#15 – El proceso de las divas (II)

En la anterior entrada hablábamos de un fenómeno que llamábamos «El proceso de las divas», por el cual muchas celebridades de la industria musical y cinematográfica pierden su identidad y terminan reducidas a simples caricaturas.

La representación de la mujer en la industria del espectáculo como objeto sexual es un hecho bastante visible y que causa verdadero estupor a las mentes más concienciadas. Pero hay otro hecho igual de preocupante en la industria musical sobre el cual no se reflexiona tanto.

 (Photo by Jason Merritt/Getty Images)

(Photo by Jason Merritt/Getty Images)

Aquí tenemos a Linda Perry. ¿La conocíais de algo? Yo, hasta hace no demasiado tiempo, tampoco. Esta persona montó un grupo a finales de los 80 conocido como 4 Non Blondes, y sacaron un single, What’s Up?, que se hizo bastante conocido (si buscáis la canción es muy probable que os suene). Es una canción que a mí, en lo personal, me parece muy bonita e inspiradora, tanto la música como la letra. El disco entero, en general, Bigger, Better, Faster, More! es buenísimo. Lástima que no sacarán ninguno más.

La banda se terminó desintegrando en 1994. Posteriormente, Linda Perry sacó algunos discos más en solitario que, desgraciadamente, tuvieron poco éxito. Sin embargo, prosiguió su carrera como compositora, componiendo temas para otras cantantes como Christina Aguilera, Gwen Stefani y últimamente Ariana Grande. Estos nombres os suenan más, ¿verdad? Resulta triste y paradójico que Linda, a pesar de su talento como compositora, intérprete musical o como cantante (probablemente mayor que el de las tres personas para las que compone) sea muchísimo menos conocida (y reconocida). Pero es fácil averiguar el  motivo por el cual ocurre esto. Y no tiene nada que ver con la música, por desgracia.

El hecho es que, en la industria musical en particular (y en la del espectáculo en general) las mujeres que se niegan a pasar por el aro quedan condenadas a la invisibilidad, a una especie de limbo en el cual sólo les hacen caso sus contados fans más acérrimos. Otro ejemplo paradigmático de ello es la cantante Sinéad O’Connor, de la cual hablamos en el anterior post. Una cantante de aspecto poco convencional, con personalidad y con una increíble voz de la que no se volvió a saber nada.

Pero el sexismo de la industrial musical no sólo se plasma en la objetificación de las mujeres y en la invisibilización de aquellas que se niegan a ser objetificadas. Hay otro aspecto, que no es tan conocido por no ser tan visual, que son las letras.

Y lo preocupante es que cada vez son más denigrantes.

Para ejemplificar, nuevamente, vamos a poner un fragmento de una canción llamada Blurred Lines de un rapero llamado Robin Thicke. Sí, es una canción con un ritmillo muy pegadizo, con una línea de bajo muy resultona y que habremos tarareado alegremente miles de veces. Aquí está dicho fragmento en versión original:

One thing I ask of you
Lemme be the one you back that ass up to
From Malibu to Paris boo
Had a bitch, but she ain’t bad as you
So, hit me up when you pass through
I’ll give you something big enough to tear your ass in two
Swag on ‘em even when you dress casual
I mean, it’s almost unbearable
In a hundred years not dare would I
Pull a Pharcyde, let you pass me by
Nothin’ like your last guy, he too square for you
He don’t smack that ass and pull your hair like that
So I’m just watching and waitin’
For you to salute the true big pimpin’

Quien domine un poco la lengua anglosajona ya habrá visto algo que huele a humillación pura y dura. Pero como somos hispanoparlantes, os propongo que nos deleitemos con la poética y romántica traducción al castellano:

Una cosa que te pido,
déjame ser al que le arrimes ese culo,
desde Malibú a París.
Tenía una zorra, pero no era tan mala como tú,
así que, sabléame cuando pases (sácame el dinero),
te daré algo lo suficientemente grande
para desgarrarte el culo en dos.
Te mueves sobre ellos incluso cuando vistes informal,
quiero decir, es casi insoportable,
en cien años no me atrevería, ¿verdad?
llama a una zorra de Pharcyde, estás pasando de largo.
Nada como tu último tío, demasiado cuadrado para ti,
no te azota en el culo y te tira del pelo,
así que simplemente observo y espero,
a que saludes al verdadero chulo.

Parafraseando al youtuber Aldo Narejos, ¿para esto los países gastan millones en Planes contra la Violencia de Género? Me diréis, «pero está en inglés, la gente no se escandaliza porque no lo entiende». Mentira, basta prestar atención a la gran mayoría de canciones de reggaeton para darse cuenta de que también son terriblemente vejatorias, y están en nuestro idioma.

Hay que estar jodidamente mal de la cabeza para ver esto como algo normal, y sin embargo, ya lo hemos asimilado como algo totalmente aceptable y corriente. Bailoteamos y canturreamos estas canciones alegremente, a veces incluso en las funciones de fin de curso de los colegios. Y luego nos llevamos las manos en la cabeza cuando sale el caso de una mujer asesinada a manos de su pareja en las noticias, o cuando nuestra hermana, nuestra amiga o nuestra hija sufre una violación o una agresión sexual.

A través de la música, se consigue transmitir un mensaje al cerebro de forma mucho más profunda (no en vano la música militar se utiliza para influir en la psique de los soldados). Y, a través de todas estas letras, nos están inyectando directamente en nuestra mente VIOLENCIA en estado puro. Mensajes como los del reggaeton atentan contra los derechos y la dignidad humanas. Si nos gritaran esos mensajes por la calle nos sentiríamos ofendidas, ¿por qué no lo hacemos cuando suenan con un ritmo chundachunda de fondo en una discoteca?

No podemos quedarnos de brazos cruzados. No podemos conformarnos con lamentarnos de los casos de mujeres asesinadas, ni con confiar en el que el Estado nos ayude a luchar por nuestra libertad y nuestros derechos, porque el Estado es una estructura de poder (y no es la más elevada, por cierto) a la que sólo le interesa perpetuarse en el poder y le importan una mierda las personas. El Estado va a intentar comprarnos con dinero, para que nos mantengamos calladas, pero nunca va a actuar contra la poderosa industria de la propaganda.

Y por ello tenemos que tomar la propaganda. Tenemos que tomar la música, tenemos que tomar el cine, tenemos que tomar las artes. Componer, pensar, crear, y apoyarnos mutuamente… Todas esas cosas que no quieren que hagamos. Y debemos rechazar de pleno, por más que nos llamen radicales, toda manifestación de la industria del espectáculo que pretenda reducirnos a la categoría de muñecas.

Este asunto tiene mucha más importancia de la que pensamos.

Normalmente, valoramos los avances en la situación de la mujer en la medida que accede a los estudios, al mercado de trabajo… Pero todos los «Informes de Género» oficiales (o casi todos) omiten sistemáticamente (qué casualidad) el devastador efecto del aparato propagandístico del Sistema sobre nuestra dignidad y nuestra autoestima. Y es que, en efecto, la propaganda es la punta del iceberg, pero refuerza el resto del iceberg «oculto», que lo conforman otras manifestaciones de sexismo que no son tan evidentes, y nos impide realizarnos plenamente en otros ámbitos de nuestra vida como seres humanos, como puede ser el ámbito profesional, afectivo o familiar.

Además, el nivel del océano está bajando, y la punta del iceberg es cada día más escandalosamente visible.

¿Esperamos a que nuestro barco se estrelle contra el hielo… o luchamos para cambiar el rumbo?

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#14 – El proceso de las divas

Las divas de la música y el cine son auténticos iconos que marcan generaciones enteras.

Personas influyentes, que acaparan los tabloides, conquistan las pantallas y arrebatan toda la atención allá donde van. Los mass media se vuelcan en ellas para averiguar hasta el más insignificante de los aspectos de su vida.

Son, habitualmente, gente que ha empezado en el show business desde muy joven; pero hay un hecho que resulta especialmente espeluznante y es que casi todas estas divas atraviesan por el mismo proceso de forma implacable.

El proceso es el siguiente:

  • Fase 1: La niña buena

Esta es la primera fase por la que atraviesan aquellas divas que entran el negocio desde niñas. Algunas comienzan a tener fama por concursos de talentos de televisión, como Britney Spears o Christina Aguilera (ambas, de hecho, proceden del mismo show llamado The Mickey Mouse Club), y en otras salen de series de televisión como Miley Cyrus y Selena Gomez (ambas proceden de Hannah Montana). Suelen ser niñas adorables, encantadoras, y cargadas del halo de inocencia que inevitablemente acompaña a la infancia. En algunos casos, como en el de Shakira cuando comenzó, incluso se les reconoce su propio talento y se les permite componer sus propias canciones (sí, por increíble que parezca ahora, Shakira comenzó tocando la guitarra y escribiendo ella sola sus propios temas, esto es algo que sólo saben sus verdaderos fans).

  • Fase 2: Sexualización incipiente

En esta fase ocurre lo inevitable: la niña poco a poco se va convirtiendo en una mujer. Le salen tetas (y todos sabemos que a una mujer, cuando le salen tetas, se convierte ipso facto en un trozo de carne) y entonces, de forma progresiva, va importando menos el talento de la artista y el foco de atención se va desviando hacia su físico. La diva cada vez enseña más carne, es obligada a aprender coreografías consideras sexys (que por cierto, cada vez son más simples, últimamente se basan en mover el culo arriba y abajo) y se la conmina a adoptar una actitud cada vez más provocadora, con algunos escándalos puntuales de índole sexual (yo personalmente pienso que las supuestas «filtraciones» de fotos de famosas desnudas a manos de hackers están más que preparadas). En esta fase se encuentran ahora mismo, por ejemplo, Ariana Grande y Taylor Swift.

Las famosas que entran en el show business «de mayores» (a partir de los 18 años) como Rihanna, Katy Perry o Lady Gaga suelen comenzar directamente por esta fase.

  • Fase 3:  Reducción total a un objeto

En esta fase ya no hay marcha atrás: la diva en cuestión es totalmente reducida a la categoría de objeto, normalmente sexual (los casos más notorios en la actualidad son Miley Cyrus y Nicki Minaj) aunque también se puede tratar de un objeto de mofa, sin tanto componente sexual (como ocurrió con la intérprete soul Amy Winehouse).

Las letras de las «canciones» ya sólo hablan de sexo, y en sus videoclips o películas aparecen semidesnudas o completamente desnudas. Son más conocidas por sus escándalos que por su música (si por ejemplo, buscas «Rihanna» en las noticias de Google, encontrarás más artículos sobre fotos suyas sin ropa que sobre sus últimos lanzamientos musicales); tienen relaciones viciosas y conflictivas y suelen consolidarse como consumidoras de drogas y alcohol.

  • Fase 4: Pérdida completa de la personalidad

La objetificación ha sido tal que la artista ya no sabe quién es, y ya no es consciente de su valor intrínseco como persona (verdaderamente se piensa y se siente como muñeca). Suelen aflorar trastornos psicológicos que no son sino la consecuencia de años y años de sometimiento mental, la adicción a las drogas y medicamentos se dispara y necesitan ser internadas en hospitales o centros de rehabilitación. A veces sienten leves mejorías y salen, pero pronto vuelven a caer en el gigantesco vacío en el que se han convertido sus vidas. Se convierten en almas desconsoladas.

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En algunos casos, el declive termina con la muerte de la diva en extrañas circunstancias (como ocurrió con Marilyn Monroe o Amy Winehouse); mientras que en otros casos las artistas parecen quedarse de manera indefinida en la Fase 4 o 3 (ya veremos qué les depara el futuro). En cualquier caso, el proceso culmina con la pérdida de identidad de la víctima.

Y sí, digo víctima.

Porque muchos pensarán que estas celebrities no son más que unas zorras que ganan mucho dinero y que son totalmente libres y conscientes de sus actos. Pero la realidad es que son víctimas de un fuerte proceso de programación mental desde su más tierna infancia (y con programación mental me refiero a abuso físico, psíquico y sexual puro y duro). Sinéad O’Connor, una cantante que tuvo su momento de fama en los años 90, le escribió una carta a Miley Cyrus, la cual me permito reproducir parcialmente porque verdaderamente retrata muy bien de qué va esto:

Querida Miley:

[…] Estoy muy preocupada por el hecho de que los que te rodean te han hecho creer, o han alentado tu propia creencia, de que es de alguna manera ‘cool’ salir desnuda y lamiendo martillos en tus videos. De hecho, lo que haces es opacar tu talento al dejarte que te prostituyan, siendo la industria de la música o tú misma tu propia proxeneta.

Nada más que daño vendrá en el largo plazo al permitir que te exploten así. Absolutamente y de ninguna manera lo que haces representa una forma de empoderamiento ni para ti ni para ninguna otra mujer. Lo que estás haciendo es dar el mensaje de que tu valor es tu atractivo sexual más que tu evidente talento. […] Al negocio de la música tú y el resto de nosotros le importamos una mierda. Te prostituirán por todo lo que vales, y de forma muy inteligente, te harán pensar que era lo que tú querías. Cuando termines en rehabilitación como resultado de haber sido prostituida, “ellos” estarán tomando el sol en Antigua con los yates que se compraron por la venta de tu cuerpo. Allí te encontrarás muy sola.

A ninguno de los hombres que te observan tampoco le importas una mierda. No te dejes engañar. Muchas mujeres confunden deseo con amor. Que ellos te deseen sexualmente, no quiere decir que les importas, mucho más si tú misma das a entender que no te quieres ni un poquito. A nadie que realmente le intereses puede aprobar que te dejes prostituir. Y eso te incluye a ti misma”. Sí, estoy sugiriendo que no te valoras a ti misma. Y eso tiene que cambiar. […] Tú vales más que tu cuerpo o tu atractivo sexual. Pero el mundo del espectáculo no ve las cosas de esa manera, les gusta que las cosas se vean de otra forma. Las revistas que te quieren en su portada, o lo que sea, no te hagas ilusiones, todos ellos te quieren porque están haciendo dinero con tu juventud y tu belleza. […]

Le dijiste a la “Rolling Stone” que la mirada de tu video se basa en la mía. La mirada que yo elegí fue una decisión que tomé en un momento en que mi compañía de discos me alentaba para que haga lo que tú estás haciendo. Yo sentí que preferiría ser juzgada por mi talento y no mi aspecto y estoy feliz de haberlo pensado así, sobre todo porque no me veo como antes ahora que tengo casi 47 años de edad y, desgraciadamente, muchas mujeres artistas que han basado su imagen en torno a su sexualidad, terminan en cuando llegan a la edad madura. […] En cuanto a eso de que quieres alejarte de la imagen de Hannah Montana y quien te dijo que desnudarte es la mejor manera de hacerlo está equivocado, no te respetó ni a ti como jovencita ni tu talento. […]

Nos guste o no, las mujeres de esta industria somos modelos a seguir y como tal tenemos que tener mucho cuidado con los mensajes que enviamos a otras mujeres. El mensaje que estás dando ahora es que es muy ‘cool’ prostituirse, y en realidad no es así. Miley, eso es peligroso. Las mujeres deben ser valoradas por algo más que su sexualidad. No somos solo objetos de deseo […]”.

Yo no me voy a centrar tanto en la élite que se oculta tras esto, ni en el obvio impacto que este proceso tiene sobre las mentes más jovenes e influenciables. Voy a hacer más bien hincapié en que esto no es algo único del negocio del espectáculo, sino que es tan sólo la punta del iceberg. Porque en muchas empresas, e incluso en centros educativos, este proceso se repite a pequeña escala: la mujer es paulatinamente reducida a objeto sexual hasta que se desposee completamente de su personalidad; y hay poca cosa que pueda hacer para escapar de esta espiral maldita (no es tan fácil dejar tu puesto de trabajo o tus estudios).

Nos quedamos sólo con la capa superficial, y nos llenamos la boca con palabras como «liberación», «empoderamiento»… Nos creemos una sociedad muy avanzada porque «¡mira! ¡permitimos a las mujeres trabajar y estudiar!», cuando en realidad son demasiadas las que sufren en silencio el machismo más atroz en sus trabajos y en sus escuelas.

¿Y qué papel tenemos nosotras en esto? ¿Cómo podemos cambiar esta grotesca y desagradable realidad?

En el próximo post hablaremos de ello.

¿DE VERDAD QUERÉIS ACABAR CON LA VIOLENCIA DE GÉNERO?

Hoy me voy a salir un poco del tono habitual del blog y voy a dirigirme hacia toda la sociedad en general sobre algo que me tiene bastante harta.

Y es que hoy, 25 de noviembre, es el Día Internacional contra la Violencia de Género. Sí, hoy es el día en el que nos rasgamos las vestiduras por la violencia de género, escuchamos con asombro en los telediarios las estadísticas de mujeres asesinadas a manos de sus parejas (presentadas como si no fueran más que eso, unos simples números) y guardamos un minuto de silencio por las víctimas.

Y ya está.

Eso es todo lo que hacemos por mostrar nuestro rechazo a la violencia de género. Sí, nos indignamos mucho pero después no hacemos absolutamente nada por eliminar de nuestra mente todas las ideas y actitudes que legitiman y perpetúan la violencia de género.

Viñeta de Máximo

Viñeta de Máximo

Por ejemplo, si de verdad queréis acabar con la violencia de género, debéis dejar de pensar cosas como «sin celos no hay amor» o «a la pareja hay que controlarla, es lo normal«. ¿Qué? ¿Os parece una tontería? Pues este es el germen de todos esos casos de maltrato y asesinato que salen por la tele y que tanto os escandalizan.

Se puede decir más alto, pero no más claro

Se puede decir más alto, pero no más claro

Si de verdad queréis acabar con la violencia de género, dejad de mirar hacia otro lado cuando las mafias traen a chicas del extranjero (en su mayoría niñas) y las obligan a ejercer la prostitución, con la complicidad de nuestras democráticas y ejemplares instituciones. Dejad de pensar que «no es para tanto, que estas chicas en el fondo no son tontas, saben a lo que vienen» (claro, el sueño de toda mujer es acabar en un país lejano como esclava sexual, ¡qué duda cabe!). Porque la trata de seres humanos se cobra muchas más vidas de las que imagináis y eso está pasando aquí, en nuestros también democráticos y ejemplares países occidentales. Y además, precisamente de nuestros países del primer mundo parten todos los años multitud de personajes pudientes, poderosos y respetables en vuelos en clase Business a hacer turismo sexual a otros países menos desarrollados, frecuentemente buscando menores. Mencionadles también a ellos y llamadles también maltratadores cuando condenéis la violencia de género.

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Si de verdad quieres luchar contra la violencia de género, siéntate a hablar con tu hija, explícale qué es una agresión sexual y pídele que si sufre o ha sufrido alguna tenga la confianza contigo para contártelo. Sí, sé qué es difícil e incómodo hacerlo. Pero, si tu hija ha sufrido una agresión sexual, no la preguntes que qué ha hecho ni insinúes que la culpa puede ser suya. No te preocupes por tu orgullo de padre/madre, ni por lo que puedan opinar los demás si se enteran: la salud mental y la autoestima de tu hija son más importantes, créeme. Ármate de valor y denuncia al cabrón que la ha agredido (me da igual que sea un familiar, el cura del colegio o su novio de toda la vida). Sé que todo esto puede parecer muy obvio y coherente, pero, aunque no lo sepas, buena parte de las mujeres que conoces sufrieron una agresión sexual en el pasado y no se lo contaron a su familia por miedo, vergüenza o sentimiento de culpabilidad.

La educación es el mejor antídoto contra la violencia de género

La educación es el mejor antídoto contra la violencia de género

Si queréis emprender una auténtica cruzada contra la violencia de género, dejad de consumir basura sexista del estilo de Cincuenta sombras de Grey, la saga Crepúsculo, reality shows o revistas como Cosmopolitan o FHM. Y recordad: que parte de esa basura sea producida por mujeres no quiere decir que no sea machista.

Y dejad de educar a las niñas para que sean mamás, princesas o amas de casa. Educadlas para ser exploradoras, aventureras, curiosas, libres. Para que se perciban a sí mismas como SERES HUMANOS con la máxima dignidad, no como objetos de consumo ni esclavas de nada ni de nadie.

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En definitiva, para luchar contra la violencia de género no basta con ponerse lacitos morados o publicar muchos tweets con fotos de mujeres maltratadas. Luchar contra la violencia de género es, también, luchar en cierto modo contra nosotrxs mismxs, nuestros prejuicios y nuestra hipocresía. Es luchar contra la realidad que muchas veces no queremos ver. Porque violencia de género es la que sale por la tele y la que no, la que está en acto y también la que está en potencia. Para que no haya ni una muerta más, hemos de empezar por cuestionarnos todo lo que nos han hecho creer y repensar cómo vivimos, cómo pensamos, cómo nos relacionamos.

Para acabar de verdad con la violencia de género, hacen falta menos minutos de silencio y más horas de combate para transformar esta sociedad enferma y su doble moral.

#8 – Estropeadas

Hoy voy a hablar de cómo la sociedad enfrenta a la mujer con su compañero inevitable, el paso del tiempo. Sí, de acuerdo, este blog se describe como una «guía de (des)programación mental para mujeres jóvenes», y el envejecimiento quizá no sea, de forma inmediata, una de las principales preocupaciones de las mujeres jóvenes. Pero todas, en nuestra mente, llevamos incorporado una especie de «chip», un programa, que nos recuerda que un trágico día nos convertiremos en viejas brujas, en flores marchitas, en mujeres estropeadas.

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Una de las razones que me ha movido a escribir sobre este tema es que las mujeres mayores de 50 años que tengo a mi alrededor (madre, abuelas, tías, y otras mujeres de confianza) me repiten, con bastante frecuencia y un tono de lástima, de nostalgia, la siguiente idea: «tú disfruta, vive, aprovecha tu juventud, que luego llega un momento que te pasa como a mí, te haces vieja y te estropeas…«. A mí me gustaría decirlas a todas ellas que son mujeres estupendas y que no están estropeadas, que son seres humanos con miles de historias de contar y con una amplia experiencia que compartir, que están llenas de luz y sabiduría… Pero hay una venda en nuestros ojos que no nos deja ver.

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He hablado anteriormente de cómo el Sistema nos programa a las mujeres para odiarnos a nosotras mismas, cómo nos expropian nuestro cuerpo, nuestra mente, hasta el punto de de convertirnos en esclavas sumisas y perfectamente manipulables. La idea de fondo, grabada a fuego en el inconsciente colectivo, es siempre la misma: tu valor como mujer depende exclusivamente de lo sexualmente deseable que seas. Esto es tristísimo, pero además, para complicar aún más las cosas, ser «sexualmente deseable» se reduce a unos parámetros muy limitados, como ser joven, estar delgada, tener los pechos grandes, unos rasgos faciales y físicos conformes al canon de belleza vigente… y estos requisitos son, además, cada vez más estrictos, de manera que cada vez hay que ser más joven, estar más delgada, tener los pechos más grandes (lo cual entra en contradicción con lo anterior) y que tus rasgos no se salgan una milésima del maldito canon. Para entrar por el aro y pasar por el control de calidad, tenemos muchas herramientas: si estamos canónicamente gordas, podemos adelgazar, si somos canónicamente feas, podemos maquillarnos, pero hay una cosa que nunca se puede evitar ni detener: el paso del tiempo, y los intentos de hacerlo a menudo derivan en resultados esperpénticos.

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¿Sigues pensando que las arrugas no son hermosas?

Ver en la televisión rostros inmovilizados por el bótox, que no pueden ni tan siquiera sonreír, horroriza a cualquiera; ver cuerpos imposibles moldeados a golpe de bisturí y silicona, también; ver almas tristes, que no quieren aceptar algo tan natural como su edad…es sin duda descorazonador. Sin embargo, hay un todo un negocio a escala mundial que se nutre de nuestros miedos, nuestro miedo a las arrugas, nuestro miedo a las canas, nuestro miedo a dejar de ser, en definitiva, objetos sexuales, que es para lo que estamos programadas… Y no nos damos cuenta de que lo que nos están vendiendo no es real, sino una ridícula fantasía: en los anuncios de cremas antiarrugas aparecen chicas de 18 años, en los anuncios de cremas anticelulíticas aparecen chicas a las que aún no les ha salido celulitis, en películas y series aparecen actrices de 25 años haciendo el papel de una experimentada madre de 40…pero la realidad es que vosotras nunca seréis como esas chicas, porque la ciencia aún no ha descubierto como viajar hacia atrás en el tiempo, y… ¿sabéis que? ¡tampoco tenéis por qué ser como esas chicas!

Sin embargo nuestros miedos ahí siguen, y en cierto modo es lógico. Un hombre maduro, con sus primeras arrugas y sus primeras canas, es ampliamente considerado un hombre atractivo, experimentado, inteligente e interesante… La mujer madura, en cambio, es invisible (¿cuántas presentadoras, periodistas, actrices, humoristas… mayores salen en televisión?, poquísimas, muchas menos que hombres) o bien es ridícula (una vieja bruja amargada e histérica que envidia y ataca a las más jóvenes). En los últimos años, el papel de la mujer madura en los medios ha evolucionado y ahora resulta todavía más penoso, y ello se debe al tono compasivo y almibarado que utilizan muchas revistas y programas a la hora de hablar de la menopausia, como diciendo: «¡eh, todos te vamos a tratar como una vieja y gorda de mierda, pero ánimo, que tú puedes! Ahora compra un pañal para que no te mees encima y aprende nuestras deliciosas recetas para hacer la merienda a tus nietos».

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De todas las humillaciones que el Sistema perpetra hacia las mujeres, quizá esta sea la mayor de todas: propagar el odio hacia la mujer por algo tan inevitable, natural y lógico como hacerse mayor, logrando que incluso llegue a odiarse a sí misma. Yo al Sistema ya no le pido nada, no espero nada de él: sé que no basta con pequeños cambios ni con «pequeñas victorias», hasta que este injusto modelo económico y social se venga abajo por completo el ser humano nunca podrá liberarse de sus estúpidas cadenas.

Pero sí que pido algo a las mujeres maduras, y desde aquí lanzo un mensaje desesperado hacia ellas. Porque sin duda estamos viviendo un momento histórico, un cambio de paradigma social y económico: el Sistema seguirá siendo igual de injusto, pero el poder está diseñando nuevos métodos (aún más sofisticados y retorcidos) para seguir robándonos nuestro pensamiento y nuestra libertad. Claramente, el mundo va a cambiar, y por ello lxs ciudadanxs debemos despertar y luchar para que ese cambio sea a nuestro favor, para cambiar las reglas de este juego de locos. Y para que el mundo cambie en ese sentido, el mundo necesita vuestra experiencia, sabiduría, madurez, sensibilidad, sensatez, valentía, fuerza, serenidad, firmeza, aprendizaje…

Porque vosotras NO estáis estropeadas, es la sociedad la que está estropeada, enferma, marchita, caduca, podrida.

Y vuestra voz, mente y manos son absolutamente imprescindibles para cambiarla.

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#6 – El verano, esa época triste

El día 21 de junio comenzó el verano en el hemisferio norte del planeta Tierra (sé que hay compañeras que me leen desde el hemisferio Sur donde aún no es verano, ¡un abrazo a todas ellas!). El caso es que, a pesar del ambiente soleado y las caras felices de los anuncios de televisión, el verano, para mí, no deja de ser de algún modo una época triste.

A lo largo del año, las personas estamos en constante evolución: las circunstancias de nuestra vida nos hacen reflexionar, cambiar; a lo largo del año reforzamos más aún nuestras convicciones e ideas o bien decidimos romper con todo en lo que habíamos creído hasta ahora; a lo largo del año soñamos y despertamos en un ciclo que finalmente nos enriquece y nos transforma en mejores personas.

Sin embargo, en verano parece que esa maravillosa transformación desaparece por completo, ya que el Sistema ataca más que en cualquier otra época del año para convencernos de que no somos seres humanos, sino muñecas, y para ello saca toda su artillería pesada en forma de anuncios de chicas en bikini, dietas, y una avalancha de contradicciones del tipo:

«Come sano», cuando en realidad quieren decir «no comas»;

«Protégete del Sol», cuando en realidad quieren decir «ponte morena»,

«Disfruta del verano» cuando en realidad quieren decir «esclavízate en verano».

Es en esta época cuando las grandes corporaciones hacen «su agosto» (y nunca mejor dicho) y por ello la maquinaria de manipulación a través de la publicidad está presente en todas partes. Se utiliza a una chica en bikini hasta para vender un reactor nuclear, y en todos los anuncios el apasionante universo de la mujer se reduce a chicas jóvenes que sólo sonríen y muestran su artificial y enfermizo cuerpo; que no hablan, ni opinan, ni sienten; tan sólo son cosas tontas.

¿Es que no véis la clara relación entre las chicas en bikini y la aeronáutica?

¿Es que no véis la clara relación entre las chicas en bikini y la aeronáutica?

Muchxs pueden pensar que estoy exagerando, que no dejarse llevar por la publicidad es tan sólo una cuestión de «tener un poquito de personalidad», pero lo cierto es que se invierten millones y millones para que las mujeres no tengamos personalidad e indudablemente no se gastaría semejante cantidad de dinero si no tuviera efectos más que palpables. Y estos efectos, por más que queramos mirar hacia otro lado, son considerablemente graves.

En primer lugar, en esta época muchas adolescentes, niñas y jóvenes tienen unas largas vacaciones, con más tiempo libre que de costumbre. Y es triste saber cómo gran parte de ese maravilloso tiempo se consume por la obsesión con el físico, algo que es tan efímero; es triste saber cómo todas esas horas que las chicas pasan tomando el sol sin hacer absolutamente nada podrían emplearlas en leer, aprender, experimentar cosas nuevas, charlar con lxs amigxs… Es triste saber cómo todas esas horas que pasan aferradas a la fría máquina de un gimnasio para tener las piernas bonitas las podrían pasar caminando o andando en bici al aire libre, bajo el cobijo de los árboles de un parque… De acuerdo, visto así, esto puede no parecer tan grave, pero echar a perder el limitado tiempo de nuestra vida es una de las cosas más tristes del mundo, es un tiempo que ya nunca se puede recuperar…Y pensaréis: si todas estas chicas deciden pasar su tiempo así, es su problema, nadie debe meterse de por medio… Pero se nos olvida que cada una de estas chicas es potencialmente capaz de cambiar el mundo, y hay un mecanismo que lo impide porque las hace deshumanizarse a ellas mismas, convirtiéndose en meros objetos de exposición.

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Pero la religión del bikini no sólo nos hace malgastar nuestro tiempo en cosas banales, también tiene consecuencias gravísimas e irreversibles sobre la salud de muchas chicas.

El primer mandamiento de la religión del bikini, «no estarás gorda», se repite como un mantra en revistas, anuncios, e incluso en la boca de nuestros familiares y amigos más cercanos. Y millones de chicas en todo el mundo encuentran la redención dejando de comer. Sí, vale, dicho así no parece tan grave, todxs vemos muy natural y normal dejar de comer para estar delgadx pero…¿¡alguien se imagina a un animal de cualquier otra especie dejando de comer sólo para estar delgado!? Es algo que sin duda va contra la naturaleza de los seres vivos, sin embargo, el constante bombardeo con el mandamiento de «no estarás gorda» lleva a mujeres de todas las edades a sufrir, y hasta a morir, por trastornos alimentarios. Porque somos incapaces de entender que una mujer debe amar y aceptar su cuerpo, y estamos programadxs para rechazar automáticamente a cualquiera cuyo cuerpo no entre dentro de los malditos cánones de belleza.

¡Eres mucho más que un número!

¡Eres mucho más que un número!

El segundo mandamiento, «no estarás blanca», lleva a millones de chicas a meterse en asfixiantes ataúdes blancos llamados «cabinas de rayos uva», o a pasar horas y horas tumbadas en una toalla bajo el Sol a las horas centrales del día. Una vez más, desoímos a la Madre Naturaleza, la cual nos dotó de piel y vello corporal (el cual también arrancamos) precisamente para protegernos del Sol, astro cuya luz es necesaria para la vida en la Tierra pero que también emite algunos rayos nocivos de los que antaño nos protegía la cada vez más deteriorada capa de ozono. En lugar de protegernos del Sol, que sería lo lógico, o en todo caso tomar el sol por poco tiempo a unas horas razonables (que eso tampoco es malo para la salud) nos dedicamos a achicharrarnos como sardinas hasta los límites de la insolación sólo porque alguien nos ha dicho que si estamos blancas no estaremos bellas, no nos aceptarán, no brillaremos, no seremos felices. Y, por no aceptar el color de piel que la naturaleza ha escogido para nosotrxs, corremos el riesgo de sufrir melanoma o cáncer de piel, uno de los tipos de cáncer más complicados que existen. El vídeo «querida yo a los dieciséis» recoge testimonios en primera persona de chicas y chicos jóvenes que han sufrido este horrible tipo de cáncer.

Vive rápido, muere joven y deja un bonito (y bronceado) cadáver

Vive rápido, muere joven y deja un bonito (y bronceado) cadáver

Ahora, en verano, por todas partes proliferan mensajes en los medios de comunicación que dicen «en verano, CUÍDATE». Yo desde aquí tan sólo quiero revelaros que es mentira, que no quieren ni les interesa lo más mínimo que cuidéis vuestro cuerpo, sino que lo odiéis, que lo destruyáis, que sacrifiquéis lo único que verdaderamente os pertenece que es vuestro cuerpo y vuestra mente a su dios, el dios del capitalismo, el dios del dinero.

La verdadera revolución comienza cuando nos encontramos en paz con nosotrxs mismxs y comprendemos el verdadero poder de nuestro cuerpo y nuestra mente.

¡Libera tu mente!

¡Libera tu mente!

 

#3 – Chicas malas

Aldous Huxley, en su novela Un mundo feliz, hablaba de una droga, el soma, a través de la cual se mantenía felizmente sometida a toda la población. Sin duda, una de las muchas clases de soma con la que se droga a la gente hoy en día son todos estos programas de televisión en los que se expone la vida de famosillos y famosillas de medio pelo, que no han hecho absolutamente nada en su vida y además se hace de la forma más ridícula e indigna.

El corazón, al igual que cualquier otra droga, causa una fuerte adicción. Sabemos que estos programas no nos aportan absolutamente nada y que son una forma estúpida de perder el tiempo; pero aún así nos hipnotizan, nos «enganchan» con sus caras guapas, sus imágenes rápidas, sus colores brillantes y su música estridente. Nos hacen escapar de nuestras aburridas e insípidas vidas, nos hacen sentirnos como un dios, un Gran Hermano capaz de saber absolutamente todo sobre las miserable intimidad de los bufones que aparecen en nuestras pantallas de televisión.

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Admiramos su falta de dignidad, de sentido común, de inteligencia; y es preocupante cómo muchas chicas acaban adoptando la fantasía de que su propia vida es un reality show. Así, siguen a las concursantes de Mujeres y Hombres y viceversa o a las de Gandía Shore y quieren ser como ellas: Barbies con extensiones y pechos de plástico que compiten por cazar a su Ken; quieren ser famosas y salir en revistas que tratan a las mujeres como ganado, quieren salir cada noche, beber y drogarse hasta perder la consciencia porque en las pantallas de televisión no se proyecta la destrucción personal y familiar que provocan las drogas. Confunden tener muchos seguidores en Twitter o Instagram con ser admiradas o respetadas.

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Y el corazón, al igual que las demás drogas, no sólo nos destruye personalmente sino que también desintegra nuestros lazos sociales. Nos convierte en chicas malas: se nutre de nuestra falta de autoestima para hacer que perdamos nuestro tiempo criticando a las demás mujeres y juzgándolas por su físico, su peso, su edad, su vida personal…  De hecho, hay revistas que el único contenido que ofrecen es burlarse de los defectos físicos de mujeres famosas (¡y nunca de hombres!). Al introducirnos en esta dinámica, esta droga nos produce un chute de euforia, nos hace sentir mejor: creemos que, comparándonos con las demás, somos más guapas, más listas, más «decentes», mejores madres… en definitiva, menos miserables.

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Así, muchas chicas se «arreglan» (como si al natural estuviesen estropeadas) no para impresionar a una persona que les guste, sino para evitar las críticas de otras mujeres; suegra y nuera «compiten» por ver quién trata mejor al hombrecito de la casa y, siendo honestas, ¿quién de nosotras no ha sido traicionada por una supuesta amiga o grupo de amigas en el instituto?

La sociedad siempre trata de convencernos de que esto es algo natural, de que las mujeres somos víboras por naturaleza, de que somos el sexo débil, enfermizo y retorcido que tiene que ir por detrás ante su falta de fuerza física. ¿Es esto cierto? Claramente no, pero a los amos de este planeta les interesa y mucho fomentar esta clase de comportamiento. Les interesa mantenernos distraídas con nuestras intrigas sentimentales en lugar de observar y cuestionar la realidad que nos rodea; que perdamos el tiempo en preocuparnos por lo que piensen los demás en lugar de preguntarnos qué es lo que realmente queremos nosotras; y lo que es más importante, les interesa que NUNCA ESTAMOS UNIDAS. Porque saben que el día que estemos unidas y tengamos claro por qué luchamos, los pilares de su imperio sexista basado en el engaño y la opresión comenzarán a temblar.

Por tanto, destruyamos todos aquellos prejuicios e ideas rancias que nos mantienen desunidas, apaguemos el televisor y no dejemos que sus mentiras envenenen nuestra mente, usemos la cabeza y no consumamos corazón.

¿Chicas malas?…¡sí, pero para su sistema!

#2 – Rompamos espejos, rompamos cánones

¿Qué es el canon?

Canon es la regla, lo convencional, el protocolo, lo estándar: o estás dentro del canon o estás fuera. En concreto, los cánones de belleza han estado presentes en el arte y la arquitectura a lo largo de toda la historia, y su función original es orientar a artistas, escultores, pintores… e inscribirles dentro de una corriente u otra.

El problema viene cuando el canon de belleza se convierte en una especie de Ley Universal ante la que el ser humano (y especialmente las mujeres) tiene que someterse de forma incuestionable, a pesar de que el canon de belleza de hoy en día es, desde mi punto de vista, el más estúpido desde la época de los corsés y las pelucas empolvadas.

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Esta es Miranda Kerr, una buena representante de lo que es el canon de belleza de hoy en día. Su verdadera cara está oculta bajo toneladas de maquillaje, su peinado resulta de horas de maltrato térmico a base de plancha y tenacillas, sus tetas son producto del push-up y probablemente algún toque de silicona y, ¿quieres saber algo verdaderamente bizarro? Miranda Kerr no tiene cejas. Muchas modelos no tienen cejas, las tienen afeitadas completamente o a la mitad, y lo que hacen es pintárselas (últimamente se las están dejando crecer, pero esto seguramente no sea más que otra tendencia pasajera). Pero esto no es lo más grotesco. Miranda Kerr, si se hiciera la prueba del Índice de Masa Corporal (IMC), probablemente obtendría como resultado «desnutrición severa». En la foto se aprecia bastante bien, pero probablemente estés tan cegada que no seas capaz de verlo.

Y eso es lo preocupante: nos quieren enfermas, plastificadas y modificadas y nosotras lo vemos como algo completamente normal. Es más, cuando vemos una mujer que no tiene la suerte de haber nacido tan guapa como Miranda Kerr y se niega a enfermar, plastificarse o modificarse enseguida nos apresuramos a llamarla gorda, plana o fea.

Pero todo esto tiene una razón de ser: nos han programado para pensar así porque esto mueve un negocio verdaderamente millonario. La economía capitalista no se basa en satisfacer necesidades, sino en crear insatisfacción. Y por eso nunca nos vemos lo suficientemente delgadas, nunca sentimos que la ropa nos sienta lo suficientemente bien: así volveremos a la tienda a comprar más ropa. Cada vez que una mujer pierde un complejo, una corporación pierde potenciales y suculentos beneficios.

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Y esa es la dinámica diaria en la que viven millones de mujeres en el mundo industrializado: todas caminamos como zombies en busca de una perfección física que en absoluto nos hará más felices, más libres o nos hará sentir más realizadas. Desde nuestra más tierna infancia entramos en una cadena de producción para convertirnos en muñecas de plástico: nos sometemos a estrictas dietas para tener éxito en la operación bikini, nos arrancamos el vello natural de nuestro cuerpo, nos obsesionamos con la imagen que proyectamos hacia los demás. Nos bombardean a todas horas con imágenes de mujeres perfectas a las que debemos parecernos, el Gran Hermano de la Belleza nos vigila las 24 horas del día, es el espejo aquel ante quien debemos rendir cuentas. Nos da vergüenza entrar solas a los sitios, necesitamos que nuestras amigas abran la puerta primero o nos acompañen al baño. Al entrar en clase, en el trabajo, en las reuniones familiares…nos sometemos al escrutinio de todos aquellos a nuestro alrededor que van a juzgar nuestro físico, y nosotras mismas encontramos diversión en juzgar y criticar el físico de lxs demás. Y esta espiral insana deriva en terribles consecuencias: rostros y cuerpos deformados por la adicción a la cirugía estética, chicas de todas las edades con graves trastornos alimentarios, mujeres que sufren rechazo social e incluso no encuentran trabajo debido a sus características físicas.

Este mecanismo diabólico, obviamente, no sólo engorda los bolsillos de las grandes corporaciones de la moda y la belleza, sino que también beneficia a las élites mundiales que quieren una población aborregada, esclava, dormida. Y, para ello, ¿qué mejor que conseguir que las mujeres sean vistas por la sociedad (y por ellas mismas) como nada más que un ejército de cuerpos, objetos, muñecas?

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El oncólogo brasileño Drauzio Varella dijo una frase que representa muy bien el mundo actual:

«En el mundo actual se está invirtiendo cinco veces más en medicamentos para la virilidad masculina y en silicona para mujeres que en la cura del Alzheimer. De aquí a algunos años, tendremos ancianos sin problemas de virilidad y ancianas con grandes senos, pero ninguno de ellos se acordará para qué sirven«.

No consintamos esto: despertemos y defendamos nuestra existencia como seres humanos en busca de la verdad, la libertad, el conocimiento. No permitamos nunca más que nos traten como muñecas.

Rompamos espejos, rompamos cánones.