#17 – Eres una amargada

Últimamente, estoy viendo como el adjetivo «amargada» se utiliza para una amplia variedad de actitudes, formas de pensar (y de vivir) y también de estados de ánimo.

Resulta que si tienes ideales, eres una amargada.

Si a veces te enfadas y te cabreas (más que nada porque eres un ser humano y no una Barbie con la sonrisa pintada de forma permanente) también eres una amargada.

Si eres crítica, insumisa, rebelde o inconformista también eres una amargada. Si eres diferente, eres una amargada. La voz discordante es la voz de una amargada, los pies que caminan contracorriente son los pies de una amargada. Si tienes una misión, eres una amargada, si tienes otra visión, también lo eres. Si quieres cambiar el mundo, o tan siquiera cambiar tu mundo, eres una amargada.

Si aspiras a ser libre, eres una amargada.

No te enfades tanto, mujer, sé feliz, disfruta de la vida, te dicen.

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¿Y por qué asumen directamente que tú no disfrutas de tu vida? ¿Por qué juzgan algo tan subjetivo y personal como si eres feliz o no?

El origen de este tipo de comentarios está en una confusión demasiado habitual en nuestros días, que consiste en pensar que felicidad y hedonismo son la misma cosa.

Pero no es así.

La felicidad es, como hemos dicho, algo personal y que depende de la forma de ver el mundo de cada persona. Pero si algo está claro es que la felicidad no es algo inmediato, que se pueda consumir y tirar como si de una bolsa de patatas fritas se tratara. Llegar al estado de realización y paz espiritual propio de la felicidad requiere también sacrificio y esfuerzo. La verdadera felicidad es consciente y se vive con los ojos abiertos, y las personas verdaderamente felices no pasan, ni mucho menos, las 24 horas del día sonriendo; también se enfadan, también se cabrean, y si son felices suele ser porque han logrado desarrollar la capacidad de sobreponerse a las dificultades.

El hedonismo, en cambio, no tiene un carácter tan individual como la felicidad, pues al fin y al cabo todo el mundo, con pocos matices, se rinde ante los mismos placeres (los cuales normalmente consisten en satisfacer los instintos más básicos). A todas las personas les gusta sentir placer, no hay nada malo en ello, pero el hedonismo consiste en ir un paso más allá y vivir única y exclusivamente para recibir ese chute de endorfina que nuestro cerebro reclama a través de las actividades placenteras, como si de una droga se tratara.

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Son dos cosas totalmente distintas, una persona feliz no tiene por qué ser hedonista y una persona hedonista no tiene por qué ser feliz.

Sin embargo, el Sistema nos hace confundir ambos términos y normalmente nos vende como feliz a la persona que es hedonista, que ama vivir rodeada de lujos y caprichos, conseguir con pasmosa facilidad todo lo que desea y tener a un ejército de pelotas a sus pies aunque no tenga un miserable amigo de verdad. Y tilda, directamente, de «amargada» a quien decide dar un sentido más profundo a su existencia y no limitarse a ser hedonista.

Según los criterios actuales, alguien como Ada Lovelace también sería una «amargada», pues en vez de dedicarse a las distracciones típicas de las señoras aristócratas de su época se dedicaba a inventar el primer algoritmo codificado para ser procesado por una máquina, vulgarmente conocido como programa de ordenador, gracias al cual se desarrolló la computación y estás leyendo esto ahora mismo.

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Cuando nos llaman «amargadas», pues, lo que intentan es taparnos la boca, desmoralizarnos, para intentar que entremos en su estúpido juego y renunciemos a la lucha, a la vida y a nuestra propia condición de seres humanos, que cada día, poco a poco, nos la van arrebatando un poco más.

Lo que quieren es llevarnos de la mano hacia un mundo en el que puedan mantenternos controladas, obedientes, sedadas con sus drogas en forma de comida adictiva, telebasura y otras muchas mierdas que no necesitamos y que tan sólo producen un placer efímero y rápido.

Lo que pretenden es apagar esa resistencia que brilla en nuestro interior, para que nos rindamos, para que renunciemos a nuestros más profundos sueños y aspiraciones.

Esto es todo lo que se esconde tras una frase en apariencia inocente…

Pero aquí estamos nosotras para desmontar su lenguaje y pasar por encima de sus mentiras y contradicciones.

 

 

 

 

 

#16 – Consigue el pecho perfecto en un solo paso

Más o menos desde mi pubertad, comencé a darme cuenta de que mis pechos no se desarrollaban igual ni tenían exactamente el mismo aspecto que los de mis amigas, tías, primas y mujeres conocidas en general. Y un día, buceando por Internet, encontré el nombre de mi condición: descubrí que tenía mamas tuberosas.

En un arrebato de curiosidad, entré en el artículo de Wikipedia sobre el tema, y hallé esta magnífica definición:

Las mamas tuberosas son una malformación o deformación de las mamas, que se presenta desde el desarrollo puberal. Puede ocurrir que el tejido que cubre la glándula mamaria presente una rigidez excesiva y no se expanda adecuadamente juntamente con el crecimiento progresivo de la glándula mamaria […]

Podéis imaginar mi acojone mayúsculo al leer eso de «malformación». ¡Qué horror! ¿Me provocarían mis deformes pechos dolorosas molestias? ¿Cáncer? ¿Hernias? Tras investigar un poco más y vivir mis propias experiencias personales a lo largo de los años, he descubierto que las mamas tuberosas:

  • No tienen nada que ver con padecer tumores o cáncer de pecho;
  • Proporcionan exactamente el mismo placer sexual que unas mamas «normales»;
  • No suponen problemas a la hora de dar amamantar a un bebé,
  • No causan dolores, molestias ni problemas de salud de ningún tipo.

¿Cuál es el problema, pues? Al descubrir todo esto, no entendía por qué a este tipo de mamas se les considera una malformación. Algo no me cuadraba, y decidí, entonces, buscar cuál era la definición de malformación. Encontré esto:

Una deformidad o malformación es una diferencia notable en la forma del cuerpo o parte del cuerpo, u órgano del cuerpo (interno o externo) comparada con la forma promedio de la parte en cuestión.

He aquí el meollo de la cuestión: esta definición es demasiado ambigua y cada cual la puede manipular como mejor le convenga. Por ejemplo, estas tres personas, según esta definición, podrían ser deformes:

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Y es que la forma y tamaño de sus labios son notablemente distintos a los valores promedio. Sin embargo, como es una deformidad considerada «bonita» y «sexy» nadie les pone la etiqueta de deformes. Paradójicamente, la misma industria de la cirugía estética que se ofrece a resolver mi «malformación» de las mamas tuberosas también se ofrece a transformar unos labios promedio en unos labios exageradamente grandes y según la definición anterior… ¡deformes!

Esa poderosa industria que trata de convencerme de que yo necesito esa intervención quirúrgica porque mis mamas con «malformaciones» pueden causarme traumas y severos daños a mi autoestima.

¿Y por qué, si a mí mis lolas me parecen muy bonitas? Pues porque nuestra sociedad valora las mamas tuberosas como algo feo y rechazable. Y ante este hecho, yo como individuo puedo tomar dos decisiones:

  • Que me importe una mierda lo que opine la sociedad de mi cuerpo.
  • Meterme a un quirófano y someterme a una truculenta operación (la cual no voy a describir aquí, sólo diré que he visto vídeos y la verdad es que hay pelis gore que encuentro más flojitas).

Adivinad qué solución me recomiendan todos, absolutamente todos los artículos periodísticos que he leído (a sueldo de la industria de la belleza, claro). Por supuesto, ninguno habla del postoperatorio, ni de la pérdida de sensibilidad tras la operación… Porque sí, aumentarse el pecho implica renunciar a algo tan sagrado como tu propio placer sexual, simplemente por complacer a los demás y obtener su aprobación.

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Según los cánones de belleza actuales la Venus del Milo es «deforme». Sin comentarios

Pensaréis: «otra tía que viene a hablar de sus tetas para parecer subversiva«. Pero las tetas son una simple excusa para hablar de una viciada manipulación a la que estamos sometidos de forma constante: crear un problema para venderte la solución. En este caso, crean algo llamado «problema estético» (cuando algo estético de por sí es dudoso que sea un problema, ya que la apreciación de lo que es bonito y lo que es feo varía según los infinitos gustos de las personas…) para vendernos SU solución, la cirugía estética. Una solución, que a su vez, genera otro problema (la insensibilidad mamaria) y para el que pronto inventarán otra solución… y así sucesivamente. El negocio redondo.

Ocurre con todo. Nos venden productos para reparar nuestro pelo quemado por las planchas, cuando a lo mejor lo que tendríamos que hacer es dejar de usar planchas…

Nos invitan constantemente a consumir comida rica en azúcares y grasas que engorda mucho, para después vendernos dietas y productos adelgazantes…

Y también nos generan constantemente nuevas necesidades y mayor escasez para vendernos la solución de pedir un crédito. Incluso crean conflictos y crisis globales para después vendernos la solución geopolítica que más le conviene a la élite, tal y como se describe muy bien en este artículo: La trampa está en la solución.

Tal vez no le damos demasiada importancia, pero lo cierto es que esta es una sibilina forma de control, de control sobre nuestros cuerpos, nuestra voluntad, nuestras finanzas… Nos convierte en débiles, dependientes de las soluciones que nos ofrezcan, y nos atrapa en una espiral de la que es muy difícil salir. Un proceso en el que llegamos a perder lo más esencial de nuestra existencia en la Tierra: nuestra propia integridad física y mental.

Yo no critico las personas que se han sometido a operaciones de cirugía estética, no soy yo quién para juzgar lo que cada cual hace libremente con su cuerpo y además la casuística es muy variada, hay muchos tipos de afecciones mamarias de distinta gravedad. Pero si nos centramos en el tema de las mamas tuberosas… En el 98% de los ejemplos que he visto en las webs de cirujanos plásticos encuentro mamas completamente normales, bonitas, quizá más pequeñas que la media, sí, pero en absoluto deformes. Cada cual es libre de hacer lo que hace y operarse si así lo desea, pero lo que no debemos consentir es que nos llamen «deformes» por ser diferentes, no podemos permitir que nos engañen y creen traumas en beneficio de sus bolsillos…

Si quieres tener un pecho perfecto, el resto de blogs y páginas web te dirán que te operes, que te sentirás mucho mejor sin tu «malformación» y bla, bla, bla. Yo te ofrezco hacerlo en un solo «paso»: «paso de lo que me digan los demás», porque la noción de perfecto sólo la puedes definir tú. No eres deforme, hermana. La malformación la tienen ellos en el cerebro.

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#14 – El proceso de las divas

Las divas de la música y el cine son auténticos iconos que marcan generaciones enteras.

Personas influyentes, que acaparan los tabloides, conquistan las pantallas y arrebatan toda la atención allá donde van. Los mass media se vuelcan en ellas para averiguar hasta el más insignificante de los aspectos de su vida.

Son, habitualmente, gente que ha empezado en el show business desde muy joven; pero hay un hecho que resulta especialmente espeluznante y es que casi todas estas divas atraviesan por el mismo proceso de forma implacable.

El proceso es el siguiente:

  • Fase 1: La niña buena

Esta es la primera fase por la que atraviesan aquellas divas que entran el negocio desde niñas. Algunas comienzan a tener fama por concursos de talentos de televisión, como Britney Spears o Christina Aguilera (ambas, de hecho, proceden del mismo show llamado The Mickey Mouse Club), y en otras salen de series de televisión como Miley Cyrus y Selena Gomez (ambas proceden de Hannah Montana). Suelen ser niñas adorables, encantadoras, y cargadas del halo de inocencia que inevitablemente acompaña a la infancia. En algunos casos, como en el de Shakira cuando comenzó, incluso se les reconoce su propio talento y se les permite componer sus propias canciones (sí, por increíble que parezca ahora, Shakira comenzó tocando la guitarra y escribiendo ella sola sus propios temas, esto es algo que sólo saben sus verdaderos fans).

  • Fase 2: Sexualización incipiente

En esta fase ocurre lo inevitable: la niña poco a poco se va convirtiendo en una mujer. Le salen tetas (y todos sabemos que a una mujer, cuando le salen tetas, se convierte ipso facto en un trozo de carne) y entonces, de forma progresiva, va importando menos el talento de la artista y el foco de atención se va desviando hacia su físico. La diva cada vez enseña más carne, es obligada a aprender coreografías consideras sexys (que por cierto, cada vez son más simples, últimamente se basan en mover el culo arriba y abajo) y se la conmina a adoptar una actitud cada vez más provocadora, con algunos escándalos puntuales de índole sexual (yo personalmente pienso que las supuestas «filtraciones» de fotos de famosas desnudas a manos de hackers están más que preparadas). En esta fase se encuentran ahora mismo, por ejemplo, Ariana Grande y Taylor Swift.

Las famosas que entran en el show business «de mayores» (a partir de los 18 años) como Rihanna, Katy Perry o Lady Gaga suelen comenzar directamente por esta fase.

  • Fase 3:  Reducción total a un objeto

En esta fase ya no hay marcha atrás: la diva en cuestión es totalmente reducida a la categoría de objeto, normalmente sexual (los casos más notorios en la actualidad son Miley Cyrus y Nicki Minaj) aunque también se puede tratar de un objeto de mofa, sin tanto componente sexual (como ocurrió con la intérprete soul Amy Winehouse).

Las letras de las «canciones» ya sólo hablan de sexo, y en sus videoclips o películas aparecen semidesnudas o completamente desnudas. Son más conocidas por sus escándalos que por su música (si por ejemplo, buscas «Rihanna» en las noticias de Google, encontrarás más artículos sobre fotos suyas sin ropa que sobre sus últimos lanzamientos musicales); tienen relaciones viciosas y conflictivas y suelen consolidarse como consumidoras de drogas y alcohol.

  • Fase 4: Pérdida completa de la personalidad

La objetificación ha sido tal que la artista ya no sabe quién es, y ya no es consciente de su valor intrínseco como persona (verdaderamente se piensa y se siente como muñeca). Suelen aflorar trastornos psicológicos que no son sino la consecuencia de años y años de sometimiento mental, la adicción a las drogas y medicamentos se dispara y necesitan ser internadas en hospitales o centros de rehabilitación. A veces sienten leves mejorías y salen, pero pronto vuelven a caer en el gigantesco vacío en el que se han convertido sus vidas. Se convierten en almas desconsoladas.

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En algunos casos, el declive termina con la muerte de la diva en extrañas circunstancias (como ocurrió con Marilyn Monroe o Amy Winehouse); mientras que en otros casos las artistas parecen quedarse de manera indefinida en la Fase 4 o 3 (ya veremos qué les depara el futuro). En cualquier caso, el proceso culmina con la pérdida de identidad de la víctima.

Y sí, digo víctima.

Porque muchos pensarán que estas celebrities no son más que unas zorras que ganan mucho dinero y que son totalmente libres y conscientes de sus actos. Pero la realidad es que son víctimas de un fuerte proceso de programación mental desde su más tierna infancia (y con programación mental me refiero a abuso físico, psíquico y sexual puro y duro). Sinéad O’Connor, una cantante que tuvo su momento de fama en los años 90, le escribió una carta a Miley Cyrus, la cual me permito reproducir parcialmente porque verdaderamente retrata muy bien de qué va esto:

Querida Miley:

[…] Estoy muy preocupada por el hecho de que los que te rodean te han hecho creer, o han alentado tu propia creencia, de que es de alguna manera ‘cool’ salir desnuda y lamiendo martillos en tus videos. De hecho, lo que haces es opacar tu talento al dejarte que te prostituyan, siendo la industria de la música o tú misma tu propia proxeneta.

Nada más que daño vendrá en el largo plazo al permitir que te exploten así. Absolutamente y de ninguna manera lo que haces representa una forma de empoderamiento ni para ti ni para ninguna otra mujer. Lo que estás haciendo es dar el mensaje de que tu valor es tu atractivo sexual más que tu evidente talento. […] Al negocio de la música tú y el resto de nosotros le importamos una mierda. Te prostituirán por todo lo que vales, y de forma muy inteligente, te harán pensar que era lo que tú querías. Cuando termines en rehabilitación como resultado de haber sido prostituida, “ellos” estarán tomando el sol en Antigua con los yates que se compraron por la venta de tu cuerpo. Allí te encontrarás muy sola.

A ninguno de los hombres que te observan tampoco le importas una mierda. No te dejes engañar. Muchas mujeres confunden deseo con amor. Que ellos te deseen sexualmente, no quiere decir que les importas, mucho más si tú misma das a entender que no te quieres ni un poquito. A nadie que realmente le intereses puede aprobar que te dejes prostituir. Y eso te incluye a ti misma”. Sí, estoy sugiriendo que no te valoras a ti misma. Y eso tiene que cambiar. […] Tú vales más que tu cuerpo o tu atractivo sexual. Pero el mundo del espectáculo no ve las cosas de esa manera, les gusta que las cosas se vean de otra forma. Las revistas que te quieren en su portada, o lo que sea, no te hagas ilusiones, todos ellos te quieren porque están haciendo dinero con tu juventud y tu belleza. […]

Le dijiste a la “Rolling Stone” que la mirada de tu video se basa en la mía. La mirada que yo elegí fue una decisión que tomé en un momento en que mi compañía de discos me alentaba para que haga lo que tú estás haciendo. Yo sentí que preferiría ser juzgada por mi talento y no mi aspecto y estoy feliz de haberlo pensado así, sobre todo porque no me veo como antes ahora que tengo casi 47 años de edad y, desgraciadamente, muchas mujeres artistas que han basado su imagen en torno a su sexualidad, terminan en cuando llegan a la edad madura. […] En cuanto a eso de que quieres alejarte de la imagen de Hannah Montana y quien te dijo que desnudarte es la mejor manera de hacerlo está equivocado, no te respetó ni a ti como jovencita ni tu talento. […]

Nos guste o no, las mujeres de esta industria somos modelos a seguir y como tal tenemos que tener mucho cuidado con los mensajes que enviamos a otras mujeres. El mensaje que estás dando ahora es que es muy ‘cool’ prostituirse, y en realidad no es así. Miley, eso es peligroso. Las mujeres deben ser valoradas por algo más que su sexualidad. No somos solo objetos de deseo […]”.

Yo no me voy a centrar tanto en la élite que se oculta tras esto, ni en el obvio impacto que este proceso tiene sobre las mentes más jovenes e influenciables. Voy a hacer más bien hincapié en que esto no es algo único del negocio del espectáculo, sino que es tan sólo la punta del iceberg. Porque en muchas empresas, e incluso en centros educativos, este proceso se repite a pequeña escala: la mujer es paulatinamente reducida a objeto sexual hasta que se desposee completamente de su personalidad; y hay poca cosa que pueda hacer para escapar de esta espiral maldita (no es tan fácil dejar tu puesto de trabajo o tus estudios).

Nos quedamos sólo con la capa superficial, y nos llenamos la boca con palabras como «liberación», «empoderamiento»… Nos creemos una sociedad muy avanzada porque «¡mira! ¡permitimos a las mujeres trabajar y estudiar!», cuando en realidad son demasiadas las que sufren en silencio el machismo más atroz en sus trabajos y en sus escuelas.

¿Y qué papel tenemos nosotras en esto? ¿Cómo podemos cambiar esta grotesca y desagradable realidad?

En el próximo post hablaremos de ello.

#13 – Mi primera vez

Me llamo Claudia y ya no sé que hacer. Estoy desesperada, y me siento tan sucia…

Al principio, todo era magia. Aquellas miradas fugaces, aquellas noches enteras hablando sin parar… Y finalmente, él me dijo «te quiero». Que iba a estar a mi lado para siempre. Hasta el infinito. Que me haría sentir única todos y cada uno de los días de mi vida.

Yo me sentía la chica más afortunada del mundo: había encontrado el amor después de llevarme tantos chascos. Él se portaba genial conmigo, era tan encantador y detallista…

La semana pasada hicimos 5 meses, y mis amigos me dijeron lo que yo ya llevaba pensando unos días: llevábamos bastante tiempo juntos, y ya iba siendo hora de hacerlo… o terminaría perdiéndole. Iría a buscar en otra chica lo que yo no le daba. Yo no quería perderle. Le amaba. Además, él de verdad me gustaba y yo también tenía ganas de probar qué se sentía.

Así que al fin le dije que estaba preparada. Él me contestó que él también tenía ganas de hacerme suya, y que mi primera vez sería algo increíble y especial.

El sábado por la tarde me llamó, me dijo que fuera a su casa, que no estaban sus padres. Yo fui, nerviosa, temblando de la emoción. Estaba ilusionada, y pensaba que nuestra primera vez sería muy bonita, mágica y que no la olvidaría nunca.

Pero no fue como esperaba. No sé por qué… pero las cosas no marcharon bien. Costó mucho conseguir que «eso» entrara, y cuando lo hizo yo no sentí nada salvo un terrible dolor. Cuánto dolía. Incluso sangré y todo. Aguanté como pude, y cuando terminamos volví hacia casa avergonzada, frustrada e incómoda.

Al día siguiente, él no dio señales de vida. Parecía que se le hubiera tragado la tierra. No me cogía el télefono, ni respondía los whatsapps que le mandaba. Cuando nos encontramos el lunes en clase, se acercó a mí y me dijo fríamente que ya no sentía lo mismo por mí. Que lo dejábamos.

Ahora mismo estoy destrozada. ¿Cómo puedo haber metido la pata así? Yo estaba enamorada de él, sólo quería hacerle feliz… Le regalé mi virginidad, ese tesoro tan preciado que llevaba guardando para ese alguien especial… y él tan sólo se ha reído de mí. Cuánto me arrepiento, me siento tan mal…

Hola, Claudia.

Lo primero de todo, me pongo en tu lugar y comprendo que estés destrozada. Tú confiabas en una persona a quien querías, y esa persona te ha hecho daño. Es lógico que estés dolida.

Pero si además de dolida, te sientes avergonzada, humillada, inútil, arrepentida y sucia… eso ya no es algo natural, sino el producto de una retorcida e irracional historia que te han ido introduciendo en la mente desde que eras pequeña. Y el punto de partida desde el que arranca esa historia es la virginidad.

La virginidad

¿Nunca te has preguntado por qué damos tanta importancia a la virginidad?

¿Por qué ponemos un nombre a “la condición de no haber mantenido nunca relaciones sexuales”, y no ponemos nombre a la condición de no haber escalado nunca una montaña, no haber plantado nunca un árbol o no haber escrito nunca un libro?

Eso es porque nos han enseñado a asociar la virginidad a un estado de pureza, virtud, inocencia… Mientras seas virgen eres una mujer buena, beata, portadora de un preciado tesoro que tan sólo debes entregar a tu príncipe azul, ese hombre ideal que te salvará de tu prefabricada, gris e insustancial vida…

Y es así como el Sistema disfraza en forma de mito cargado de magia y romanticismo algo cuyo origen no tiene nada de romántico. Algo que en realidad es, ni más ni menos, una forma de control sobre las personas.

El nacimiento de la virginidad como mito se remonta a siglos atrás, cuando la propiedad sobre la mujer se transmitía del padre al marido a través del matrimonio. Entonces, la virginidad era algo que marcaba el valor del objeto de compraventa (la mujer), dado que permitía al nuevo propietario (el marido) asegurar que los hijos de la mujer recién adquirida eran en realidad suyos. En definitiva, se trataba de una herramienta de control sobre el cuerpo de la mujer y su capacidad de tener hijos. Y desde entonces, se ha seguido utilizando para reprimir la libre disposición del cuerpo, la mente y la sexualidad de las personas.

Las novias se visten de blanco como símbolo de virginidad y "pureza"

Las novias se visten de blanco como símbolo de virginidad y «pureza»

Por lo tanto, no tiene ningún sentido que pienses que le has regalado tu virginidad a alguien. Más que nada porque la virginidad no existe, no tiene ningún fundamento racional o científico alguno. Tan sólo se trata de una idea que te han inoculado, una superstición que llevamos siglos arrastrando y que tan sólo tiene el significado que tú quieras darle.

La primera vez

El segundo capítulo de la insana fantasía que te han hecho creer, fuertemente vinculado al anterior, es el de la primera vez. Nos han dicho que la primera vez tiene que ser especial. Pero eso es sencillamente falso: la primera vez no tiene por qué ser más especial que la segunda, la tercera o la vigésima. Y menos cuando la primera vez, desgraciadamente, es una experiencia dolorosa y desagradable para muchas mujeres (sin importar cuántas velitas o pétalos de rosa se pongan en la habitación).

Esto no es de extrañar, ya que muchas de nosotras tenemos un miedo, un rechazo y un desconocimiento atroces hacia nuestro propio cuerpo y su funcionamiento. Dado que en la mayoría de familias el sexo sigue siendo un tema tabú, nuestras fantásticas fuentes principales de educación sexual siguen siendo dos: el sistema educativo y la pornografía de masas, teniendo en cuenta que esta última no sólo aparece en las películas X como tal sino también en el cine, la televisión, la música…

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El sistema educativo te enseña que el sexo sólo sirve para tener hijos; y la pornografía de masas que el sexo sólo sirve para obtener placer inmediato (y, normalmente, para que el hombre obtenga placer inmediato). Pueden parecer dos mensajes opuestos pero en el fondo se complementan muy bien, y es que ambos sirven a la tarea de ocultar la dimensión más liberadora, espiritual y revolucionaria del sexo, de invisibilizarlo como una forma única de autoconocimiento y comprensión, conexión y comunicación entre personas.

Y ahí está el problema: comenzamos a tener relaciones sexuales sin tan siquiera saber lo qué realmente es el sexo. Comenzamos el viaje con una gran maleta cargada de tantos prejuicios, tanta ignorancia y tantas ideas preconcebidas…

Tercer capítulo: Continuará… ¿o no?

Y en el tercer capítulo de esta historia, hay 2 posibilidades (como en aquellos libros de «Elige tu propia aventura«). La primera es que, después de la mágica primera vez, los protagonistas se embarquen en un largo y apasionado romance, y entonces la historia continuará (concluyendo normalmente con el clásico episodio de boda-chaléconpiscina-niños.)

Y la segunda posibilidad es que la historia termine de forma trágica y abrupta. El gentil caballero huye volando en su corcel alado y entonces nos sentimos humilladas, despreciables, sucias. Sentimos como si nos hubieran robado algo. ¿Pero esto por qué?

Aquí también entra en juego la educación, esta vez la educación afectiva. La cual recibimos de películas de Hollywood, cuentos de princesas, novelas, revistas, canciones y demás mierda similar. Puras armas de contaminación mental que ejercen una gran presión sobre nosotras, y que nos meten en la cabeza que cuando te acuestas con un hombre (y más si es tu primera vez) te estás entregando, estás haciendo suyo tu cuerpo, tu corazón… a cambio de que él te jure amor eterno.

La Sirenita entrega ni más ni menos que ¡su voz! para conseguir a su príncipe azul

La Sirenita entrega ni más ni menos que ¡su voz! para conseguir a su príncipe azul

Esto puede parecer muy apasionado y romántico, pero quiero que pienses en la gravedad de lo que verdaderamente significa. «Entregar», «hacerte suya», «a cambio de»… ¿esto no suena más a una compra o a una venta? ¿Estamos hablando de sentimientos o de CAPITALISMO en estado puro? Te han enseñado a concebir el sexo como un vulgar y banal intercambio, en el que la moneda utilizada no es ni más ni menos que ¡tu propio cuerpo!

Y todo a cambio de un falso paraíso que se promete a través de las palabras mágicas «te quiero» y «te amaré eternamente». Sí, por supuesto que si tienes pareja ha de existir amor, respeto, confianza, comprensión y amistad mutuos… Pero creer que existe tu amor ideal y que hay una forma de retenerle contigo para siempre es una ilusión absurda y peligrosa, que te genera dependencia emocional y aniquila tu autonomía personal.

No necesitas una media naranja, porque ¡tú eres una naranja entera!

No necesitas una media naranja, porque ¡tú eres una naranja entera!

Esta es, Claudia, la historia que, como virus, infecta la vida y el pensamiento de muchas personas en todo el mundo.

Pero llegó la hora de mandar este programa infeccioso a la Papelera de reciclaje. Llegó la hora de que te cuestiones toda esta historia, y de que decidas si quieres seguir manteniéndola en tu vida y soportar las consecuencias que ello te traería.

Y el primer paso a seguir es recuperar tu poder sobre tu cuerpo y tu pensamiento. Porque tú no te has entregado a nadie, tú no perteneces a nadie. Tu cuerpo no es el trofeo de nadie. Tu cuerpo es una obra de ingeniería maravillosa, que sólo te pertenece a ti y que te puede permitir sentir y conocer cosas inimaginables. Que alberga a un ser humano increíble en su interior, con una dignidad absoluta y un valor infinito.

Así que, querida Claudia, conócete, explórate, no tengas miedo de vivir, descubre. Y no derroches más energía creyendo en dogmas cuyo único fin es anular y destruir la maravillosa conciencia que tienes. Eso sí que es tu más preciado tesoro. Cuídalo.

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#12 – Quiero que seas mía

«Quiero que seas mía»

Habrás oído esa frase miles de veces, en películas, libros, y es posible que incluso en los cuentos e historias de princesas que veías de pequeña. Es como una fórmula mágica, como un hechizo, y si no me crees te voy a proponer un juego: cierra los ojos ahora mismo e imagina a la persona que más te gusta/atrae/de la que estás enamorada susurrándote al oído «QUIERO QUE SEAS MÍA».

¿Notas como se te pone la piel de gallina y te palpita fuerte el corazón? ¿Notas cómo ardes por dentro y un torrente de emociones fluye por tus venas? ¿No tiemblas al pensar en la persona que amas pidiéndote que seas sólo suya? ¿Se te caen las bragas la baba al pensarlo?

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Si es así, siento decírtelo pero tienes un problema. A lo mejor piensas que estoy exagerando, o que quizá me acaba de dejar el novio y estoy pasando por aquella fase de «el amor es una mierda»… Pero no. No van por ahí los tiros.

¿Has pensado qué es lo que verdaderamente significa esa frase, especialmente la palabra «mía»? Vamos a analizarla.

Mía, en esta frase, es un pronombre posesivo, es decir, indica posesión. Así que cuando alguien te dice «eres mía» en realidad quiere decir que te posee, que tú eres de su propiedad, como si fueras un coche, unos calcetines o un cepillo de esos para quitarse la mierda de las uñas de los pies. Y lo mismo ocurre cuando otras tantas frases, como por ejemplo «tú me perteneces».

"Tú me perteneces", obra cumbre de la literatura universal

«Tú me perteneces», obra cumbre de la literatura universal

Pero lo grave no es lo que estas frases significan. Lo grave es lo que estas frases implican.

Cuando perteneces a alguien, tu cuerpo deja de ser tuyo. Ya no eres tú la qué decides qué ponerte, ni para qué ocasión. «Te arreglas para otros y no para mí», te dice tu pareja cuando sales de fiesta con tus amigas y decides ponerte guapísima para ello. Y son frases del tipo «me gustarías más si no estuvieras gorda, o si tuvieras las tetas más grandes» las que llevan a miles de mujeres a someterse a peligrosas dietas y operaciones de cirugía estética. Cuando tu pareja cree que le perteneces, se creerá con derecho a hacer contigo lo que quiera: forzarte a hacer cosas que no quieres hacer, insultarte, empujarte y llegar incluso a darte una paliza… y todo se justifica porque tú eres suya.

Cuando perteneces a alguien, renuncias a tu intimidad y dejas todo tu mundo en manos de esa especie de Gran Hermano que vigila todos tus movimientos. Ya no puedes ir a ningún sitio sin estar «informando» constantemente a esa persona, a quien debes explicaciones de con quién estas, qué haces, de qué hablas, porqué estás o no conectada al whatsapp… Todo tiene que estar bajo el control de esa persona, vives con miedo y bajo la sospecha constante.

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Cuando perteneces a alguien, también has de destruir tus vínculos afectivos con otras personas, porque no puedes ni debes tener amigxs (y mucho menos del sexo contrario), ni hacer caso de lo que tus seres queridos te digan. Implica que no hay más mundo ni más gente que esa persona, de la que dependes absolutamente para sentirte feliz contigo misma. Dependes constantemente de su aprobación, de sus «te quiero», de sus palabras bonitas…

¿¡Pero qué basura milenaria es esta!?

¿¡Pero qué basura milenaria es esta!?

Y además, normalmente, la relación de propiedad es recíproca: ya no sólo tu eres propiedad de alguien, sino que ese alguien también es propiedad tuya. Y eso también es destructivo para ti, porque cuando crees que alguien te pertenece, eso se convierte en una obsesión, en una droga: consumes toda tu energía en intentar averiguar qué hace esa persona, con quién se relaciona… Te conviertes en detective, cuando podrías dedicar tu tiempo a otras actividades mucho más interesantes y edificantes.

Por tu propia salud mental... ¡no te conviertas en novix obsesivx!

Por tu propia salud mental… ¡no te conviertas en novix obsesivx!

Frenemos un momento… ¿verdad que este retrato del amor no es muy agradable?

¿Y, por qué, a pesar de todo, seguimos viéndolo como «normal»?

La respuesta está en que, a lo largo de mucho tiempo, el Sistema nos ha lavado el cerebro para que nosotras creamos que esto es natural, que es que «el amor duele». Y lo hace desde la más tierna infancia, con cuentos en los que las princesas tienen que sufrir terribles penurias para encontrar el Amor, personificado en su Príncipe Azul. Ese es el máximo sueño al que debemos aspirar, es esa la recompensa por la que merece la pena entregar tu voz a una bruja, como en el caso de la Sirenita (muy simbólico esto, por cierto), o incluso entregar tu vida, como en el caso de la Bella Durmiente…

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Mujer, no sueñes (a no ser que sea con un tío)

Pero, ¿por qué tanta historia de amor con final feliz? ¿Por qué tanto bombardeo en revistas, películas, novelas?

¿Por qué todo el mundo te medio obliga a encontrar pareja si estás soltera?

¿Y por qué todo el mundo te critica si tienes (o si quieres tener) una relación que no sea convencional, que no se base en la propiedad ni en la dependencia emocional?

¿Por qué parece que todxs forman un complot contra ti?

Todo esto es porque, cuando aceptas ser PROPIEDAD de otra persona, aceptas convertirte en un objeto, y también aceptas renunciar a tu LIBERTAD como individuo, como ser pensante, viviente, y sintiente. Y si renuncias a tener tu propia libertad, tu propio pensamiento, tu propia conciencia, autonomía y capacidad de tomar decisiones… jamás te cuestionarás el lugar en el que el Sistema te ha colocado. Sí, el capitalismo ha secuestrado una idea tan bella y maravillosa como el amor, de tal forma que sus reglas se basen en las mismas reglas que la propiedad privada… todo para mantenerte sumisa y quieta en tu sitio. Pero no te dejes engañar: el amor basado en la posesión no es amor, sino sufrimiento, sumisión, manipulación y dependencia emocional, entre otras cosas.

nunca

¿Y cómo podríamos combatir esta idea del amor tan amarga y mercantilista?

En mi opinión, la mejor forma de luchar contra el amor falso es con amor verdadero, del bueno, del de verdad. Aquel que no se representa con un candado cerrado, que no «ata», que no «encierra», sino con un candado abierto: tú abres las puertas de tu mundo a otra persona, cuando quieres y como quieres (y las cierras también cuando quieres)… no para «atrapar» a la otra persona ni que ella te atrape a ti; sino para sumar, para construir, descubrir infinidad de cosas nuevas…

openisbetter

En definitiva, se trata de pasar del «quiero que seas mía»… al «quiero que seas… CONMIGO»

alegria

#10 – ETERNAMENTE ESCLAVAS

Hoy voy a hablar de un tema que ha estado de actualidad en España este último mes de agosto, el de la violación. Y lo hago porque me parece un tema de extrema importancia, y me molesta cómo la sociedad parece quitarle hierro al asunto.

Puede que las mujeres (occidentales) hayamos avanzado un montón en tema de derechos. Sí, ahora podemos votar (lo cual está muy bien), tenemos más de independencia que antaño, más acceso a medios de planificación familiar, y unas leyes que nos amparan e incluso nos discriminan positivamente en un cierto número de casos. Pero mientras sigamos viviendo constantemente con el fantasma de la violación acechándonos, con el riesgo de salir a la calle y que nos hagan algo horrible, nunca seremos libres. Seremos eternamente esclavas. Eternamente dependientes de un hombre que nos tenga que acompañar a todas partes, eternamente presas del miedo, eternamente limitadas a la hora de hacer cosas, de viajar, de movernos, de trabajar.

Puede que existan penas (más que insuficientes, por cierto) que castiguen a los violadores, puede que los políticos lo condenen, puede que todos, de cara a los demás, digamos que la violación es algo horrible y que los violadores son unos hijos de la gran puta, porque es lo «políticamente correcto». Pero las violaciones se siguen produciendo y las mujeres seguimos viviendo con miedo. Somos incapaces de avanzar. ¿Por qué?

Para encontrar la respuesta, hemos de sumirnos en lo más profundo de nuestra mente. Y ahí es donde encontramos una gran barrera que nos lo impide.

Esa barrera nos impide imaginar un mundo sin violadores, porque casi todxs pensamos, aunque sea de forma inconsciente, que el varón humano es una bestia incapaz de controlar sus impulsos sexuales. Todxs pensamos que esto es inevitable, inmutable, que esto «es así» y no se puede cambiar, y que por lo tanto es la hembra humana la que debe tener cuidado, cubrirse, evitar ir sola a ningún sitio y, en definitiva, avergonzarse de su propia sexualidad, tratando de anularla, para evitar que su perfume de mujer llegue a la nariz de algún salvaje depredador en busca de su presa. Y, por lo tanto, cuando la violación sucede, nuestra mente de forma automática tiende a culpar a la víctima que no ha tenido el suficiente «cuidado» de no ser agredida por su violador, o incluso pensamos que «lo ha ido buscando».

Nuestra barrera mental no sólo nos lleva a culpabilizar a la víctima, sino también a castigarla por «lo que ha hecho». En lo más profundo de nuestra mente no pensamos en la violación como una inaceptable agresión y un daño físico y psicológico, sino como una «pérdida de honor» de la mujer. La mujer pierde su dignidad, y el hombre se hace con ella como si fuera un trofeo. Por ello, no entendemos que una mujer pueda querer recuperarse tras sufrir una violación, que tenga derecho a reponerse, a superarlo y a volver a disfrutar de su salud física, psicológica o sexual. Pensamos que debe apartarse del mundo y vivir sumida en la vergüenza y la oscuridad hasta el último día de su vida. Y a la mujer que quiere volver a vivir y que se niega a confinarse de ese modo, la llamamos «buscona» e incluso pensamos que en realidad no fue violada, sino que está mintiendo.

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Y esta barrera, además, limita nuestro concepto de «violación» a «chica que va sola por la calle, es asaltada por un desconocido y resiste hasta morir brutalmente asesinada». No entendemos que una violación a manos de un amigo, una pareja o un marido también es una violación; no entendemos que una violación en la que la chica no resiste (porque está bloqueada por el miedo o porque no quiere que la hagan aún más daño) también es una violación. Y si una mujer consiente una cierta práctica sexual pero en el transcurso de la misma es forzada a realizar otras, sí, también es violación, pero nosotrxs por desgracia no lo entendemos. No entendemos que decir «sí» a una cosa no significa decir «sí» a todo. No entendemos que la mujer es propietaria de su cuerpo y de su mente, no entendemos que una prenda de ropa o una caricia NO son una invitación a sufrir una agresión.

Hasta que no consigamos derrumbar ese muro mental, no podremos ni tan siquiera vislumbrar a lo lejos la solución para este grave problema. Y al Sistema le interesa, y mucho, mantener esa barrera y hacerla crecer. Le interesa que toda esa energía, toda esa fuerza que guardamos el 50% de la población y que podríamos utilizar para cambiar el mundo quede recluida, oprimida y encerrada en casa debido al miedo constante a sufrir una violación. Pensaréis: el Sistema mete a los violadores en la cárcel. Cierto. Pero el Sistema también nos lava el cerebro a través de la televisión, la publicidad y la pornografía de masas para convencernos de que la mujer es un objeto sexual y de que su propio cuerpo no le pertenece.

¿Qué podemos hacer para emprender nuestro camino hacia la libertad colectiva? Todo empieza por cambiar el chip, por reprogramarnos, por educar y autoeducarnos. Dejar de enseñar a las mujeres a no ser violadas y enseñar a los hombres a no violar. Dejar de tener miedo a soñar con un mundo en el que las mujeres no estén en peligro, y alzar nuestra voz, hacernos oír y luchar por lo que nos pertenece: nuestro cuerpo, nuestra libertad de decisión, nuestro valor intrínseco como seres humanos y no como objetos de satisfacción para otros.

Porque de lo contrario seguiremos siendo eternamente esclavas.

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