mecanismo diabólico, obviamente, no sólo engorda los bolsillos de las grandes corporaciones de la moda y la belleza, sino que también beneficia a las élites mundiales que quieren una población aborregada, esclava, dormida. Y, para ello, ¿qué mejor que conseguir que las mujeres sean vistas por la sociedad (y por ellas mismas) como nada más que un ejército de cuerpos, objetos, muñecas?

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El oncólogo brasileño Drauzio Varella dijo una frase que representa muy bien el mundo actual:

«En el mundo actual se está invirtiendo cinco veces más en medicamentos para la virilidad masculina y en silicona para mujeres que en la cura del Alzheimer. De aquí a algunos años, tendremos ancianos sin problemas de virilidad y ancianas con grandes senos, pero ninguno de ellos se acordará para qué sirven«.

No consintamos esto: despertemos y defendamos nuestra existencia como seres humanos en busca de la verdad, la libertad, el conocimiento. No permitamos nunca más que nos traten como muñecas.

Rompamos espejos, rompamos cánones.

#1 – Nos quieren estúpidas

Antes de que me apaleéis, con esta entrada no quiero decir que las mujeres seamos estúpidas,  pero la verdad es que existe un gigantesco mecanismo en el cual se invierte una gran cantidad de esfuerzo y dinero con el fin de hacernos estúpidas.

Y es que basta con buscar contenidos para mujeres en general en Google para darse cuenta de esto. Si tecleamos «web para mujeres», la primera página que aparece es esta:

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Estamos tan acostumbradas a ver este tipo de páginas, que probablemente no veamos nada raro en ellas. Bien, probemos a buscar «foro para mujeres» en Google. El primer resultado es el famoso portal enfemenino.com, y estos son los subforos que existen:

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Y es en los subforos de la página más visitada por las mujeres hispanohablantes donde mejor podemos ver cuál es el problema. ¿Dónde están la ciencia, la política, la tecnología, la literatura, la historia, el arte…? ¿Dónde se habla del caótico y desenfrenado mundo en el que vivimos, de las complejas relaciones internacionales, del maravilloso pero deteriorado escenario que es nuestro hogar la Tierra, del desconocido Universo? ¿Dónde se critica y cuestiona lo que vemos al nuestro alrededor, dónde se habla de independencia, libertad, de sentirse realizada una misma…?

La respuesta es: en ningún sitio. Y es que las mujeres, sencillamente, no debemos hablar de todo ello: no somos más que muñecas cuyas aspiraciones en la vida son estar bellas, estar delgadas, vestir a la moda, cazar marido, montar un bodorrio, tener bebés, que nuestros niños sean más guapos y más listos que los de [insertar nombre de mujer X], preparar la comida, tener la casa bonita; ¡ah!, y la única «ciencia» que podemos dominar es la astrología.

Todo esto podemos justificarlo pensando que los creadores de estas páginas necesitan obtener beneficios y obviamente sólo van a ofrecer contenidos que interesen a la mayoría de las mujeres, pero lo que debemos preguntarnos es: ¿por qué es esto así? ¿Es acaso nuestra esencia femenina la que nos impide acercarnos a campos como, por ejemplo, la tecnología? Esto no tiene mucho sentido cuando la madre de la programación informática fue una mujer.

No es mi intención ahora comenzar un debate sobre diferencias biológicas entre hombres y mujeres, pero lo cierto es que la mayor parte de nuestros «rituales femeninos» diarios los hacemos porque nos les han inoculado a través de un proceso de manipulación psicológica.

Y es que manipular es, desgraciadamente, terriblemente fácil. Por ejemplo, en los Estados Unidos de la década de los 20 estaba muy mal visto que las mujeres fumaran: se asociaba a la prostitución y ver a una mujer encendiendo un cigarrillo causaba gran rechazo social. Entonces, en 1929, a un publicista llamado Ed Bernays se le ocurrió contratar a un grupo de modelos para que comenzaran a encender cigarrillos en el desfile de Pascua de la ciudad de Nueva York. Los medios bautizaron el acto como «las antorchas de la libertad» y, desde aquel momento, mujeres de todo el mundo las imitaron y el número de adictas al tabaco se multiplicó exponencialmente (con los consiguientes beneficios multimillonarios para las tabacaleras, claro). Si queréis saber más sobre este personaje y esta historia, os recomiendo el documental «El siglo del individualismo».

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¡Miradme, soy una mujer liberada!

Y es que la «liberación» de la mujer es, paradójicamente, uno de los temas favoritos de la industria de la manipulación femenina. Sólo tenemos que fijarnos en el modelo de mujer propuesto por Sexo en Nueva York, una auténtica mujer cosmopolitan aparentemente liberada a nivel sexual, profesional… pero igualmente esclava de su físico y de la imagen que proyecta a los demás. Y digo «aparentemente», porque por ejemplo la liberación profesional sólo existe si eres ejecutiva y tu sueldo te permite comprarte bolsos caros. Nada de trabajar, por ejemplo, investigando, solucionando problemas, enseñando, ayudando a otra gente…o haciendo cualquier otra cosa que te guste.

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Todo esto tan sólo es una pequeña parte de la brutal maquinaria que intenta convertirnos en seres estúpidos. Sí, por supuesto que a los hombres también se les manipula (muchísimo y cada vez más) y también es cierto que hay miles de mujeres maravillosas que se niegan a aceptar su rol de muñecas y deciden liberarse de esta miserable industria de la estupidez. Sin embargo, si eres una de ellas más de una vez te habrás encontrado en un océano de incomprensión (depende del ambiente y el entorno familiar/social en el que te encuentres, claro está) pero esto es cierto en demasiadas ocasiones, especialmente si te interesas por campos o círculos dominados por hombres: muchos te aceptarán como uno más pero otros tantos no estarán por la labor de darte la bienvenida.

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Nena, ¿tú qué pintas aquí? No eres un MA-CHO MA-CHO MEEEEEEEEEN ♫

Y es que, cada vez que una mujer piensa por sí misma, los cimientos de este absurdo pero lucrativo imperio comienzan a tambalearse. Así que, no lo dudes: pregúntate por qué haces lo que haces, por qué piensas lo que piensas y cuestiona todos y cada uno de los roles que se te han asignado.