#16 – Consigue el pecho perfecto en un solo paso

Más o menos desde mi pubertad, comencé a darme cuenta de que mis pechos no se desarrollaban igual ni tenían exactamente el mismo aspecto que los de mis amigas, tías, primas y mujeres conocidas en general. Y un día, buceando por Internet, encontré el nombre de mi condición: descubrí que tenía mamas tuberosas.

En un arrebato de curiosidad, entré en el artículo de Wikipedia sobre el tema, y hallé esta magnífica definición:

Las mamas tuberosas son una malformación o deformación de las mamas, que se presenta desde el desarrollo puberal. Puede ocurrir que el tejido que cubre la glándula mamaria presente una rigidez excesiva y no se expanda adecuadamente juntamente con el crecimiento progresivo de la glándula mamaria […]

Podéis imaginar mi acojone mayúsculo al leer eso de «malformación». ¡Qué horror! ¿Me provocarían mis deformes pechos dolorosas molestias? ¿Cáncer? ¿Hernias? Tras investigar un poco más y vivir mis propias experiencias personales a lo largo de los años, he descubierto que las mamas tuberosas:

  • No tienen nada que ver con padecer tumores o cáncer de pecho;
  • Proporcionan exactamente el mismo placer sexual que unas mamas «normales»;
  • No suponen problemas a la hora de dar amamantar a un bebé,
  • No causan dolores, molestias ni problemas de salud de ningún tipo.

¿Cuál es el problema, pues? Al descubrir todo esto, no entendía por qué a este tipo de mamas se les considera una malformación. Algo no me cuadraba, y decidí, entonces, buscar cuál era la definición de malformación. Encontré esto:

Una deformidad o malformación es una diferencia notable en la forma del cuerpo o parte del cuerpo, u órgano del cuerpo (interno o externo) comparada con la forma promedio de la parte en cuestión.

He aquí el meollo de la cuestión: esta definición es demasiado ambigua y cada cual la puede manipular como mejor le convenga. Por ejemplo, estas tres personas, según esta definición, podrían ser deformes:

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Y es que la forma y tamaño de sus labios son notablemente distintos a los valores promedio. Sin embargo, como es una deformidad considerada «bonita» y «sexy» nadie les pone la etiqueta de deformes. Paradójicamente, la misma industria de la cirugía estética que se ofrece a resolver mi «malformación» de las mamas tuberosas también se ofrece a transformar unos labios promedio en unos labios exageradamente grandes y según la definición anterior… ¡deformes!

Esa poderosa industria que trata de convencerme de que yo necesito esa intervención quirúrgica porque mis mamas con «malformaciones» pueden causarme traumas y severos daños a mi autoestima.

¿Y por qué, si a mí mis lolas me parecen muy bonitas? Pues porque nuestra sociedad valora las mamas tuberosas como algo feo y rechazable. Y ante este hecho, yo como individuo puedo tomar dos decisiones:

  • Que me importe una mierda lo que opine la sociedad de mi cuerpo.
  • Meterme a un quirófano y someterme a una truculenta operación (la cual no voy a describir aquí, sólo diré que he visto vídeos y la verdad es que hay pelis gore que encuentro más flojitas).

Adivinad qué solución me recomiendan todos, absolutamente todos los artículos periodísticos que he leído (a sueldo de la industria de la belleza, claro). Por supuesto, ninguno habla del postoperatorio, ni de la pérdida de sensibilidad tras la operación… Porque sí, aumentarse el pecho implica renunciar a algo tan sagrado como tu propio placer sexual, simplemente por complacer a los demás y obtener su aprobación.

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Según los cánones de belleza actuales la Venus del Milo es «deforme». Sin comentarios

Pensaréis: «otra tía que viene a hablar de sus tetas para parecer subversiva«. Pero las tetas son una simple excusa para hablar de una viciada manipulación a la que estamos sometidos de forma constante: crear un problema para venderte la solución. En este caso, crean algo llamado «problema estético» (cuando algo estético de por sí es dudoso que sea un problema, ya que la apreciación de lo que es bonito y lo que es feo varía según los infinitos gustos de las personas…) para vendernos SU solución, la cirugía estética. Una solución, que a su vez, genera otro problema (la insensibilidad mamaria) y para el que pronto inventarán otra solución… y así sucesivamente. El negocio redondo.

Ocurre con todo. Nos venden productos para reparar nuestro pelo quemado por las planchas, cuando a lo mejor lo que tendríamos que hacer es dejar de usar planchas…

Nos invitan constantemente a consumir comida rica en azúcares y grasas que engorda mucho, para después vendernos dietas y productos adelgazantes…

Y también nos generan constantemente nuevas necesidades y mayor escasez para vendernos la solución de pedir un crédito. Incluso crean conflictos y crisis globales para después vendernos la solución geopolítica que más le conviene a la élite, tal y como se describe muy bien en este artículo: La trampa está en la solución.

Tal vez no le damos demasiada importancia, pero lo cierto es que esta es una sibilina forma de control, de control sobre nuestros cuerpos, nuestra voluntad, nuestras finanzas… Nos convierte en débiles, dependientes de las soluciones que nos ofrezcan, y nos atrapa en una espiral de la que es muy difícil salir. Un proceso en el que llegamos a perder lo más esencial de nuestra existencia en la Tierra: nuestra propia integridad física y mental.

Yo no critico las personas que se han sometido a operaciones de cirugía estética, no soy yo quién para juzgar lo que cada cual hace libremente con su cuerpo y además la casuística es muy variada, hay muchos tipos de afecciones mamarias de distinta gravedad. Pero si nos centramos en el tema de las mamas tuberosas… En el 98% de los ejemplos que he visto en las webs de cirujanos plásticos encuentro mamas completamente normales, bonitas, quizá más pequeñas que la media, sí, pero en absoluto deformes. Cada cual es libre de hacer lo que hace y operarse si así lo desea, pero lo que no debemos consentir es que nos llamen «deformes» por ser diferentes, no podemos permitir que nos engañen y creen traumas en beneficio de sus bolsillos…

Si quieres tener un pecho perfecto, el resto de blogs y páginas web te dirán que te operes, que te sentirás mucho mejor sin tu «malformación» y bla, bla, bla. Yo te ofrezco hacerlo en un solo «paso»: «paso de lo que me digan los demás», porque la noción de perfecto sólo la puedes definir tú. No eres deforme, hermana. La malformación la tienen ellos en el cerebro.

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#13 – Mi primera vez

Me llamo Claudia y ya no sé que hacer. Estoy desesperada, y me siento tan sucia…

Al principio, todo era magia. Aquellas miradas fugaces, aquellas noches enteras hablando sin parar… Y finalmente, él me dijo «te quiero». Que iba a estar a mi lado para siempre. Hasta el infinito. Que me haría sentir única todos y cada uno de los días de mi vida.

Yo me sentía la chica más afortunada del mundo: había encontrado el amor después de llevarme tantos chascos. Él se portaba genial conmigo, era tan encantador y detallista…

La semana pasada hicimos 5 meses, y mis amigos me dijeron lo que yo ya llevaba pensando unos días: llevábamos bastante tiempo juntos, y ya iba siendo hora de hacerlo… o terminaría perdiéndole. Iría a buscar en otra chica lo que yo no le daba. Yo no quería perderle. Le amaba. Además, él de verdad me gustaba y yo también tenía ganas de probar qué se sentía.

Así que al fin le dije que estaba preparada. Él me contestó que él también tenía ganas de hacerme suya, y que mi primera vez sería algo increíble y especial.

El sábado por la tarde me llamó, me dijo que fuera a su casa, que no estaban sus padres. Yo fui, nerviosa, temblando de la emoción. Estaba ilusionada, y pensaba que nuestra primera vez sería muy bonita, mágica y que no la olvidaría nunca.

Pero no fue como esperaba. No sé por qué… pero las cosas no marcharon bien. Costó mucho conseguir que «eso» entrara, y cuando lo hizo yo no sentí nada salvo un terrible dolor. Cuánto dolía. Incluso sangré y todo. Aguanté como pude, y cuando terminamos volví hacia casa avergonzada, frustrada e incómoda.

Al día siguiente, él no dio señales de vida. Parecía que se le hubiera tragado la tierra. No me cogía el télefono, ni respondía los whatsapps que le mandaba. Cuando nos encontramos el lunes en clase, se acercó a mí y me dijo fríamente que ya no sentía lo mismo por mí. Que lo dejábamos.

Ahora mismo estoy destrozada. ¿Cómo puedo haber metido la pata así? Yo estaba enamorada de él, sólo quería hacerle feliz… Le regalé mi virginidad, ese tesoro tan preciado que llevaba guardando para ese alguien especial… y él tan sólo se ha reído de mí. Cuánto me arrepiento, me siento tan mal…

Hola, Claudia.

Lo primero de todo, me pongo en tu lugar y comprendo que estés destrozada. Tú confiabas en una persona a quien querías, y esa persona te ha hecho daño. Es lógico que estés dolida.

Pero si además de dolida, te sientes avergonzada, humillada, inútil, arrepentida y sucia… eso ya no es algo natural, sino el producto de una retorcida e irracional historia que te han ido introduciendo en la mente desde que eras pequeña. Y el punto de partida desde el que arranca esa historia es la virginidad.

La virginidad

¿Nunca te has preguntado por qué damos tanta importancia a la virginidad?

¿Por qué ponemos un nombre a “la condición de no haber mantenido nunca relaciones sexuales”, y no ponemos nombre a la condición de no haber escalado nunca una montaña, no haber plantado nunca un árbol o no haber escrito nunca un libro?

Eso es porque nos han enseñado a asociar la virginidad a un estado de pureza, virtud, inocencia… Mientras seas virgen eres una mujer buena, beata, portadora de un preciado tesoro que tan sólo debes entregar a tu príncipe azul, ese hombre ideal que te salvará de tu prefabricada, gris e insustancial vida…

Y es así como el Sistema disfraza en forma de mito cargado de magia y romanticismo algo cuyo origen no tiene nada de romántico. Algo que en realidad es, ni más ni menos, una forma de control sobre las personas.

El nacimiento de la virginidad como mito se remonta a siglos atrás, cuando la propiedad sobre la mujer se transmitía del padre al marido a través del matrimonio. Entonces, la virginidad era algo que marcaba el valor del objeto de compraventa (la mujer), dado que permitía al nuevo propietario (el marido) asegurar que los hijos de la mujer recién adquirida eran en realidad suyos. En definitiva, se trataba de una herramienta de control sobre el cuerpo de la mujer y su capacidad de tener hijos. Y desde entonces, se ha seguido utilizando para reprimir la libre disposición del cuerpo, la mente y la sexualidad de las personas.

Las novias se visten de blanco como símbolo de virginidad y "pureza"

Las novias se visten de blanco como símbolo de virginidad y «pureza»

Por lo tanto, no tiene ningún sentido que pienses que le has regalado tu virginidad a alguien. Más que nada porque la virginidad no existe, no tiene ningún fundamento racional o científico alguno. Tan sólo se trata de una idea que te han inoculado, una superstición que llevamos siglos arrastrando y que tan sólo tiene el significado que tú quieras darle.

La primera vez

El segundo capítulo de la insana fantasía que te han hecho creer, fuertemente vinculado al anterior, es el de la primera vez. Nos han dicho que la primera vez tiene que ser especial. Pero eso es sencillamente falso: la primera vez no tiene por qué ser más especial que la segunda, la tercera o la vigésima. Y menos cuando la primera vez, desgraciadamente, es una experiencia dolorosa y desagradable para muchas mujeres (sin importar cuántas velitas o pétalos de rosa se pongan en la habitación).

Esto no es de extrañar, ya que muchas de nosotras tenemos un miedo, un rechazo y un desconocimiento atroces hacia nuestro propio cuerpo y su funcionamiento. Dado que en la mayoría de familias el sexo sigue siendo un tema tabú, nuestras fantásticas fuentes principales de educación sexual siguen siendo dos: el sistema educativo y la pornografía de masas, teniendo en cuenta que esta última no sólo aparece en las películas X como tal sino también en el cine, la televisión, la música…

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El sistema educativo te enseña que el sexo sólo sirve para tener hijos; y la pornografía de masas que el sexo sólo sirve para obtener placer inmediato (y, normalmente, para que el hombre obtenga placer inmediato). Pueden parecer dos mensajes opuestos pero en el fondo se complementan muy bien, y es que ambos sirven a la tarea de ocultar la dimensión más liberadora, espiritual y revolucionaria del sexo, de invisibilizarlo como una forma única de autoconocimiento y comprensión, conexión y comunicación entre personas.

Y ahí está el problema: comenzamos a tener relaciones sexuales sin tan siquiera saber lo qué realmente es el sexo. Comenzamos el viaje con una gran maleta cargada de tantos prejuicios, tanta ignorancia y tantas ideas preconcebidas…

Tercer capítulo: Continuará… ¿o no?

Y en el tercer capítulo de esta historia, hay 2 posibilidades (como en aquellos libros de «Elige tu propia aventura«). La primera es que, después de la mágica primera vez, los protagonistas se embarquen en un largo y apasionado romance, y entonces la historia continuará (concluyendo normalmente con el clásico episodio de boda-chaléconpiscina-niños.)

Y la segunda posibilidad es que la historia termine de forma trágica y abrupta. El gentil caballero huye volando en su corcel alado y entonces nos sentimos humilladas, despreciables, sucias. Sentimos como si nos hubieran robado algo. ¿Pero esto por qué?

Aquí también entra en juego la educación, esta vez la educación afectiva. La cual recibimos de películas de Hollywood, cuentos de princesas, novelas, revistas, canciones y demás mierda similar. Puras armas de contaminación mental que ejercen una gran presión sobre nosotras, y que nos meten en la cabeza que cuando te acuestas con un hombre (y más si es tu primera vez) te estás entregando, estás haciendo suyo tu cuerpo, tu corazón… a cambio de que él te jure amor eterno.

La Sirenita entrega ni más ni menos que ¡su voz! para conseguir a su príncipe azul

La Sirenita entrega ni más ni menos que ¡su voz! para conseguir a su príncipe azul

Esto puede parecer muy apasionado y romántico, pero quiero que pienses en la gravedad de lo que verdaderamente significa. «Entregar», «hacerte suya», «a cambio de»… ¿esto no suena más a una compra o a una venta? ¿Estamos hablando de sentimientos o de CAPITALISMO en estado puro? Te han enseñado a concebir el sexo como un vulgar y banal intercambio, en el que la moneda utilizada no es ni más ni menos que ¡tu propio cuerpo!

Y todo a cambio de un falso paraíso que se promete a través de las palabras mágicas «te quiero» y «te amaré eternamente». Sí, por supuesto que si tienes pareja ha de existir amor, respeto, confianza, comprensión y amistad mutuos… Pero creer que existe tu amor ideal y que hay una forma de retenerle contigo para siempre es una ilusión absurda y peligrosa, que te genera dependencia emocional y aniquila tu autonomía personal.

No necesitas una media naranja, porque ¡tú eres una naranja entera!

No necesitas una media naranja, porque ¡tú eres una naranja entera!

Esta es, Claudia, la historia que, como virus, infecta la vida y el pensamiento de muchas personas en todo el mundo.

Pero llegó la hora de mandar este programa infeccioso a la Papelera de reciclaje. Llegó la hora de que te cuestiones toda esta historia, y de que decidas si quieres seguir manteniéndola en tu vida y soportar las consecuencias que ello te traería.

Y el primer paso a seguir es recuperar tu poder sobre tu cuerpo y tu pensamiento. Porque tú no te has entregado a nadie, tú no perteneces a nadie. Tu cuerpo no es el trofeo de nadie. Tu cuerpo es una obra de ingeniería maravillosa, que sólo te pertenece a ti y que te puede permitir sentir y conocer cosas inimaginables. Que alberga a un ser humano increíble en su interior, con una dignidad absoluta y un valor infinito.

Así que, querida Claudia, conócete, explórate, no tengas miedo de vivir, descubre. Y no derroches más energía creyendo en dogmas cuyo único fin es anular y destruir la maravillosa conciencia que tienes. Eso sí que es tu más preciado tesoro. Cuídalo.

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