#13 – Mi primera vez

Me llamo Claudia y ya no sé que hacer. Estoy desesperada, y me siento tan sucia…

Al principio, todo era magia. Aquellas miradas fugaces, aquellas noches enteras hablando sin parar… Y finalmente, él me dijo «te quiero». Que iba a estar a mi lado para siempre. Hasta el infinito. Que me haría sentir única todos y cada uno de los días de mi vida.

Yo me sentía la chica más afortunada del mundo: había encontrado el amor después de llevarme tantos chascos. Él se portaba genial conmigo, era tan encantador y detallista…

La semana pasada hicimos 5 meses, y mis amigos me dijeron lo que yo ya llevaba pensando unos días: llevábamos bastante tiempo juntos, y ya iba siendo hora de hacerlo… o terminaría perdiéndole. Iría a buscar en otra chica lo que yo no le daba. Yo no quería perderle. Le amaba. Además, él de verdad me gustaba y yo también tenía ganas de probar qué se sentía.

Así que al fin le dije que estaba preparada. Él me contestó que él también tenía ganas de hacerme suya, y que mi primera vez sería algo increíble y especial.

El sábado por la tarde me llamó, me dijo que fuera a su casa, que no estaban sus padres. Yo fui, nerviosa, temblando de la emoción. Estaba ilusionada, y pensaba que nuestra primera vez sería muy bonita, mágica y que no la olvidaría nunca.

Pero no fue como esperaba. No sé por qué… pero las cosas no marcharon bien. Costó mucho conseguir que «eso» entrara, y cuando lo hizo yo no sentí nada salvo un terrible dolor. Cuánto dolía. Incluso sangré y todo. Aguanté como pude, y cuando terminamos volví hacia casa avergonzada, frustrada e incómoda.

Al día siguiente, él no dio señales de vida. Parecía que se le hubiera tragado la tierra. No me cogía el télefono, ni respondía los whatsapps que le mandaba. Cuando nos encontramos el lunes en clase, se acercó a mí y me dijo fríamente que ya no sentía lo mismo por mí. Que lo dejábamos.

Ahora mismo estoy destrozada. ¿Cómo puedo haber metido la pata así? Yo estaba enamorada de él, sólo quería hacerle feliz… Le regalé mi virginidad, ese tesoro tan preciado que llevaba guardando para ese alguien especial… y él tan sólo se ha reído de mí. Cuánto me arrepiento, me siento tan mal…

Hola, Claudia.

Lo primero de todo, me pongo en tu lugar y comprendo que estés destrozada. Tú confiabas en una persona a quien querías, y esa persona te ha hecho daño. Es lógico que estés dolida.

Pero si además de dolida, te sientes avergonzada, humillada, inútil, arrepentida y sucia… eso ya no es algo natural, sino el producto de una retorcida e irracional historia que te han ido introduciendo en la mente desde que eras pequeña. Y el punto de partida desde el que arranca esa historia es la virginidad.

La virginidad

¿Nunca te has preguntado por qué damos tanta importancia a la virginidad?

¿Por qué ponemos un nombre a “la condición de no haber mantenido nunca relaciones sexuales”, y no ponemos nombre a la condición de no haber escalado nunca una montaña, no haber plantado nunca un árbol o no haber escrito nunca un libro?

Eso es porque nos han enseñado a asociar la virginidad a un estado de pureza, virtud, inocencia… Mientras seas virgen eres una mujer buena, beata, portadora de un preciado tesoro que tan sólo debes entregar a tu príncipe azul, ese hombre ideal que te salvará de tu prefabricada, gris e insustancial vida…

Y es así como el Sistema disfraza en forma de mito cargado de magia y romanticismo algo cuyo origen no tiene nada de romántico. Algo que en realidad es, ni más ni menos, una forma de control sobre las personas.

El nacimiento de la virginidad como mito se remonta a siglos atrás, cuando la propiedad sobre la mujer se transmitía del padre al marido a través del matrimonio. Entonces, la virginidad era algo que marcaba el valor del objeto de compraventa (la mujer), dado que permitía al nuevo propietario (el marido) asegurar que los hijos de la mujer recién adquirida eran en realidad suyos. En definitiva, se trataba de una herramienta de control sobre el cuerpo de la mujer y su capacidad de tener hijos. Y desde entonces, se ha seguido utilizando para reprimir la libre disposición del cuerpo, la mente y la sexualidad de las personas.

Las novias se visten de blanco como símbolo de virginidad y "pureza"

Las novias se visten de blanco como símbolo de virginidad y «pureza»

Por lo tanto, no tiene ningún sentido que pienses que le has regalado tu virginidad a alguien. Más que nada porque la virginidad no existe, no tiene ningún fundamento racional o científico alguno. Tan sólo se trata de una idea que te han inoculado, una superstición que llevamos siglos arrastrando y que tan sólo tiene el significado que tú quieras darle.

La primera vez

El segundo capítulo de la insana fantasía que te han hecho creer, fuertemente vinculado al anterior, es el de la primera vez. Nos han dicho que la primera vez tiene que ser especial. Pero eso es sencillamente falso: la primera vez no tiene por qué ser más especial que la segunda, la tercera o la vigésima. Y menos cuando la primera vez, desgraciadamente, es una experiencia dolorosa y desagradable para muchas mujeres (sin importar cuántas velitas o pétalos de rosa se pongan en la habitación).

Esto no es de extrañar, ya que muchas de nosotras tenemos un miedo, un rechazo y un desconocimiento atroces hacia nuestro propio cuerpo y su funcionamiento. Dado que en la mayoría de familias el sexo sigue siendo un tema tabú, nuestras fantásticas fuentes principales de educación sexual siguen siendo dos: el sistema educativo y la pornografía de masas, teniendo en cuenta que esta última no sólo aparece en las películas X como tal sino también en el cine, la televisión, la música…

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El sistema educativo te enseña que el sexo sólo sirve para tener hijos; y la pornografía de masas que el sexo sólo sirve para obtener placer inmediato (y, normalmente, para que el hombre obtenga placer inmediato). Pueden parecer dos mensajes opuestos pero en el fondo se complementan muy bien, y es que ambos sirven a la tarea de ocultar la dimensión más liberadora, espiritual y revolucionaria del sexo, de invisibilizarlo como una forma única de autoconocimiento y comprensión, conexión y comunicación entre personas.

Y ahí está el problema: comenzamos a tener relaciones sexuales sin tan siquiera saber lo qué realmente es el sexo. Comenzamos el viaje con una gran maleta cargada de tantos prejuicios, tanta ignorancia y tantas ideas preconcebidas…

Tercer capítulo: Continuará… ¿o no?

Y en el tercer capítulo de esta historia, hay 2 posibilidades (como en aquellos libros de «Elige tu propia aventura«). La primera es que, después de la mágica primera vez, los protagonistas se embarquen en un largo y apasionado romance, y entonces la historia continuará (concluyendo normalmente con el clásico episodio de boda-chaléconpiscina-niños.)

Y la segunda posibilidad es que la historia termine de forma trágica y abrupta. El gentil caballero huye volando en su corcel alado y entonces nos sentimos humilladas, despreciables, sucias. Sentimos como si nos hubieran robado algo. ¿Pero esto por qué?

Aquí también entra en juego la educación, esta vez la educación afectiva. La cual recibimos de películas de Hollywood, cuentos de princesas, novelas, revistas, canciones y demás mierda similar. Puras armas de contaminación mental que ejercen una gran presión sobre nosotras, y que nos meten en la cabeza que cuando te acuestas con un hombre (y más si es tu primera vez) te estás entregando, estás haciendo suyo tu cuerpo, tu corazón… a cambio de que él te jure amor eterno.

La Sirenita entrega ni más ni menos que ¡su voz! para conseguir a su príncipe azul

La Sirenita entrega ni más ni menos que ¡su voz! para conseguir a su príncipe azul

Esto puede parecer muy apasionado y romántico, pero quiero que pienses en la gravedad de lo que verdaderamente significa. «Entregar», «hacerte suya», «a cambio de»… ¿esto no suena más a una compra o a una venta? ¿Estamos hablando de sentimientos o de CAPITALISMO en estado puro? Te han enseñado a concebir el sexo como un vulgar y banal intercambio, en el que la moneda utilizada no es ni más ni menos que ¡tu propio cuerpo!

Y todo a cambio de un falso paraíso que se promete a través de las palabras mágicas «te quiero» y «te amaré eternamente». Sí, por supuesto que si tienes pareja ha de existir amor, respeto, confianza, comprensión y amistad mutuos… Pero creer que existe tu amor ideal y que hay una forma de retenerle contigo para siempre es una ilusión absurda y peligrosa, que te genera dependencia emocional y aniquila tu autonomía personal.

No necesitas una media naranja, porque ¡tú eres una naranja entera!

No necesitas una media naranja, porque ¡tú eres una naranja entera!

Esta es, Claudia, la historia que, como virus, infecta la vida y el pensamiento de muchas personas en todo el mundo.

Pero llegó la hora de mandar este programa infeccioso a la Papelera de reciclaje. Llegó la hora de que te cuestiones toda esta historia, y de que decidas si quieres seguir manteniéndola en tu vida y soportar las consecuencias que ello te traería.

Y el primer paso a seguir es recuperar tu poder sobre tu cuerpo y tu pensamiento. Porque tú no te has entregado a nadie, tú no perteneces a nadie. Tu cuerpo no es el trofeo de nadie. Tu cuerpo es una obra de ingeniería maravillosa, que sólo te pertenece a ti y que te puede permitir sentir y conocer cosas inimaginables. Que alberga a un ser humano increíble en su interior, con una dignidad absoluta y un valor infinito.

Así que, querida Claudia, conócete, explórate, no tengas miedo de vivir, descubre. Y no derroches más energía creyendo en dogmas cuyo único fin es anular y destruir la maravillosa conciencia que tienes. Eso sí que es tu más preciado tesoro. Cuídalo.

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#12 – Quiero que seas mía

«Quiero que seas mía»

Habrás oído esa frase miles de veces, en películas, libros, y es posible que incluso en los cuentos e historias de princesas que veías de pequeña. Es como una fórmula mágica, como un hechizo, y si no me crees te voy a proponer un juego: cierra los ojos ahora mismo e imagina a la persona que más te gusta/atrae/de la que estás enamorada susurrándote al oído «QUIERO QUE SEAS MÍA».

¿Notas como se te pone la piel de gallina y te palpita fuerte el corazón? ¿Notas cómo ardes por dentro y un torrente de emociones fluye por tus venas? ¿No tiemblas al pensar en la persona que amas pidiéndote que seas sólo suya? ¿Se te caen las bragas la baba al pensarlo?

love

Si es así, siento decírtelo pero tienes un problema. A lo mejor piensas que estoy exagerando, o que quizá me acaba de dejar el novio y estoy pasando por aquella fase de «el amor es una mierda»… Pero no. No van por ahí los tiros.

¿Has pensado qué es lo que verdaderamente significa esa frase, especialmente la palabra «mía»? Vamos a analizarla.

Mía, en esta frase, es un pronombre posesivo, es decir, indica posesión. Así que cuando alguien te dice «eres mía» en realidad quiere decir que te posee, que tú eres de su propiedad, como si fueras un coche, unos calcetines o un cepillo de esos para quitarse la mierda de las uñas de los pies. Y lo mismo ocurre cuando otras tantas frases, como por ejemplo «tú me perteneces».

"Tú me perteneces", obra cumbre de la literatura universal

«Tú me perteneces», obra cumbre de la literatura universal

Pero lo grave no es lo que estas frases significan. Lo grave es lo que estas frases implican.

Cuando perteneces a alguien, tu cuerpo deja de ser tuyo. Ya no eres tú la qué decides qué ponerte, ni para qué ocasión. «Te arreglas para otros y no para mí», te dice tu pareja cuando sales de fiesta con tus amigas y decides ponerte guapísima para ello. Y son frases del tipo «me gustarías más si no estuvieras gorda, o si tuvieras las tetas más grandes» las que llevan a miles de mujeres a someterse a peligrosas dietas y operaciones de cirugía estética. Cuando tu pareja cree que le perteneces, se creerá con derecho a hacer contigo lo que quiera: forzarte a hacer cosas que no quieres hacer, insultarte, empujarte y llegar incluso a darte una paliza… y todo se justifica porque tú eres suya.

Cuando perteneces a alguien, renuncias a tu intimidad y dejas todo tu mundo en manos de esa especie de Gran Hermano que vigila todos tus movimientos. Ya no puedes ir a ningún sitio sin estar «informando» constantemente a esa persona, a quien debes explicaciones de con quién estas, qué haces, de qué hablas, porqué estás o no conectada al whatsapp… Todo tiene que estar bajo el control de esa persona, vives con miedo y bajo la sospecha constante.

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Cuando perteneces a alguien, también has de destruir tus vínculos afectivos con otras personas, porque no puedes ni debes tener amigxs (y mucho menos del sexo contrario), ni hacer caso de lo que tus seres queridos te digan. Implica que no hay más mundo ni más gente que esa persona, de la que dependes absolutamente para sentirte feliz contigo misma. Dependes constantemente de su aprobación, de sus «te quiero», de sus palabras bonitas…

¿¡Pero qué basura milenaria es esta!?

¿¡Pero qué basura milenaria es esta!?

Y además, normalmente, la relación de propiedad es recíproca: ya no sólo tu eres propiedad de alguien, sino que ese alguien también es propiedad tuya. Y eso también es destructivo para ti, porque cuando crees que alguien te pertenece, eso se convierte en una obsesión, en una droga: consumes toda tu energía en intentar averiguar qué hace esa persona, con quién se relaciona… Te conviertes en detective, cuando podrías dedicar tu tiempo a otras actividades mucho más interesantes y edificantes.

Por tu propia salud mental... ¡no te conviertas en novix obsesivx!

Por tu propia salud mental… ¡no te conviertas en novix obsesivx!

Frenemos un momento… ¿verdad que este retrato del amor no es muy agradable?

¿Y, por qué, a pesar de todo, seguimos viéndolo como «normal»?

La respuesta está en que, a lo largo de mucho tiempo, el Sistema nos ha lavado el cerebro para que nosotras creamos que esto es natural, que es que «el amor duele». Y lo hace desde la más tierna infancia, con cuentos en los que las princesas tienen que sufrir terribles penurias para encontrar el Amor, personificado en su Príncipe Azul. Ese es el máximo sueño al que debemos aspirar, es esa la recompensa por la que merece la pena entregar tu voz a una bruja, como en el caso de la Sirenita (muy simbólico esto, por cierto), o incluso entregar tu vida, como en el caso de la Bella Durmiente…

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Mujer, no sueñes (a no ser que sea con un tío)

Pero, ¿por qué tanta historia de amor con final feliz? ¿Por qué tanto bombardeo en revistas, películas, novelas?

¿Por qué todo el mundo te medio obliga a encontrar pareja si estás soltera?

¿Y por qué todo el mundo te critica si tienes (o si quieres tener) una relación que no sea convencional, que no se base en la propiedad ni en la dependencia emocional?

¿Por qué parece que todxs forman un complot contra ti?

Todo esto es porque, cuando aceptas ser PROPIEDAD de otra persona, aceptas convertirte en un objeto, y también aceptas renunciar a tu LIBERTAD como individuo, como ser pensante, viviente, y sintiente. Y si renuncias a tener tu propia libertad, tu propio pensamiento, tu propia conciencia, autonomía y capacidad de tomar decisiones… jamás te cuestionarás el lugar en el que el Sistema te ha colocado. Sí, el capitalismo ha secuestrado una idea tan bella y maravillosa como el amor, de tal forma que sus reglas se basen en las mismas reglas que la propiedad privada… todo para mantenerte sumisa y quieta en tu sitio. Pero no te dejes engañar: el amor basado en la posesión no es amor, sino sufrimiento, sumisión, manipulación y dependencia emocional, entre otras cosas.

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¿Y cómo podríamos combatir esta idea del amor tan amarga y mercantilista?

En mi opinión, la mejor forma de luchar contra el amor falso es con amor verdadero, del bueno, del de verdad. Aquel que no se representa con un candado cerrado, que no «ata», que no «encierra», sino con un candado abierto: tú abres las puertas de tu mundo a otra persona, cuando quieres y como quieres (y las cierras también cuando quieres)… no para «atrapar» a la otra persona ni que ella te atrape a ti; sino para sumar, para construir, descubrir infinidad de cosas nuevas…

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En definitiva, se trata de pasar del «quiero que seas mía»… al «quiero que seas… CONMIGO»

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#7 – Tres mentiras y una verdad sobre el feminismo

El feminismo es algo que no deja ni nunca ha dejado indiferente a nadie: difícil de definir con exactitud, hay quien lo ve como una oportunidad y hay quien lo ve como una amenaza; unos lo consideran un éxito y otros un fracaso; para mí, el feminismo ha sido, en cierto modo, una revolución secuestrada (en próximos posts hablaré de ello). Lo que está claro es que miles de chicas jóvenes, que al fin y al cabo son a las que me dirijo en este blog, se acercan al feminismo con miedo, confusión, dudas, absorbiendo todos los prejuicios que flotan en el aire de nuestra malsana sociedad; y con este post lo que quiero es derrumbar esos mitos (algunos titulares están escritos en un tono exagerado para dar un toque de humor, pero en el fondo no se alejan demasiado de lo que realmente piensa la gente…).

1) El feminismo quiere imponer la Gran Dictadura Mundial del Coño y rebajar al Enemigo Varón a la condición de esclavo sexual

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FALSO. El feminismo, al igual que todas las demás revoluciones sociales, busca la igualdad entre todos los seres humanos, que ningún grupo imponga de forma coactiva su poder sobre otro y que no se tolere la discriminación, en este caso por razón de sexo. El feminismo denuncia la opresión que han sufrido sistemáticamente las mujeres y niñas de todas las culturas a lo largo de toda la historia (sí, incluida la sociedad occidental y la época actual) a las cuales se ha tratado y se trata, según convenga, como ganado, como una posesión o como una mera máquina de parir esclavos que trabajen y consuman en beneficio del Sistema; pero no creemos que la opresión deba remediarse con más opresión, no queremos un «machismo a la inversa»: queremos la libertad efectiva para todas las personas, una sociedad inclusiva donde fluya el pensamiento crítico, cuente la opinión de todxs y no se reduzca al ser humano (sea hombre o mujer) a una simple máquina de producir y consumir. Y no, tampoco creemos que «el enemigo» sean los hombres en general, el verdadero enemigo es el Sistema que controla física y mentalmente a lxs ciudadanxs, utilizando herramientas como la exclusión, la discriminación, y por tanto también el machismo, para limitar las posibilidades del ser humano y apropiarse de su energía, de su tiempo y de su vida.

2) Las feministas son feas, sucias y malfolladas y si son feministas es porque están amargadas y nadie quiere darlas «mandanga de la buena»

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FALSO. Estos son los argumentos más infantiles (pero por desgracia también los más efectivos) que utiliza el Sistema para que las mujeres tengan «miedo» a acercarse al feminismo, que tengan cuidado de no parecer «demasiado feministas». Pero basta utilizar la lógica y la razón para darse cuenta de que esta caricatura de las feministas no puede ser más irreal. En primer lugar, las feministas no son feas, pero entienden que su misión en la vida no es ser guapas, entienden que tienen cabeza para pensar, boca para opinar y manos para construir, que no son meros objetos de exposición. Hay feministas que llevan pelo corto, sudadera y zapatillas, y las hay también con pelo largo, minifalda y sandalias; pero por favor, dejemos de fijarnos en los malditos envoltorios, lo que las hace verdaderamente valiosas es la energía y la fuerza que albergan en su interior. Y respecto al otro mito…las feministas, lejos de estar amargadas, disfrutan incluso más de sus relaciones afectivas y sexuales, porque tienen menos complejos y menos prejuicios rancios respecto al amor y la sexualidad.

3) Las feministas son unas fanáticas radicales locas con las que no se puede dialogar y que sacrifican jóvenes doncellas a Satán

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FALSO. La verdad es que yo hace algunos años también tenía este prejuicio, era consciente de la cantidad de injusticias que se cometen contra la mujer pero, probablemente influida por familiares, amigxs y sobre todo por los medios de la comunicación, veía a las feministas demasiado intolerantes y dogmáticas. Sin embargo, un buen día apagué la tele y comencé a moverme por los círculos feministas de mi ciudad, asistir a reuniones, talleres… y allí sólo me encontré personas críticas, despiertas, con la mente abierta y de lo más tolerantes con las opiniones de los demás. Dentro del feminismo existen una gran cantidad de corrientes y opiniones, pero si a pesar de todo sigues pensando que las feministas son dogmáticas, ¡con más razón te necesitamos en el movimiento!, porque el dogmatismo y las mentes cerradas siempre terminan por destruir toda revolución.

4) El mundo está lleno de falsas (y falsos) feministas

VERDADERO. Por desgracia, el feminismo es utilizado como arma política por los altos cargos de los gobiernos y las corporaciones para ganar popularidad, votos, para dar «buena imagen». Inflan sus discursos con elogios vacíos a la mujer y se les llena la boca de términos como «igualdad» y «género», pero, siendo honestos, si a toda esta gente les importa una mierda el destino de la Humanidad y del Planeta, ¿cómo les van a importar los problemas de las mujeres? Esta hipocresía llega hasta límites absurdos, como un banco que decidió regalar una bayeta a sus empleadas y un alcalde que decidió regalar un delantal a las vecinas por el Día de la Mujer Trabajadora.

La aplastante presencia de mujeres en la Cumbre Mundial de la Mujer

La aplastante presencia de mujeres en la Cumbre Mundial de la Mujer

Toda esta gente jamás se autodefinirá como «machista» o «sexista», incluso muchos no tienen ningún reparo en declarar ser «feministas», pero lo cierto es que el verdadero feminismo, el que se organiza y lucha desde la base, les da auténtico miedo.

De hecho, si todos estos prejuicios sobre el feminismo que he enumerado anteriormente están anclados en la mente de las personas, a pesar de que no es «políticamente correcto» expresarlos en público, es por miedo, es porque el Sistema tiene miedo de que las personas dejen de sentirse limitadas por los roles asignados a su género, dejen de sentirse robots programables en todos los ámbitos de la vida y empiecen a sentirse personas libres con capacidad de pensamiento pronto.

Mientras tanto, nosotras seguimos, de algún modo, prisioneras en la cárcel de nuestra propia mente, y el feminismo es una llave más que nos permitirá ir desbloqueando, poco a poco, la pesada puerta metálica de nuestra prisión. Acerquémonos sin miedo, construyendo y luchando juntas, manteniendo siempre una actitud crítica.

Al principio hay que soportar el esfuerzo…pero después nada importará que nos llamen feas, gordas, amargadas, locas. Nosotras nos sentiremos libres.

#4 – La soltera del grupo

Hoy en día, parece más que superada aquella idea de que el destino inevitable de la mujer es convertirse en buena esposa, madre y ama de casa, y de que su única misión en la vida ha de ser atender abnegadamente a su familia. En una sociedad en la que en todas partes se habla de «igualdad» (aunque muchas veces se trate más de un mero formalismo que de una verdadera vocación feminista), cualquiera diría que la mujer está liberada y que ya no tiene aquella presión social por encontrar marido que tenían las mujeres de antaño. Pero, ¿realmente podemos estar tan segurxs de esto?

Cuando, en un grupo de amigos varones, uno está soltero y no manifiesta expresamente su deseo de encontrar novia, casi todos entienden que sencillamente no quiere tener una, o que tal vez esa no sea una de sus prioridades. Es más, hasta le envidian, porque quizá si está soltero es porque no se ha metido en una relación que él realmente no deseaba.  Pero, ¿qué pasa cuando la que no tiene novio es ella? ¿Qué pasa con «la solterona» que hay en todos los grupos de amigas y en todas las familias? A ellas todo el mundo las trata con compasión, piensan que si no tienen pareja es porque han tenido «mala suerte», y sus amigas, hermanas y sobrinas tratan de animarlas, como si tuvieran una enfermedad o fueran víctimas de una gran desgracia: venga, tía, no te preocupes, ya encontrarás a alguien… y el resto de personas, directamente, piensan que la soltera en cuestión lo es por ser fea y/o inaguantable. En efecto, la sociedad no entiende que una mujer pueda vivir de forma plena si no encuentra al amor de su vida.

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Todo esto se debe al terrible lavado de cerebro al que nos someten desde que somos pequeñas. Mientras los dibujos animados orientados al público infantil masculino tratan sobre historias cargadas de acción y aventura, la única acción y aventura que experimentan las princesas que ven las niñas es encontrar a su príncipe azul (para lo cual necesariamente tienen que ser bellas y delicadas). El enorme aparato propagandístico del amor romántico, que se encarna en forma de vomitivas comedias románticas, series de televisión y sagas literarias, golpea fuerte en nuestra conciencia desde nuestra más tierna juventud; por eso las chicas se sienten terriblemente desgraciadas cuando les toca ser «la soltera del grupo» (aunque tengan 13 años y debieran estar preocupándose por jugar, descubrir, imaginar, aprender…). Qué desgraciadas ellas, incapaces de encontrar a su príncipe azul y ser felices para siempre…

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Muchos dirán: el amor existe desde siempre, desde la época de Calisto y Melibea… Sí, pero en el final de La Celestina resulta que Calisto sólo quería tema. El problema es que el idea de «amor» que comparte la mayoría de la población es completamente irreal. Sí, enseguida calificamos a una persona que no busca una relación seria como «inmaduro», pero ¿no es más inmaduro buscar una relación basada en una clase de amor que es irreal?

Y vivir en semejante estado de alucinación colectiva trae consecuencias bastante dañinas. Si no encontramos pareja, sentimos frustración y pensamos que es nuestra culpa: no somos lo suficiente atractivas, delgadas, femeninas, agradables… Cuando por fin encontramos al «amor de nuestra vida» nos llevamos una gran decepción, porque resulta que él no es un príncipe, sino un ser humano con zurraspas en los calzoncillos y nosotras no somos princesas, sino también seres humanos, y por eso unos días parecemos Heidi y otros el Increíble Hulk. Y cuando la relación termina, o bien pensamos que es nuestra culpa y que no hemos sido lo suficiente buenas novias; o bien directamente pensamos que él es un sapo (curiosa forma de simplificar la complejidad del ser humano: el hombre o es un príncipe o es un sapo).

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¿Y qué pasa con las mujeres que consiguen escapar de esa estúpida fantasía? Las reacciones de la sociedad son muy variadas: sienten lástima por ellas, o bien piensan que son inmaduras, cuando no que son unas descarriadas, locas, perdidas… En definitiva, fracasadas. Porque cuando vas a contracorriente, el sistema capitalista tratará de convencerte de que eres una fracasada, para que vuelvas a «encajar» en su espiral consumista y así un día decidas engordar sus bolsillos organizando una aparatosa boda, realizando un ostentoso viaje para dos o celebrando San Valentín. Quieren mantenerte enamorada del amor porque si no su negocio se derrumbaría. Porque si, en lugar del amor te enamorases de la libertad, la verdad, la justicia; si en vez de proyectar tu energía en buscar algo que no existe, la proyectases en conocer tus infinitas posibilidades y cambiar el mundo que te rodea… serías un verdadero peligro para ellos.

The spirit of flight, de Josephine Wall

The spirit of flight, de Josephine Wall

El amor de verdad existe y es una de las fuerzas más poderosas del Universo, pero no tiene nada absolutamente nada que ver con el amor de usar y tirar que nos venden en la publicidad y las películas pastelosas. El amor de verdad es sencillo, sincero, no trata de poseer y controlar sino de comprender, escuchar, compartir… Está muy bien encontrar una pareja con la que poder vivir esta experiencia, pero no necesariamente tienes que tener pareja para saber lo que es amar de verdad.

También puedes vivirlo siendo la soltera del grupo.

 snoopy