#3 – Chicas malas

Aldous Huxley, en su novela Un mundo feliz, hablaba de una droga, el soma, a través de la cual se mantenía felizmente sometida a toda la población. Sin duda, una de las muchas clases de soma con la que se droga a la gente hoy en día son todos estos programas de televisión en los que se expone la vida de famosillos y famosillas de medio pelo, que no han hecho absolutamente nada en su vida y además se hace de la forma más ridícula e indigna.

El corazón, al igual que cualquier otra droga, causa una fuerte adicción. Sabemos que estos programas no nos aportan absolutamente nada y que son una forma estúpida de perder el tiempo; pero aún así nos hipnotizan, nos «enganchan» con sus caras guapas, sus imágenes rápidas, sus colores brillantes y su música estridente. Nos hacen escapar de nuestras aburridas e insípidas vidas, nos hacen sentirnos como un dios, un Gran Hermano capaz de saber absolutamente todo sobre las miserable intimidad de los bufones que aparecen en nuestras pantallas de televisión.

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Admiramos su falta de dignidad, de sentido común, de inteligencia; y es preocupante cómo muchas chicas acaban adoptando la fantasía de que su propia vida es un reality show. Así, siguen a las concursantes de Mujeres y Hombres y viceversa o a las de Gandía Shore y quieren ser como ellas: Barbies con extensiones y pechos de plástico que compiten por cazar a su Ken; quieren ser famosas y salir en revistas que tratan a las mujeres como ganado, quieren salir cada noche, beber y drogarse hasta perder la consciencia porque en las pantallas de televisión no se proyecta la destrucción personal y familiar que provocan las drogas. Confunden tener muchos seguidores en Twitter o Instagram con ser admiradas o respetadas.

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Y el corazón, al igual que las demás drogas, no sólo nos destruye personalmente sino que también desintegra nuestros lazos sociales. Nos convierte en chicas malas: se nutre de nuestra falta de autoestima para hacer que perdamos nuestro tiempo criticando a las demás mujeres y juzgándolas por su físico, su peso, su edad, su vida personal…  De hecho, hay revistas que el único contenido que ofrecen es burlarse de los defectos físicos de mujeres famosas (¡y nunca de hombres!). Al introducirnos en esta dinámica, esta droga nos produce un chute de euforia, nos hace sentir mejor: creemos que, comparándonos con las demás, somos más guapas, más listas, más «decentes», mejores madres… en definitiva, menos miserables.

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Así, muchas chicas se «arreglan» (como si al natural estuviesen estropeadas) no para impresionar a una persona que les guste, sino para evitar las críticas de otras mujeres; suegra y nuera «compiten» por ver quién trata mejor al hombrecito de la casa y, siendo honestas, ¿quién de nosotras no ha sido traicionada por una supuesta amiga o grupo de amigas en el instituto?

La sociedad siempre trata de convencernos de que esto es algo natural, de que las mujeres somos víboras por naturaleza, de que somos el sexo débil, enfermizo y retorcido que tiene que ir por detrás ante su falta de fuerza física. ¿Es esto cierto? Claramente no, pero a los amos de este planeta les interesa y mucho fomentar esta clase de comportamiento. Les interesa mantenernos distraídas con nuestras intrigas sentimentales en lugar de observar y cuestionar la realidad que nos rodea; que perdamos el tiempo en preocuparnos por lo que piensen los demás en lugar de preguntarnos qué es lo que realmente queremos nosotras; y lo que es más importante, les interesa que NUNCA ESTAMOS UNIDAS. Porque saben que el día que estemos unidas y tengamos claro por qué luchamos, los pilares de su imperio sexista basado en el engaño y la opresión comenzarán a temblar.

Por tanto, destruyamos todos aquellos prejuicios e ideas rancias que nos mantienen desunidas, apaguemos el televisor y no dejemos que sus mentiras envenenen nuestra mente, usemos la cabeza y no consumamos corazón.

¿Chicas malas?…¡sí, pero para su sistema!