#18 – La «incorporación» de la mujer al mundo del trabajo

Este breve post viene inspirado a raíz de una reflexión que he escuchado en un vídeo de Youtube. Una reflexión que, en mi opinión, comenzó siendo muy acertada: venía a decir que los niños cada vez reciben menos atención y una afectividad más deficiente. Hasta ahí de acuerdo. El problema viene cuando el locutor nos revela la causa y raíz incontestable de este mal: la incorporación de la mujer al mundo del trabajo.

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La tesis principal es que, la mujer, al dejar de pasar todo el tiempo en casa, ya no dedica el suficiente amor y atención a sus hijos, porque se ha incorporado al mundo del trabajo.

Y es que, si analizamos este razonamiento, podemos vislumbrar un error garrafal: ¿es que acaso una mujer que es ama de casa no trabaja? ¿Es que acaso la comida se prepara sola, la limpieza se hace sola, la ropa se lava sola?

Esto nos lleva a cuestionarnos el concepto de «trabajo»: nos han metido en la cabeza que «trabajar» sólo consiste en tener un empleo en una empresa y recibir un sueldo cada mes por ello, pero en realidad estamos trabajando siempre que empleemos nuestro tiempo en producir un bienes o servicios.

Por eso me hace gracia la descripción idílica y edulcorada que hacen algunos sobre las amas de casa: como una persona (idealmente, mujer) que vive sin preocupaciones, sin problemas, entregándose felizmente a su familia y dedicando todo su tiempo y energía en mimar a los suyos y educar a su prole.

Y sí, es cierto que el trabajo de ama de casa te da flexibilidad para ir a buscar a los niños al colegio y merendar con ellos por las tardes. Pero también implica una serie de obligaciones, y ¿acaso mientras estás tendiendo la ropa, puedes hacer al mismo tiempo los deberes con tus hijos? ¿Puedes llevarles al parque y vigilarles mientras estás preparando un cocido de tres horas? ¿Puedes limpiar el baño y prodigar mimos y caricias a los tuyos mientras tanto? Y como en el hogar haya personas enfermas que necesiten cuidados, ya no te quiero ni contar.

Desde fuera, las amas de casa parecen personas con una vida perfecta entregada a su familia, pero nunca nos preguntamos si se sienten reconocidas, nunca visibilizamos su importancia, nunca tenemos en cuenta los sacrificios que realizan.

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Y, por si fuera poco, si deciden entrar en lo que se conoce como «mercado laboral», bien sea por necesidad económica, por tener mayor independencia o sencillamente porque han aprendido una profesión y quieren ejercerla, ¡ZAS! Las atacamos y las tachamos de malas mujeres… y la razón que emana de nuestra boca es: que ya no dedican su amor y tiempo a su familia.

Un argumento falaz, como hemos dicho, ya que una persona, trabaje en casa o fuera de ella, trabaja, y no puede por tanto dedicar el 100% de su tiempo a su familia.

Por tanto, a mí esto del «afecto a los niños» me suena a excusa, y me parece que a algunos lo que les duele es que el 50% de la humanidad pueda decidir qué hacer con su fuerza de trabajo, qué hacer con su vida, y que incluso podamos plantear un reparto equitativo del trabajo y las responsabilidades.

Estoy de acuerdo en que las relaciones familiares son cada vez más insanas, en que cada vez nuestra afectividad es más pobre, y en que, efectivamente, el amor es un peligro para el poder ya que nos mantiene unidos. Pero, para acabar con esto, debemos abandonar el camino fácil (verter toda la culpa sobre las mujeres) y optar por el difícil pero verdaderamente efectivo: reflexionar sobre qué estamos haciendo mal como sociedad, y qué podemos hacer para luchar por un mundo más justo, con jornadas de trabajo (remunerado o no) más humanas, menos alienantes y que nos permitan dedicar más tiempo y amor a nosotros mismos y a los nuestros.

Y todo lo demás, son excusas.

#17 – Eres una amargada

Últimamente, estoy viendo como el adjetivo «amargada» se utiliza para una amplia variedad de actitudes, formas de pensar (y de vivir) y también de estados de ánimo.

Resulta que si tienes ideales, eres una amargada.

Si a veces te enfadas y te cabreas (más que nada porque eres un ser humano y no una Barbie con la sonrisa pintada de forma permanente) también eres una amargada.

Si eres crítica, insumisa, rebelde o inconformista también eres una amargada. Si eres diferente, eres una amargada. La voz discordante es la voz de una amargada, los pies que caminan contracorriente son los pies de una amargada. Si tienes una misión, eres una amargada, si tienes otra visión, también lo eres. Si quieres cambiar el mundo, o tan siquiera cambiar tu mundo, eres una amargada.

Si aspiras a ser libre, eres una amargada.

No te enfades tanto, mujer, sé feliz, disfruta de la vida, te dicen.

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¿Y por qué asumen directamente que tú no disfrutas de tu vida? ¿Por qué juzgan algo tan subjetivo y personal como si eres feliz o no?

El origen de este tipo de comentarios está en una confusión demasiado habitual en nuestros días, que consiste en pensar que felicidad y hedonismo son la misma cosa.

Pero no es así.

La felicidad es, como hemos dicho, algo personal y que depende de la forma de ver el mundo de cada persona. Pero si algo está claro es que la felicidad no es algo inmediato, que se pueda consumir y tirar como si de una bolsa de patatas fritas se tratara. Llegar al estado de realización y paz espiritual propio de la felicidad requiere también sacrificio y esfuerzo. La verdadera felicidad es consciente y se vive con los ojos abiertos, y las personas verdaderamente felices no pasan, ni mucho menos, las 24 horas del día sonriendo; también se enfadan, también se cabrean, y si son felices suele ser porque han logrado desarrollar la capacidad de sobreponerse a las dificultades.

El hedonismo, en cambio, no tiene un carácter tan individual como la felicidad, pues al fin y al cabo todo el mundo, con pocos matices, se rinde ante los mismos placeres (los cuales normalmente consisten en satisfacer los instintos más básicos). A todas las personas les gusta sentir placer, no hay nada malo en ello, pero el hedonismo consiste en ir un paso más allá y vivir única y exclusivamente para recibir ese chute de endorfina que nuestro cerebro reclama a través de las actividades placenteras, como si de una droga se tratara.

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Son dos cosas totalmente distintas, una persona feliz no tiene por qué ser hedonista y una persona hedonista no tiene por qué ser feliz.

Sin embargo, el Sistema nos hace confundir ambos términos y normalmente nos vende como feliz a la persona que es hedonista, que ama vivir rodeada de lujos y caprichos, conseguir con pasmosa facilidad todo lo que desea y tener a un ejército de pelotas a sus pies aunque no tenga un miserable amigo de verdad. Y tilda, directamente, de «amargada» a quien decide dar un sentido más profundo a su existencia y no limitarse a ser hedonista.

Según los criterios actuales, alguien como Ada Lovelace también sería una «amargada», pues en vez de dedicarse a las distracciones típicas de las señoras aristócratas de su época se dedicaba a inventar el primer algoritmo codificado para ser procesado por una máquina, vulgarmente conocido como programa de ordenador, gracias al cual se desarrolló la computación y estás leyendo esto ahora mismo.

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Cuando nos llaman «amargadas», pues, lo que intentan es taparnos la boca, desmoralizarnos, para intentar que entremos en su estúpido juego y renunciemos a la lucha, a la vida y a nuestra propia condición de seres humanos, que cada día, poco a poco, nos la van arrebatando un poco más.

Lo que quieren es llevarnos de la mano hacia un mundo en el que puedan mantenternos controladas, obedientes, sedadas con sus drogas en forma de comida adictiva, telebasura y otras muchas mierdas que no necesitamos y que tan sólo producen un placer efímero y rápido.

Lo que pretenden es apagar esa resistencia que brilla en nuestro interior, para que nos rindamos, para que renunciemos a nuestros más profundos sueños y aspiraciones.

Esto es todo lo que se esconde tras una frase en apariencia inocente…

Pero aquí estamos nosotras para desmontar su lenguaje y pasar por encima de sus mentiras y contradicciones.

 

 

 

 

 

#16 – Consigue el pecho perfecto en un solo paso

Más o menos desde mi pubertad, comencé a darme cuenta de que mis pechos no se desarrollaban igual ni tenían exactamente el mismo aspecto que los de mis amigas, tías, primas y mujeres conocidas en general. Y un día, buceando por Internet, encontré el nombre de mi condición: descubrí que tenía mamas tuberosas.

En un arrebato de curiosidad, entré en el artículo de Wikipedia sobre el tema, y hallé esta magnífica definición:

Las mamas tuberosas son una malformación o deformación de las mamas, que se presenta desde el desarrollo puberal. Puede ocurrir que el tejido que cubre la glándula mamaria presente una rigidez excesiva y no se expanda adecuadamente juntamente con el crecimiento progresivo de la glándula mamaria […]

Podéis imaginar mi acojone mayúsculo al leer eso de «malformación». ¡Qué horror! ¿Me provocarían mis deformes pechos dolorosas molestias? ¿Cáncer? ¿Hernias? Tras investigar un poco más y vivir mis propias experiencias personales a lo largo de los años, he descubierto que las mamas tuberosas:

  • No tienen nada que ver con padecer tumores o cáncer de pecho;
  • Proporcionan exactamente el mismo placer sexual que unas mamas «normales»;
  • No suponen problemas a la hora de dar amamantar a un bebé,
  • No causan dolores, molestias ni problemas de salud de ningún tipo.

¿Cuál es el problema, pues? Al descubrir todo esto, no entendía por qué a este tipo de mamas se les considera una malformación. Algo no me cuadraba, y decidí, entonces, buscar cuál era la definición de malformación. Encontré esto:

Una deformidad o malformación es una diferencia notable en la forma del cuerpo o parte del cuerpo, u órgano del cuerpo (interno o externo) comparada con la forma promedio de la parte en cuestión.

He aquí el meollo de la cuestión: esta definición es demasiado ambigua y cada cual la puede manipular como mejor le convenga. Por ejemplo, estas tres personas, según esta definición, podrían ser deformes:

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Y es que la forma y tamaño de sus labios son notablemente distintos a los valores promedio. Sin embargo, como es una deformidad considerada «bonita» y «sexy» nadie les pone la etiqueta de deformes. Paradójicamente, la misma industria de la cirugía estética que se ofrece a resolver mi «malformación» de las mamas tuberosas también se ofrece a transformar unos labios promedio en unos labios exageradamente grandes y según la definición anterior… ¡deformes!

Esa poderosa industria que trata de convencerme de que yo necesito esa intervención quirúrgica porque mis mamas con «malformaciones» pueden causarme traumas y severos daños a mi autoestima.

¿Y por qué, si a mí mis lolas me parecen muy bonitas? Pues porque nuestra sociedad valora las mamas tuberosas como algo feo y rechazable. Y ante este hecho, yo como individuo puedo tomar dos decisiones:

  • Que me importe una mierda lo que opine la sociedad de mi cuerpo.
  • Meterme a un quirófano y someterme a una truculenta operación (la cual no voy a describir aquí, sólo diré que he visto vídeos y la verdad es que hay pelis gore que encuentro más flojitas).

Adivinad qué solución me recomiendan todos, absolutamente todos los artículos periodísticos que he leído (a sueldo de la industria de la belleza, claro). Por supuesto, ninguno habla del postoperatorio, ni de la pérdida de sensibilidad tras la operación… Porque sí, aumentarse el pecho implica renunciar a algo tan sagrado como tu propio placer sexual, simplemente por complacer a los demás y obtener su aprobación.

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Según los cánones de belleza actuales la Venus del Milo es «deforme». Sin comentarios

Pensaréis: «otra tía que viene a hablar de sus tetas para parecer subversiva«. Pero las tetas son una simple excusa para hablar de una viciada manipulación a la que estamos sometidos de forma constante: crear un problema para venderte la solución. En este caso, crean algo llamado «problema estético» (cuando algo estético de por sí es dudoso que sea un problema, ya que la apreciación de lo que es bonito y lo que es feo varía según los infinitos gustos de las personas…) para vendernos SU solución, la cirugía estética. Una solución, que a su vez, genera otro problema (la insensibilidad mamaria) y para el que pronto inventarán otra solución… y así sucesivamente. El negocio redondo.

Ocurre con todo. Nos venden productos para reparar nuestro pelo quemado por las planchas, cuando a lo mejor lo que tendríamos que hacer es dejar de usar planchas…

Nos invitan constantemente a consumir comida rica en azúcares y grasas que engorda mucho, para después vendernos dietas y productos adelgazantes…

Y también nos generan constantemente nuevas necesidades y mayor escasez para vendernos la solución de pedir un crédito. Incluso crean conflictos y crisis globales para después vendernos la solución geopolítica que más le conviene a la élite, tal y como se describe muy bien en este artículo: La trampa está en la solución.

Tal vez no le damos demasiada importancia, pero lo cierto es que esta es una sibilina forma de control, de control sobre nuestros cuerpos, nuestra voluntad, nuestras finanzas… Nos convierte en débiles, dependientes de las soluciones que nos ofrezcan, y nos atrapa en una espiral de la que es muy difícil salir. Un proceso en el que llegamos a perder lo más esencial de nuestra existencia en la Tierra: nuestra propia integridad física y mental.

Yo no critico las personas que se han sometido a operaciones de cirugía estética, no soy yo quién para juzgar lo que cada cual hace libremente con su cuerpo y además la casuística es muy variada, hay muchos tipos de afecciones mamarias de distinta gravedad. Pero si nos centramos en el tema de las mamas tuberosas… En el 98% de los ejemplos que he visto en las webs de cirujanos plásticos encuentro mamas completamente normales, bonitas, quizá más pequeñas que la media, sí, pero en absoluto deformes. Cada cual es libre de hacer lo que hace y operarse si así lo desea, pero lo que no debemos consentir es que nos llamen «deformes» por ser diferentes, no podemos permitir que nos engañen y creen traumas en beneficio de sus bolsillos…

Si quieres tener un pecho perfecto, el resto de blogs y páginas web te dirán que te operes, que te sentirás mucho mejor sin tu «malformación» y bla, bla, bla. Yo te ofrezco hacerlo en un solo «paso»: «paso de lo que me digan los demás», porque la noción de perfecto sólo la puedes definir tú. No eres deforme, hermana. La malformación la tienen ellos en el cerebro.

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#15 – El proceso de las divas (II)

En la anterior entrada hablábamos de un fenómeno que llamábamos «El proceso de las divas», por el cual muchas celebridades de la industria musical y cinematográfica pierden su identidad y terminan reducidas a simples caricaturas.

La representación de la mujer en la industria del espectáculo como objeto sexual es un hecho bastante visible y que causa verdadero estupor a las mentes más concienciadas. Pero hay otro hecho igual de preocupante en la industria musical sobre el cual no se reflexiona tanto.

 (Photo by Jason Merritt/Getty Images)

(Photo by Jason Merritt/Getty Images)

Aquí tenemos a Linda Perry. ¿La conocíais de algo? Yo, hasta hace no demasiado tiempo, tampoco. Esta persona montó un grupo a finales de los 80 conocido como 4 Non Blondes, y sacaron un single, What’s Up?, que se hizo bastante conocido (si buscáis la canción es muy probable que os suene). Es una canción que a mí, en lo personal, me parece muy bonita e inspiradora, tanto la música como la letra. El disco entero, en general, Bigger, Better, Faster, More! es buenísimo. Lástima que no sacarán ninguno más.

La banda se terminó desintegrando en 1994. Posteriormente, Linda Perry sacó algunos discos más en solitario que, desgraciadamente, tuvieron poco éxito. Sin embargo, prosiguió su carrera como compositora, componiendo temas para otras cantantes como Christina Aguilera, Gwen Stefani y últimamente Ariana Grande. Estos nombres os suenan más, ¿verdad? Resulta triste y paradójico que Linda, a pesar de su talento como compositora, intérprete musical o como cantante (probablemente mayor que el de las tres personas para las que compone) sea muchísimo menos conocida (y reconocida). Pero es fácil averiguar el  motivo por el cual ocurre esto. Y no tiene nada que ver con la música, por desgracia.

El hecho es que, en la industria musical en particular (y en la del espectáculo en general) las mujeres que se niegan a pasar por el aro quedan condenadas a la invisibilidad, a una especie de limbo en el cual sólo les hacen caso sus contados fans más acérrimos. Otro ejemplo paradigmático de ello es la cantante Sinéad O’Connor, de la cual hablamos en el anterior post. Una cantante de aspecto poco convencional, con personalidad y con una increíble voz de la que no se volvió a saber nada.

Pero el sexismo de la industrial musical no sólo se plasma en la objetificación de las mujeres y en la invisibilización de aquellas que se niegan a ser objetificadas. Hay otro aspecto, que no es tan conocido por no ser tan visual, que son las letras.

Y lo preocupante es que cada vez son más denigrantes.

Para ejemplificar, nuevamente, vamos a poner un fragmento de una canción llamada Blurred Lines de un rapero llamado Robin Thicke. Sí, es una canción con un ritmillo muy pegadizo, con una línea de bajo muy resultona y que habremos tarareado alegremente miles de veces. Aquí está dicho fragmento en versión original:

One thing I ask of you
Lemme be the one you back that ass up to
From Malibu to Paris boo
Had a bitch, but she ain’t bad as you
So, hit me up when you pass through
I’ll give you something big enough to tear your ass in two
Swag on ‘em even when you dress casual
I mean, it’s almost unbearable
In a hundred years not dare would I
Pull a Pharcyde, let you pass me by
Nothin’ like your last guy, he too square for you
He don’t smack that ass and pull your hair like that
So I’m just watching and waitin’
For you to salute the true big pimpin’

Quien domine un poco la lengua anglosajona ya habrá visto algo que huele a humillación pura y dura. Pero como somos hispanoparlantes, os propongo que nos deleitemos con la poética y romántica traducción al castellano:

Una cosa que te pido,
déjame ser al que le arrimes ese culo,
desde Malibú a París.
Tenía una zorra, pero no era tan mala como tú,
así que, sabléame cuando pases (sácame el dinero),
te daré algo lo suficientemente grande
para desgarrarte el culo en dos.
Te mueves sobre ellos incluso cuando vistes informal,
quiero decir, es casi insoportable,
en cien años no me atrevería, ¿verdad?
llama a una zorra de Pharcyde, estás pasando de largo.
Nada como tu último tío, demasiado cuadrado para ti,
no te azota en el culo y te tira del pelo,
así que simplemente observo y espero,
a que saludes al verdadero chulo.

Parafraseando al youtuber Aldo Narejos, ¿para esto los países gastan millones en Planes contra la Violencia de Género? Me diréis, «pero está en inglés, la gente no se escandaliza porque no lo entiende». Mentira, basta prestar atención a la gran mayoría de canciones de reggaeton para darse cuenta de que también son terriblemente vejatorias, y están en nuestro idioma.

Hay que estar jodidamente mal de la cabeza para ver esto como algo normal, y sin embargo, ya lo hemos asimilado como algo totalmente aceptable y corriente. Bailoteamos y canturreamos estas canciones alegremente, a veces incluso en las funciones de fin de curso de los colegios. Y luego nos llevamos las manos en la cabeza cuando sale el caso de una mujer asesinada a manos de su pareja en las noticias, o cuando nuestra hermana, nuestra amiga o nuestra hija sufre una violación o una agresión sexual.

A través de la música, se consigue transmitir un mensaje al cerebro de forma mucho más profunda (no en vano la música militar se utiliza para influir en la psique de los soldados). Y, a través de todas estas letras, nos están inyectando directamente en nuestra mente VIOLENCIA en estado puro. Mensajes como los del reggaeton atentan contra los derechos y la dignidad humanas. Si nos gritaran esos mensajes por la calle nos sentiríamos ofendidas, ¿por qué no lo hacemos cuando suenan con un ritmo chundachunda de fondo en una discoteca?

No podemos quedarnos de brazos cruzados. No podemos conformarnos con lamentarnos de los casos de mujeres asesinadas, ni con confiar en el que el Estado nos ayude a luchar por nuestra libertad y nuestros derechos, porque el Estado es una estructura de poder (y no es la más elevada, por cierto) a la que sólo le interesa perpetuarse en el poder y le importan una mierda las personas. El Estado va a intentar comprarnos con dinero, para que nos mantengamos calladas, pero nunca va a actuar contra la poderosa industria de la propaganda.

Y por ello tenemos que tomar la propaganda. Tenemos que tomar la música, tenemos que tomar el cine, tenemos que tomar las artes. Componer, pensar, crear, y apoyarnos mutuamente… Todas esas cosas que no quieren que hagamos. Y debemos rechazar de pleno, por más que nos llamen radicales, toda manifestación de la industria del espectáculo que pretenda reducirnos a la categoría de muñecas.

Este asunto tiene mucha más importancia de la que pensamos.

Normalmente, valoramos los avances en la situación de la mujer en la medida que accede a los estudios, al mercado de trabajo… Pero todos los «Informes de Género» oficiales (o casi todos) omiten sistemáticamente (qué casualidad) el devastador efecto del aparato propagandístico del Sistema sobre nuestra dignidad y nuestra autoestima. Y es que, en efecto, la propaganda es la punta del iceberg, pero refuerza el resto del iceberg «oculto», que lo conforman otras manifestaciones de sexismo que no son tan evidentes, y nos impide realizarnos plenamente en otros ámbitos de nuestra vida como seres humanos, como puede ser el ámbito profesional, afectivo o familiar.

Además, el nivel del océano está bajando, y la punta del iceberg es cada día más escandalosamente visible.

¿Esperamos a que nuestro barco se estrelle contra el hielo… o luchamos para cambiar el rumbo?

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#14 – El proceso de las divas

Las divas de la música y el cine son auténticos iconos que marcan generaciones enteras.

Personas influyentes, que acaparan los tabloides, conquistan las pantallas y arrebatan toda la atención allá donde van. Los mass media se vuelcan en ellas para averiguar hasta el más insignificante de los aspectos de su vida.

Son, habitualmente, gente que ha empezado en el show business desde muy joven; pero hay un hecho que resulta especialmente espeluznante y es que casi todas estas divas atraviesan por el mismo proceso de forma implacable.

El proceso es el siguiente:

  • Fase 1: La niña buena

Esta es la primera fase por la que atraviesan aquellas divas que entran el negocio desde niñas. Algunas comienzan a tener fama por concursos de talentos de televisión, como Britney Spears o Christina Aguilera (ambas, de hecho, proceden del mismo show llamado The Mickey Mouse Club), y en otras salen de series de televisión como Miley Cyrus y Selena Gomez (ambas proceden de Hannah Montana). Suelen ser niñas adorables, encantadoras, y cargadas del halo de inocencia que inevitablemente acompaña a la infancia. En algunos casos, como en el de Shakira cuando comenzó, incluso se les reconoce su propio talento y se les permite componer sus propias canciones (sí, por increíble que parezca ahora, Shakira comenzó tocando la guitarra y escribiendo ella sola sus propios temas, esto es algo que sólo saben sus verdaderos fans).

  • Fase 2: Sexualización incipiente

En esta fase ocurre lo inevitable: la niña poco a poco se va convirtiendo en una mujer. Le salen tetas (y todos sabemos que a una mujer, cuando le salen tetas, se convierte ipso facto en un trozo de carne) y entonces, de forma progresiva, va importando menos el talento de la artista y el foco de atención se va desviando hacia su físico. La diva cada vez enseña más carne, es obligada a aprender coreografías consideras sexys (que por cierto, cada vez son más simples, últimamente se basan en mover el culo arriba y abajo) y se la conmina a adoptar una actitud cada vez más provocadora, con algunos escándalos puntuales de índole sexual (yo personalmente pienso que las supuestas «filtraciones» de fotos de famosas desnudas a manos de hackers están más que preparadas). En esta fase se encuentran ahora mismo, por ejemplo, Ariana Grande y Taylor Swift.

Las famosas que entran en el show business «de mayores» (a partir de los 18 años) como Rihanna, Katy Perry o Lady Gaga suelen comenzar directamente por esta fase.

  • Fase 3:  Reducción total a un objeto

En esta fase ya no hay marcha atrás: la diva en cuestión es totalmente reducida a la categoría de objeto, normalmente sexual (los casos más notorios en la actualidad son Miley Cyrus y Nicki Minaj) aunque también se puede tratar de un objeto de mofa, sin tanto componente sexual (como ocurrió con la intérprete soul Amy Winehouse).

Las letras de las «canciones» ya sólo hablan de sexo, y en sus videoclips o películas aparecen semidesnudas o completamente desnudas. Son más conocidas por sus escándalos que por su música (si por ejemplo, buscas «Rihanna» en las noticias de Google, encontrarás más artículos sobre fotos suyas sin ropa que sobre sus últimos lanzamientos musicales); tienen relaciones viciosas y conflictivas y suelen consolidarse como consumidoras de drogas y alcohol.

  • Fase 4: Pérdida completa de la personalidad

La objetificación ha sido tal que la artista ya no sabe quién es, y ya no es consciente de su valor intrínseco como persona (verdaderamente se piensa y se siente como muñeca). Suelen aflorar trastornos psicológicos que no son sino la consecuencia de años y años de sometimiento mental, la adicción a las drogas y medicamentos se dispara y necesitan ser internadas en hospitales o centros de rehabilitación. A veces sienten leves mejorías y salen, pero pronto vuelven a caer en el gigantesco vacío en el que se han convertido sus vidas. Se convierten en almas desconsoladas.

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En algunos casos, el declive termina con la muerte de la diva en extrañas circunstancias (como ocurrió con Marilyn Monroe o Amy Winehouse); mientras que en otros casos las artistas parecen quedarse de manera indefinida en la Fase 4 o 3 (ya veremos qué les depara el futuro). En cualquier caso, el proceso culmina con la pérdida de identidad de la víctima.

Y sí, digo víctima.

Porque muchos pensarán que estas celebrities no son más que unas zorras que ganan mucho dinero y que son totalmente libres y conscientes de sus actos. Pero la realidad es que son víctimas de un fuerte proceso de programación mental desde su más tierna infancia (y con programación mental me refiero a abuso físico, psíquico y sexual puro y duro). Sinéad O’Connor, una cantante que tuvo su momento de fama en los años 90, le escribió una carta a Miley Cyrus, la cual me permito reproducir parcialmente porque verdaderamente retrata muy bien de qué va esto:

Querida Miley:

[…] Estoy muy preocupada por el hecho de que los que te rodean te han hecho creer, o han alentado tu propia creencia, de que es de alguna manera ‘cool’ salir desnuda y lamiendo martillos en tus videos. De hecho, lo que haces es opacar tu talento al dejarte que te prostituyan, siendo la industria de la música o tú misma tu propia proxeneta.

Nada más que daño vendrá en el largo plazo al permitir que te exploten así. Absolutamente y de ninguna manera lo que haces representa una forma de empoderamiento ni para ti ni para ninguna otra mujer. Lo que estás haciendo es dar el mensaje de que tu valor es tu atractivo sexual más que tu evidente talento. […] Al negocio de la música tú y el resto de nosotros le importamos una mierda. Te prostituirán por todo lo que vales, y de forma muy inteligente, te harán pensar que era lo que tú querías. Cuando termines en rehabilitación como resultado de haber sido prostituida, “ellos” estarán tomando el sol en Antigua con los yates que se compraron por la venta de tu cuerpo. Allí te encontrarás muy sola.

A ninguno de los hombres que te observan tampoco le importas una mierda. No te dejes engañar. Muchas mujeres confunden deseo con amor. Que ellos te deseen sexualmente, no quiere decir que les importas, mucho más si tú misma das a entender que no te quieres ni un poquito. A nadie que realmente le intereses puede aprobar que te dejes prostituir. Y eso te incluye a ti misma”. Sí, estoy sugiriendo que no te valoras a ti misma. Y eso tiene que cambiar. […] Tú vales más que tu cuerpo o tu atractivo sexual. Pero el mundo del espectáculo no ve las cosas de esa manera, les gusta que las cosas se vean de otra forma. Las revistas que te quieren en su portada, o lo que sea, no te hagas ilusiones, todos ellos te quieren porque están haciendo dinero con tu juventud y tu belleza. […]

Le dijiste a la “Rolling Stone” que la mirada de tu video se basa en la mía. La mirada que yo elegí fue una decisión que tomé en un momento en que mi compañía de discos me alentaba para que haga lo que tú estás haciendo. Yo sentí que preferiría ser juzgada por mi talento y no mi aspecto y estoy feliz de haberlo pensado así, sobre todo porque no me veo como antes ahora que tengo casi 47 años de edad y, desgraciadamente, muchas mujeres artistas que han basado su imagen en torno a su sexualidad, terminan en cuando llegan a la edad madura. […] En cuanto a eso de que quieres alejarte de la imagen de Hannah Montana y quien te dijo que desnudarte es la mejor manera de hacerlo está equivocado, no te respetó ni a ti como jovencita ni tu talento. […]

Nos guste o no, las mujeres de esta industria somos modelos a seguir y como tal tenemos que tener mucho cuidado con los mensajes que enviamos a otras mujeres. El mensaje que estás dando ahora es que es muy ‘cool’ prostituirse, y en realidad no es así. Miley, eso es peligroso. Las mujeres deben ser valoradas por algo más que su sexualidad. No somos solo objetos de deseo […]”.

Yo no me voy a centrar tanto en la élite que se oculta tras esto, ni en el obvio impacto que este proceso tiene sobre las mentes más jovenes e influenciables. Voy a hacer más bien hincapié en que esto no es algo único del negocio del espectáculo, sino que es tan sólo la punta del iceberg. Porque en muchas empresas, e incluso en centros educativos, este proceso se repite a pequeña escala: la mujer es paulatinamente reducida a objeto sexual hasta que se desposee completamente de su personalidad; y hay poca cosa que pueda hacer para escapar de esta espiral maldita (no es tan fácil dejar tu puesto de trabajo o tus estudios).

Nos quedamos sólo con la capa superficial, y nos llenamos la boca con palabras como «liberación», «empoderamiento»… Nos creemos una sociedad muy avanzada porque «¡mira! ¡permitimos a las mujeres trabajar y estudiar!», cuando en realidad son demasiadas las que sufren en silencio el machismo más atroz en sus trabajos y en sus escuelas.

¿Y qué papel tenemos nosotras en esto? ¿Cómo podemos cambiar esta grotesca y desagradable realidad?

En el próximo post hablaremos de ello.

#13 – Mi primera vez

Me llamo Claudia y ya no sé que hacer. Estoy desesperada, y me siento tan sucia…

Al principio, todo era magia. Aquellas miradas fugaces, aquellas noches enteras hablando sin parar… Y finalmente, él me dijo «te quiero». Que iba a estar a mi lado para siempre. Hasta el infinito. Que me haría sentir única todos y cada uno de los días de mi vida.

Yo me sentía la chica más afortunada del mundo: había encontrado el amor después de llevarme tantos chascos. Él se portaba genial conmigo, era tan encantador y detallista…

La semana pasada hicimos 5 meses, y mis amigos me dijeron lo que yo ya llevaba pensando unos días: llevábamos bastante tiempo juntos, y ya iba siendo hora de hacerlo… o terminaría perdiéndole. Iría a buscar en otra chica lo que yo no le daba. Yo no quería perderle. Le amaba. Además, él de verdad me gustaba y yo también tenía ganas de probar qué se sentía.

Así que al fin le dije que estaba preparada. Él me contestó que él también tenía ganas de hacerme suya, y que mi primera vez sería algo increíble y especial.

El sábado por la tarde me llamó, me dijo que fuera a su casa, que no estaban sus padres. Yo fui, nerviosa, temblando de la emoción. Estaba ilusionada, y pensaba que nuestra primera vez sería muy bonita, mágica y que no la olvidaría nunca.

Pero no fue como esperaba. No sé por qué… pero las cosas no marcharon bien. Costó mucho conseguir que «eso» entrara, y cuando lo hizo yo no sentí nada salvo un terrible dolor. Cuánto dolía. Incluso sangré y todo. Aguanté como pude, y cuando terminamos volví hacia casa avergonzada, frustrada e incómoda.

Al día siguiente, él no dio señales de vida. Parecía que se le hubiera tragado la tierra. No me cogía el télefono, ni respondía los whatsapps que le mandaba. Cuando nos encontramos el lunes en clase, se acercó a mí y me dijo fríamente que ya no sentía lo mismo por mí. Que lo dejábamos.

Ahora mismo estoy destrozada. ¿Cómo puedo haber metido la pata así? Yo estaba enamorada de él, sólo quería hacerle feliz… Le regalé mi virginidad, ese tesoro tan preciado que llevaba guardando para ese alguien especial… y él tan sólo se ha reído de mí. Cuánto me arrepiento, me siento tan mal…

Hola, Claudia.

Lo primero de todo, me pongo en tu lugar y comprendo que estés destrozada. Tú confiabas en una persona a quien querías, y esa persona te ha hecho daño. Es lógico que estés dolida.

Pero si además de dolida, te sientes avergonzada, humillada, inútil, arrepentida y sucia… eso ya no es algo natural, sino el producto de una retorcida e irracional historia que te han ido introduciendo en la mente desde que eras pequeña. Y el punto de partida desde el que arranca esa historia es la virginidad.

La virginidad

¿Nunca te has preguntado por qué damos tanta importancia a la virginidad?

¿Por qué ponemos un nombre a “la condición de no haber mantenido nunca relaciones sexuales”, y no ponemos nombre a la condición de no haber escalado nunca una montaña, no haber plantado nunca un árbol o no haber escrito nunca un libro?

Eso es porque nos han enseñado a asociar la virginidad a un estado de pureza, virtud, inocencia… Mientras seas virgen eres una mujer buena, beata, portadora de un preciado tesoro que tan sólo debes entregar a tu príncipe azul, ese hombre ideal que te salvará de tu prefabricada, gris e insustancial vida…

Y es así como el Sistema disfraza en forma de mito cargado de magia y romanticismo algo cuyo origen no tiene nada de romántico. Algo que en realidad es, ni más ni menos, una forma de control sobre las personas.

El nacimiento de la virginidad como mito se remonta a siglos atrás, cuando la propiedad sobre la mujer se transmitía del padre al marido a través del matrimonio. Entonces, la virginidad era algo que marcaba el valor del objeto de compraventa (la mujer), dado que permitía al nuevo propietario (el marido) asegurar que los hijos de la mujer recién adquirida eran en realidad suyos. En definitiva, se trataba de una herramienta de control sobre el cuerpo de la mujer y su capacidad de tener hijos. Y desde entonces, se ha seguido utilizando para reprimir la libre disposición del cuerpo, la mente y la sexualidad de las personas.

Las novias se visten de blanco como símbolo de virginidad y "pureza"

Las novias se visten de blanco como símbolo de virginidad y «pureza»

Por lo tanto, no tiene ningún sentido que pienses que le has regalado tu virginidad a alguien. Más que nada porque la virginidad no existe, no tiene ningún fundamento racional o científico alguno. Tan sólo se trata de una idea que te han inoculado, una superstición que llevamos siglos arrastrando y que tan sólo tiene el significado que tú quieras darle.

La primera vez

El segundo capítulo de la insana fantasía que te han hecho creer, fuertemente vinculado al anterior, es el de la primera vez. Nos han dicho que la primera vez tiene que ser especial. Pero eso es sencillamente falso: la primera vez no tiene por qué ser más especial que la segunda, la tercera o la vigésima. Y menos cuando la primera vez, desgraciadamente, es una experiencia dolorosa y desagradable para muchas mujeres (sin importar cuántas velitas o pétalos de rosa se pongan en la habitación).

Esto no es de extrañar, ya que muchas de nosotras tenemos un miedo, un rechazo y un desconocimiento atroces hacia nuestro propio cuerpo y su funcionamiento. Dado que en la mayoría de familias el sexo sigue siendo un tema tabú, nuestras fantásticas fuentes principales de educación sexual siguen siendo dos: el sistema educativo y la pornografía de masas, teniendo en cuenta que esta última no sólo aparece en las películas X como tal sino también en el cine, la televisión, la música…

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El sistema educativo te enseña que el sexo sólo sirve para tener hijos; y la pornografía de masas que el sexo sólo sirve para obtener placer inmediato (y, normalmente, para que el hombre obtenga placer inmediato). Pueden parecer dos mensajes opuestos pero en el fondo se complementan muy bien, y es que ambos sirven a la tarea de ocultar la dimensión más liberadora, espiritual y revolucionaria del sexo, de invisibilizarlo como una forma única de autoconocimiento y comprensión, conexión y comunicación entre personas.

Y ahí está el problema: comenzamos a tener relaciones sexuales sin tan siquiera saber lo qué realmente es el sexo. Comenzamos el viaje con una gran maleta cargada de tantos prejuicios, tanta ignorancia y tantas ideas preconcebidas…

Tercer capítulo: Continuará… ¿o no?

Y en el tercer capítulo de esta historia, hay 2 posibilidades (como en aquellos libros de «Elige tu propia aventura«). La primera es que, después de la mágica primera vez, los protagonistas se embarquen en un largo y apasionado romance, y entonces la historia continuará (concluyendo normalmente con el clásico episodio de boda-chaléconpiscina-niños.)

Y la segunda posibilidad es que la historia termine de forma trágica y abrupta. El gentil caballero huye volando en su corcel alado y entonces nos sentimos humilladas, despreciables, sucias. Sentimos como si nos hubieran robado algo. ¿Pero esto por qué?

Aquí también entra en juego la educación, esta vez la educación afectiva. La cual recibimos de películas de Hollywood, cuentos de princesas, novelas, revistas, canciones y demás mierda similar. Puras armas de contaminación mental que ejercen una gran presión sobre nosotras, y que nos meten en la cabeza que cuando te acuestas con un hombre (y más si es tu primera vez) te estás entregando, estás haciendo suyo tu cuerpo, tu corazón… a cambio de que él te jure amor eterno.

La Sirenita entrega ni más ni menos que ¡su voz! para conseguir a su príncipe azul

La Sirenita entrega ni más ni menos que ¡su voz! para conseguir a su príncipe azul

Esto puede parecer muy apasionado y romántico, pero quiero que pienses en la gravedad de lo que verdaderamente significa. «Entregar», «hacerte suya», «a cambio de»… ¿esto no suena más a una compra o a una venta? ¿Estamos hablando de sentimientos o de CAPITALISMO en estado puro? Te han enseñado a concebir el sexo como un vulgar y banal intercambio, en el que la moneda utilizada no es ni más ni menos que ¡tu propio cuerpo!

Y todo a cambio de un falso paraíso que se promete a través de las palabras mágicas «te quiero» y «te amaré eternamente». Sí, por supuesto que si tienes pareja ha de existir amor, respeto, confianza, comprensión y amistad mutuos… Pero creer que existe tu amor ideal y que hay una forma de retenerle contigo para siempre es una ilusión absurda y peligrosa, que te genera dependencia emocional y aniquila tu autonomía personal.

No necesitas una media naranja, porque ¡tú eres una naranja entera!

No necesitas una media naranja, porque ¡tú eres una naranja entera!

Esta es, Claudia, la historia que, como virus, infecta la vida y el pensamiento de muchas personas en todo el mundo.

Pero llegó la hora de mandar este programa infeccioso a la Papelera de reciclaje. Llegó la hora de que te cuestiones toda esta historia, y de que decidas si quieres seguir manteniéndola en tu vida y soportar las consecuencias que ello te traería.

Y el primer paso a seguir es recuperar tu poder sobre tu cuerpo y tu pensamiento. Porque tú no te has entregado a nadie, tú no perteneces a nadie. Tu cuerpo no es el trofeo de nadie. Tu cuerpo es una obra de ingeniería maravillosa, que sólo te pertenece a ti y que te puede permitir sentir y conocer cosas inimaginables. Que alberga a un ser humano increíble en su interior, con una dignidad absoluta y un valor infinito.

Así que, querida Claudia, conócete, explórate, no tengas miedo de vivir, descubre. Y no derroches más energía creyendo en dogmas cuyo único fin es anular y destruir la maravillosa conciencia que tienes. Eso sí que es tu más preciado tesoro. Cuídalo.

freedom

EL DESPERTAR DE UNA PERA

GAZZETTA DEL APOCALIPSIS

pearwoman

Artículo escrito por LIBRE PENSADORA

Hoy me ha sucedido algo horrible.

Me han dicho que soy una pera.

Sí, sí, como lo oyes. Soy una pobre pera.

Resulta que a las mujeres se nos clasifica en función de la forma de nuestro cuerpo y de sus proporciones. Si tienes hombros anchos y caderas estrechas, eres una manzana. Si tienes, en cambio, poco pecho y caderas anchas eres una pera. Si estás delgada y eres una mujer con pocas curvas, entonces eres… ¡un plátano! Y si tienes pecho y caderas de tamaño mediano y una cintura muy marcada, ¡enhorabuena! Eres un reloj de arena.

p1Bien, pues resulta que tras decenas de milenios de evolución humana, aquí una servidora no es más que una vulgar pera. Y para colmo de males… ¡ser una pera es malo! ¡Muy malo! Lo ideal es ser un reloj de arena. Por tanto, debo…

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¿DE VERDAD QUERÉIS ACABAR CON LA VIOLENCIA DE GÉNERO?

Hoy me voy a salir un poco del tono habitual del blog y voy a dirigirme hacia toda la sociedad en general sobre algo que me tiene bastante harta.

Y es que hoy, 25 de noviembre, es el Día Internacional contra la Violencia de Género. Sí, hoy es el día en el que nos rasgamos las vestiduras por la violencia de género, escuchamos con asombro en los telediarios las estadísticas de mujeres asesinadas a manos de sus parejas (presentadas como si no fueran más que eso, unos simples números) y guardamos un minuto de silencio por las víctimas.

Y ya está.

Eso es todo lo que hacemos por mostrar nuestro rechazo a la violencia de género. Sí, nos indignamos mucho pero después no hacemos absolutamente nada por eliminar de nuestra mente todas las ideas y actitudes que legitiman y perpetúan la violencia de género.

Viñeta de Máximo

Viñeta de Máximo

Por ejemplo, si de verdad queréis acabar con la violencia de género, debéis dejar de pensar cosas como «sin celos no hay amor» o «a la pareja hay que controlarla, es lo normal«. ¿Qué? ¿Os parece una tontería? Pues este es el germen de todos esos casos de maltrato y asesinato que salen por la tele y que tanto os escandalizan.

Se puede decir más alto, pero no más claro

Se puede decir más alto, pero no más claro

Si de verdad queréis acabar con la violencia de género, dejad de mirar hacia otro lado cuando las mafias traen a chicas del extranjero (en su mayoría niñas) y las obligan a ejercer la prostitución, con la complicidad de nuestras democráticas y ejemplares instituciones. Dejad de pensar que «no es para tanto, que estas chicas en el fondo no son tontas, saben a lo que vienen» (claro, el sueño de toda mujer es acabar en un país lejano como esclava sexual, ¡qué duda cabe!). Porque la trata de seres humanos se cobra muchas más vidas de las que imagináis y eso está pasando aquí, en nuestros también democráticos y ejemplares países occidentales. Y además, precisamente de nuestros países del primer mundo parten todos los años multitud de personajes pudientes, poderosos y respetables en vuelos en clase Business a hacer turismo sexual a otros países menos desarrollados, frecuentemente buscando menores. Mencionadles también a ellos y llamadles también maltratadores cuando condenéis la violencia de género.

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Si de verdad quieres luchar contra la violencia de género, siéntate a hablar con tu hija, explícale qué es una agresión sexual y pídele que si sufre o ha sufrido alguna tenga la confianza contigo para contártelo. Sí, sé qué es difícil e incómodo hacerlo. Pero, si tu hija ha sufrido una agresión sexual, no la preguntes que qué ha hecho ni insinúes que la culpa puede ser suya. No te preocupes por tu orgullo de padre/madre, ni por lo que puedan opinar los demás si se enteran: la salud mental y la autoestima de tu hija son más importantes, créeme. Ármate de valor y denuncia al cabrón que la ha agredido (me da igual que sea un familiar, el cura del colegio o su novio de toda la vida). Sé que todo esto puede parecer muy obvio y coherente, pero, aunque no lo sepas, buena parte de las mujeres que conoces sufrieron una agresión sexual en el pasado y no se lo contaron a su familia por miedo, vergüenza o sentimiento de culpabilidad.

La educación es el mejor antídoto contra la violencia de género

La educación es el mejor antídoto contra la violencia de género

Si queréis emprender una auténtica cruzada contra la violencia de género, dejad de consumir basura sexista del estilo de Cincuenta sombras de Grey, la saga Crepúsculo, reality shows o revistas como Cosmopolitan o FHM. Y recordad: que parte de esa basura sea producida por mujeres no quiere decir que no sea machista.

Y dejad de educar a las niñas para que sean mamás, princesas o amas de casa. Educadlas para ser exploradoras, aventureras, curiosas, libres. Para que se perciban a sí mismas como SERES HUMANOS con la máxima dignidad, no como objetos de consumo ni esclavas de nada ni de nadie.

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En definitiva, para luchar contra la violencia de género no basta con ponerse lacitos morados o publicar muchos tweets con fotos de mujeres maltratadas. Luchar contra la violencia de género es, también, luchar en cierto modo contra nosotrxs mismxs, nuestros prejuicios y nuestra hipocresía. Es luchar contra la realidad que muchas veces no queremos ver. Porque violencia de género es la que sale por la tele y la que no, la que está en acto y también la que está en potencia. Para que no haya ni una muerta más, hemos de empezar por cuestionarnos todo lo que nos han hecho creer y repensar cómo vivimos, cómo pensamos, cómo nos relacionamos.

Para acabar de verdad con la violencia de género, hacen falta menos minutos de silencio y más horas de combate para transformar esta sociedad enferma y su doble moral.

#12 – Quiero que seas mía

«Quiero que seas mía»

Habrás oído esa frase miles de veces, en películas, libros, y es posible que incluso en los cuentos e historias de princesas que veías de pequeña. Es como una fórmula mágica, como un hechizo, y si no me crees te voy a proponer un juego: cierra los ojos ahora mismo e imagina a la persona que más te gusta/atrae/de la que estás enamorada susurrándote al oído «QUIERO QUE SEAS MÍA».

¿Notas como se te pone la piel de gallina y te palpita fuerte el corazón? ¿Notas cómo ardes por dentro y un torrente de emociones fluye por tus venas? ¿No tiemblas al pensar en la persona que amas pidiéndote que seas sólo suya? ¿Se te caen las bragas la baba al pensarlo?

love

Si es así, siento decírtelo pero tienes un problema. A lo mejor piensas que estoy exagerando, o que quizá me acaba de dejar el novio y estoy pasando por aquella fase de «el amor es una mierda»… Pero no. No van por ahí los tiros.

¿Has pensado qué es lo que verdaderamente significa esa frase, especialmente la palabra «mía»? Vamos a analizarla.

Mía, en esta frase, es un pronombre posesivo, es decir, indica posesión. Así que cuando alguien te dice «eres mía» en realidad quiere decir que te posee, que tú eres de su propiedad, como si fueras un coche, unos calcetines o un cepillo de esos para quitarse la mierda de las uñas de los pies. Y lo mismo ocurre cuando otras tantas frases, como por ejemplo «tú me perteneces».

"Tú me perteneces", obra cumbre de la literatura universal

«Tú me perteneces», obra cumbre de la literatura universal

Pero lo grave no es lo que estas frases significan. Lo grave es lo que estas frases implican.

Cuando perteneces a alguien, tu cuerpo deja de ser tuyo. Ya no eres tú la qué decides qué ponerte, ni para qué ocasión. «Te arreglas para otros y no para mí», te dice tu pareja cuando sales de fiesta con tus amigas y decides ponerte guapísima para ello. Y son frases del tipo «me gustarías más si no estuvieras gorda, o si tuvieras las tetas más grandes» las que llevan a miles de mujeres a someterse a peligrosas dietas y operaciones de cirugía estética. Cuando tu pareja cree que le perteneces, se creerá con derecho a hacer contigo lo que quiera: forzarte a hacer cosas que no quieres hacer, insultarte, empujarte y llegar incluso a darte una paliza… y todo se justifica porque tú eres suya.

Cuando perteneces a alguien, renuncias a tu intimidad y dejas todo tu mundo en manos de esa especie de Gran Hermano que vigila todos tus movimientos. Ya no puedes ir a ningún sitio sin estar «informando» constantemente a esa persona, a quien debes explicaciones de con quién estas, qué haces, de qué hablas, porqué estás o no conectada al whatsapp… Todo tiene que estar bajo el control de esa persona, vives con miedo y bajo la sospecha constante.

noesamor

Cuando perteneces a alguien, también has de destruir tus vínculos afectivos con otras personas, porque no puedes ni debes tener amigxs (y mucho menos del sexo contrario), ni hacer caso de lo que tus seres queridos te digan. Implica que no hay más mundo ni más gente que esa persona, de la que dependes absolutamente para sentirte feliz contigo misma. Dependes constantemente de su aprobación, de sus «te quiero», de sus palabras bonitas…

¿¡Pero qué basura milenaria es esta!?

¿¡Pero qué basura milenaria es esta!?

Y además, normalmente, la relación de propiedad es recíproca: ya no sólo tu eres propiedad de alguien, sino que ese alguien también es propiedad tuya. Y eso también es destructivo para ti, porque cuando crees que alguien te pertenece, eso se convierte en una obsesión, en una droga: consumes toda tu energía en intentar averiguar qué hace esa persona, con quién se relaciona… Te conviertes en detective, cuando podrías dedicar tu tiempo a otras actividades mucho más interesantes y edificantes.

Por tu propia salud mental... ¡no te conviertas en novix obsesivx!

Por tu propia salud mental… ¡no te conviertas en novix obsesivx!

Frenemos un momento… ¿verdad que este retrato del amor no es muy agradable?

¿Y, por qué, a pesar de todo, seguimos viéndolo como «normal»?

La respuesta está en que, a lo largo de mucho tiempo, el Sistema nos ha lavado el cerebro para que nosotras creamos que esto es natural, que es que «el amor duele». Y lo hace desde la más tierna infancia, con cuentos en los que las princesas tienen que sufrir terribles penurias para encontrar el Amor, personificado en su Príncipe Azul. Ese es el máximo sueño al que debemos aspirar, es esa la recompensa por la que merece la pena entregar tu voz a una bruja, como en el caso de la Sirenita (muy simbólico esto, por cierto), o incluso entregar tu vida, como en el caso de la Bella Durmiente…

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Mujer, no sueñes (a no ser que sea con un tío)

Pero, ¿por qué tanta historia de amor con final feliz? ¿Por qué tanto bombardeo en revistas, películas, novelas?

¿Por qué todo el mundo te medio obliga a encontrar pareja si estás soltera?

¿Y por qué todo el mundo te critica si tienes (o si quieres tener) una relación que no sea convencional, que no se base en la propiedad ni en la dependencia emocional?

¿Por qué parece que todxs forman un complot contra ti?

Todo esto es porque, cuando aceptas ser PROPIEDAD de otra persona, aceptas convertirte en un objeto, y también aceptas renunciar a tu LIBERTAD como individuo, como ser pensante, viviente, y sintiente. Y si renuncias a tener tu propia libertad, tu propio pensamiento, tu propia conciencia, autonomía y capacidad de tomar decisiones… jamás te cuestionarás el lugar en el que el Sistema te ha colocado. Sí, el capitalismo ha secuestrado una idea tan bella y maravillosa como el amor, de tal forma que sus reglas se basen en las mismas reglas que la propiedad privada… todo para mantenerte sumisa y quieta en tu sitio. Pero no te dejes engañar: el amor basado en la posesión no es amor, sino sufrimiento, sumisión, manipulación y dependencia emocional, entre otras cosas.

nunca

¿Y cómo podríamos combatir esta idea del amor tan amarga y mercantilista?

En mi opinión, la mejor forma de luchar contra el amor falso es con amor verdadero, del bueno, del de verdad. Aquel que no se representa con un candado cerrado, que no «ata», que no «encierra», sino con un candado abierto: tú abres las puertas de tu mundo a otra persona, cuando quieres y como quieres (y las cierras también cuando quieres)… no para «atrapar» a la otra persona ni que ella te atrape a ti; sino para sumar, para construir, descubrir infinidad de cosas nuevas…

openisbetter

En definitiva, se trata de pasar del «quiero que seas mía»… al «quiero que seas… CONMIGO»

alegria

# 11 – Tú lo que tienes que hacer es sacarte partido

En mi adolescencia, la frase que más escuché (después de «tienes que integrarte», lo que en realidad quiere decir: sé otra muñeca más sin personalidad) es sin duda «tú eres guapa, pero lo que tienes que hacer es sacarte partido».

Betty la Hipster, perdón, Betty la Fea

Betty la Hipster, perdón, Betty la Fea

Y estoy segura de que no soy la única. De acuerdo a la sociedad entera, nuestra misión vital no es otra que sacarnos partido. Las que lo hacen, van bien encaminadas, las que no… pues en fin, son un auténtico desperdicio, un mantantial de juventud y belleza desaprovechados…. Como un pastelito con patas que va a parar a la basura.

Si crees que no eres capaz de sacarte partido, lo siento. Yo misma soy un jodido desastre sacándome partido. Así que no puedo ayudarte en este sentido.

No puedo decirte cómo sacar partido a tu cara, a tus pestañas, a tus labios. No puedo decirte cómo sacar partido a tu pecho, a tu culo, a tus piernas; qué debes hacer si eres alta, baja, gorda o delgada. No puedo decirte cómo sacar partido a tu vida social, amorosa o sexual, no puedo decirte qué look se va a llevar la próxima temporada. Y tampoco puedo decirte qué te queda mejor en función de tu tipo de cuerpo, porque yo pienso que la variedad de formas, curvas y ángulos de los cuerpos humanos es infinita y demasiado bella como para catalogarla en cinco o seis estúpidas tipologías.

Mi tipo de cuerpo es "MTPEC", que quiere decir "Métete Tus Putas Etiquetas por el Culo"

Mi tipo de cuerpo es «MTPEC», que quiere decir «Métete Tus Putas Etiquetas por el Culo»

No puedo ayudarte a «sacarte partido», como ves, y tengo una mala noticia: probablemente nadie puede hacerlo. Sólo tú sabes cómo sentirte cómoda, segura, sexy, con confianza en ti misma. Sabes que ese look para delgadas puede sentarte genial aunque estés un poco rellenita, que ese color para morenas te puede quedar fantástico aunque seas blanca. Seguro que sí que sabes sacar partido a tu imagen, aunque te digan que no o aunque no lo hagas de la forma en la que el Sistema te dice que lo tienes que hacer.

Pero por más partido que saques a tu imagen personal, la forma en la que estás más auténtica, mágica y fascinante es desnuda.

Sin ropa, sin prejuicios, sin miedos. Sumergiéndote en lo más profundo y oscuro de tu ser, con el cuerpo desnudo, el alma desnuda, la mente desnuda.

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Y es así, en nuestra desnudez, sin adornos ni artificialidades, como somos verdaderamente libres, como nos damos cuenta de que tenemos una máquina maravillosa donde vive nuestro Yo, nuestra conciencia, nuestro espíritu. Que nos permite creer y crear, dudar y destruir, pensar y sentir. Ese órgano olvidado al que nadie nos pide que le saquemos partido. Se trata del cerebro.

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Sacar partido a tu cerebro es un viaje apasionante… Es dejar volar tu fantasía e imaginar un mundo diferente… Sentirte en armonía con tu cuerpo, con los demás, con la Naturaleza… Descubrir tus convicciones e ideas más profundas y cuestionarte todo lo que siempre te han dicho para llegar, tú misma, a construir tu propio pensamiento, sin la presión de la sociedad, como la artista que crea su obra.

Por desgracia, el Sistema no quiere verte desnuda (a menos que sea al servicio de la industria pornográfica) ni tampoco que uses tu cerebro (si no es para consumir y para seguir al rebaño). Prefiere ponerte capas y capas de estúpida ropa según «las últimas tendencias» y poner un botón de apagado a tu pensamiento.

Pero tú lo que tienes es que encender tu mente. Tú lo que tienes es que sacar partido… al universo ilimitado que existe dentro de ti.

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